La fantasía, según una de las definiciones de la RAE, es el "grado superior de la imaginación; la imaginación en cuanto inventa o produce". Aunque también la "facultad que tiene el ánimo de reproducir por medio de imágenes las cosas pasadas o lejanas, de representar las ideales en forma sensible o de idealizar las reales". Todo está relacionado con la imaginación y lo irreal, pero existen paisajes en el mundo que no hace falta imaginar para que sean de fantasía.
Islandia es un país que se caracteriza por eso mismo, por sus paisajes que parecen sacados de la mente de un niño. La naturaleza que brota en su territorio no se puede describir de otra manera que como impresionante y única. Es por ello que se trata de uno de los destinos más especiales de Europa y el lugar perfecto para los amantes de la aventura y la naturaleza. Muchos de sus rincones resultan asombrosos para cualquiera que los visite, pero hay uno que destaca aún más.
Uno de los paisajes más impresionantes de Islandia
El corazón islandés esconde un precioso paisaje que destaca por sus columnas de basalto y el intenso color azul del río Jökulsá: el cañón Studlagil. Además de ser un lugar muy fotogénico, es también uno de los mayores tesoros naturales del país y una de las colecciones de basalto más grandes de toda la isla. Al igual que otros paisajes como el de la Capadocia en Turquía, esta formación geológica proviene de una erupción volcánica que dejó tras de sí unas preciosas columnas naturales.
La ruta para llegar al cañón
Este paisaje era completamente desconocido hasta que se recondujo el río y las formaciones salieron a la luz. A día de hoy es posible llegar hasta el cañón mediante una ruta de senderismo que resulta un tanto exigente, pero cuyo acceso ha sido facilitado en los últimos años. En este tiempo se han creado senderos y construido miradores que son accesibles durante todo el año. Pero hay que tener en cuenta que la carretera 923 tiene un servicio limitado durante el invierno.
La ruta tiene una extensión de diez kilómetros (ida y vuelta) desde el puente cercano a Hákonarstadir, que cuenta con un aparcamiento para poder dejar el coche. Durante todo el trayecto van apareciendo ante los ojos del caminante unos paisajes de infarto. El primer mirador, el del Cañón de Studlagil, permite observar una impactante panorámica del cañón. Para llegar a él hay que subir 240 escalones, pero las vistas merecen realmente la pena.
Al comenzar la ruta propiamente dicha nos topamos con la cascada de Studlafoss, una de las más bonitas de Islandia. El recorrido continúa junto al río y llega hasta un segundo mirador y unos escalones para bajar hasta la orilla y contemplar el cañón desde abajo. Desde la web del cañón se advierte de que el camino "es peligroso" durante los meses de invierno y que en primavera "los ríos laterales que cruzan el sendero están llenos de agua y, por tanto, no es posible cruzarlos".
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