sábado, 5 de julio de 2025

Miedo al calor y al fuego en las chabolas cercanas al Port de Barcelona: "Un día habrá muertos"

 ElPeriódico


Los residentes en estos terrenos viven con temor tras el incendio del lunes, que no es el primero que sufre este lugar que cuenta con unas 50 chabolas

Alba Machuca, en su chabola carbonizada el pasado lunes.

"Esto era mi sueño... ahora está quemado, no puedo hacer nada. Estoy sola, he perdido mi vida. Este huertito era mi vida, es lo único que tenía que me permitía vivir", cuenta entre llantos Alba Machuca, una mujer de 49 años vecina de L'Hospitalet de Llobregat que hace pocos meses se había instalado a vivir en una chabola ubicada en un campamento en terrenos del Port de Barcelona, una zona, además, cuya tierra se encuentra contaminada. El pasado lunes, su casa fue arrasada por las llamas, pero cada mañana regresa a ese lugar que tanto ama. "Esta era mi casita bonita", llora entre trozos de metal y de carbón. Su caso es el más grave de un incendio que se declaró, y apagó, el pasado lunes. Pero su malestar ha traspasado entre todos los vecinos de este lugar: "Parece que no somos nadie, que no importamos a nadie. Yo vivo aquí por necesidad, no por voluntad. Y ahora tengo miedo de morir quemada", se sincera Jenni, otra mujer que vive en una chabola hecha con madera reutilizada.

En la zona de barracas cercana al Port de Barcelona, el 1 de julio de 2025, Luis, de 46 años, y Antonio, de 52, observan los estragos del fuego un día después del siniestro. Gran parte del barrio quedó bajo cenizas, lo que aumenta la preocupación de estos vecinos por sus hogares y sus vidas en el asentamiento.

Hace casi diez años que Miquel, vecino de Barcelona, entró a vivir en este terreno del Port, dentro del polígono de la Zona Franca y que pertenece a los municipios de Barcelona y de El Prat de Llobregat. "Venimos en 2016, aquí no había nadie. Pero hace un par de años que vino toda esta gente, y además es que les hacen pagar", explica este hombre, de 66 años. Decidió construir su chabola, harto de la precaria ingeniería social para lograr la autonomía de las personas sin hogar. "Yo vivía en la calle, he estado en albergues, y luego salías porque encontrabas un trabajito y una habitación de alquiler. Pero el trabajo se acababa, te echaban de la habitación y luego de vuelta a la calle. Por eso decidí venir aquí, porque ya no es eso", sigue. Ahora trabaja de repartidor de Glovo, con su bicicleta "No me gusta estar aquí, esto no es el paraíso", sigue. Y añade que desde el último año han aumentado los conflictos y los incendios.

El 1 de julio de 2025, un día después del incendio, la zona cero en las barracas cercanas al Port de Barcelona revela las cenizas de lo que fueron muebles, camas, electrodomésticos, herramientas y elementos de huerto, testimonio de la destrucción causada por el fuego.

Lo cierto es que antes del incendio del lunes, cuando se quemó la morada de Alba, ya hubo otro incendio en este lugar que no causó males mayores. Fue la semana pasada, en un cañaveral cercano a la chabola de Luis, un hombre peruano que lleva ocho meses en España, aun sin permiso de residencia ni de trabajo. "Trabajo sin contrato en reformas de obras", cuenta, asumiendo que el dinero no le da tan siquiera para pagarse una habitación.

El campamento cuenta con más de cincuenta construcciones precarias, aunque según Luis, viven allí entre 20 y 30 personas. "Acá es la única opción para vivir, yo no estoy aquí por gusto", cuenta mientras chorretones de sudor le recorren la cara. Son las cinco de la tarde y los caminos de polvo son un horno.

Una Advertencia Previa al Gran IncendioEl 1 de julio de 2025, un día después del incendio principal que afectó gravemente las barracas cercanas al Port de Barcelona, se observa una parte del barrio donde los propios vecinos ya habían tenido que intervenir para apagar un fuego menor el miércoles 25 de junio. Ese incidente previo llevó a una reunión comunitaria el domingo 29 de junio, donde se advirtió sobre las quemas imprudentes que ponen en peligro la totalidad de las viviendas precarias.

Una Advertencia Previa al Gran Incendio. El 1 de julio de 2025, un día después del incendio principal que afectó gravemente las barracas cercanas al Port de Barcelona, se observa una parte del barrio donde los propios vecinos ya habían tenido que intervenir para apagar un fuego menor el miércoles 25 de junio. Ese incidente previo llevó a una reunión comunitaria el domingo 29 de junio, donde se advirtió sobre las quemas imprudentes que ponen en peligro la totalidad de las viviendas precarias. / Bárbara Favant

Vidas en juego

El martes, se rumoreó que los vecinos querían hacer una reunión. Al menos, pactar normas comunes para evitar otro incendio que se pueda llevar sus vidas por delante. "Todos tenemos el miedo de quemarnos, si estas casas se incendian contigo dentro... tu vida está en juego", sigue Jenni, también peruana, que vive con su esposo y sus dos sobrinas de 24 y 33 años. Ella ya lleva tres años en Barcelona, y hace dos que reside en este lugar, el cual ya siente como su propio hogar. "Yo trabajo de interna sin contrato cuidando a abuelos, pero cuando los abuelos mueren, no tengo adónde ir, por eso me vine aquí". Ahora, sigue, no encuentra nada. "Los vecinos de las chabolas me ayudan, me prestan algo de comer, hasta que encuentre otra casa para ir a limpiar o a cuidar", sigue la mujer, muy asustada de que el calor haga encender otra chispa en cualquier momento.

El 1 de julio de 2025, un día después del incendio que afectó la zona de barracas cercana al Port de Barcelona, Luis, de 46 años, un vecino del barrio, se encuentra junto a Jenny, de 43, y su hija Gabriela, de 24, en la casa de Gabriela. Como vecinos de las viviendas que se quemaron, expresan el profundo temor a que un suceso similar ocurra de nuevo, poniendo en riesgo sus hogares y sus vidas.

El 1 de julio de 2025, un día después del incendio que afectó la zona de barracas cercana al Port de Barcelona, Luis, de 46 años, un vecino del barrio, se encuentra junto a Jenny, de 43, y su sobrina Gabriela, de 24, en la casa de Gabriela. Como vecinos de las viviendas que se quemaron, expresan el profundo temor a que un suceso similar ocurra de nuevo, poniendo en riesgo sus hogares y sus vidas. / Bárbara Favant

Sin electricidad, estos vecinos han vivido la ola de calor empapados. "Es imposible dormir por la noche", lamenta Jenni, que insiste una y otra vez que ha optado por vivir en este lugar por pura necesidad. Luis encoge los hombros. "Al menos estamos vivos, pudiéramos ser nosotros quienes hubiéramos perdido todo, incluso la vida", sigue el peruano. No se le quita de la cabeza la cara de Alba Machuca, con sandalias, llorando junto a un bombero al ver cómo la casa que había construido con sus propias manos se convertía en montones de carbón.

"Aquí estaba toda mi ropa. Mis ollas, mi nevera. Mi cama", sigue señalando Machuca en el lugar, hoy completamente carbonizado. Solo queda en pie un brasero. Incluso el suelo, hecho con parqué, es ahora un montón de ceniza. "Yo solo quiero recuperar mi huerto, era mi sueño, era mi vida", sigue la mujer, atrapada en muchas deudas, a punto de un desahucio, enferma de la espalda por un accidente de autobús y superviviente de varias depresiones. "Aquí yo había encontrado la paz", sigue, mostrando toda la tierra que había ganado contra el cañaveral para poder plantar cultivos.

Las causas del fuego

Y es que una parte importe de estas chabolas son, simplemente, casas con huertos en las que vienen personas de los municipios cercanos a pasar el día, especialmente cuando no trabajan. Incluso hay quien tiene animales de granja. "Ya te digo que cada fin de semana hay fiestas y follones, no sé si ha sido que lo han provocado porque se han peleado unos con otros, o si simplemente ha sido el vidrio de las botellas que se beben con el calor. Pero la realidad es que estamos en riesgo", resume Miguel.

El 1 de julio de 2025, un día después del incendio, la zona de barracas cercana al Port de Barcelona mostraba el devastador impacto en las viviendas. En el mismo lugar, se conversó con vecinos que residen en chabolas improvisadas y que se han establecido allí recientemente.

Cada cual en el lugar tiene una versión de lo ocurrido. Alba está convencida que empezó por el este. "Cuando regresé a mediodía y los bomberos no nos dejaban pasar, yo veía brillar las placas solares de mi casita, estaba tranquila que no se había quemado", sigue la mujer, a la que se le empañan los ojos al recordarlo. "Pero al fin, estoy tranquila. Dios ha querido que salve mi vida. Tenemos que replantar todo esto", insiste. Jenni, en cambio, preferiría que servicios sociales le diera una alternativa para marcharse de allí.

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