Las catástrofes naturales provocan graves consecuencias. Ocurren ocasionalmente alrededor del mundo, causando pérdida de vidas, daños en infraestructuras y propiedades, así como el desplazamiento de personas y terrenos.
Los desastres naturales son, hasta cierto punto, inevitables. Están impulsados por la propia naturaleza de nuestro planeta, por lo que no podemos ponerles remedio.
Esta misma naturaleza también nos brinda maravillas mundiales: desde los océanos hasta los bosques, pasando por fenómenos impresionantes como las cataratas de Iguazú, los géiseres Fly de Estados Unidos o el volcán del monte Fuji.
Las montañas son otro ejemplo de formaciones naturales que nacen del choque entre placas tectónicas, un proceso geológico fascinante que continúa en funcionamiento.
La geología engloba todo lo que conocemos a día de hoy sobre la Tierra. Dada la gran cantidad de acontecimientos que suceden en su superficie, la investigación geológica resulta esencial para seguir descubriendo y comprendiendo los prodigios naturales que existen.
Las fallas geológicas son uno de estos fenómenos. Una falla es una fractura o conjunto de fracturas que se produce en los bloques de roca. Estas se originan por el desplazamiento causado por el movimiento de las placas tectónicas, formando rupturas en la corteza que suelen localizarse en sus bordes. Existen numerosos ejemplos en todo el planeta.
No obstante, algunas fallas destacan por su capacidad para modificar drásticamente la distribución de la superficie terrestre tal como la conocemos.
La Falla de San Andrés, con una extensión de más de 1.200 kilómetros, se ubica en California (EE. UU.). Es una de las más estudiadas e investigadas por el peligro que representa. Ha sido responsable de terremotos tan destructivos como el que sacudió San Francisco en 1906.
A su peligrosidad se suma la corta distancia que la separa de dos de las ciudades más pobladas de Estados Unidos: Los Ángeles y San Francisco. Si ocurriera un nuevo seísmo de gran magnitud, podría provocar una catástrofe con múltiples daños colaterales y la muerte de miles de personas.
Otra de las fallas más temidas por los expertos geólogos es la situada en Anatolia, Turquía.
En las fracturas de las placas se generan grandes cantidades de energía, debido a la acumulación que se produce en su interior. En función de la intensidad del seísmo, la densidad y el tipo de roca, así como del tiempo transcurrido, los terremotos pueden ser más o menos graves. En esta zona euroasiática, la energía acumulada es especialmente potente, lo que da lugar a terremotos de gran magnitud que provocan enormes destrucciones, centenares de heridos y numerosas víctimas mortales.
Aunque las fallas tectónicas son supervisadas y analizadas de forma constante, debemos ser conscientes de que existen regiones en riesgo permanente ante la amenaza de un terremoto.
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