jueves, 14 de agosto de 2025

Seychelles por primera vez: qué ver en el Edén de granito y coral

 


isla de alma mestiza

Este archipiélago es uno de esos lugares en los que sentir aún el misterio de la distancia. Puede producir un poco de vértigo asomarse a Google Maps buscando las Seychelles y ver solo el azul del Índico. Hay que ampliar mucho la pantalla para que aparezca algo que no sea solo océano, apenas unos puntitos. Y ahí, en esa pequeña porción de tierra cuya misma existencia parece un milagro, está el aeropuerto de Mahé, la isla principal de Seychelles.

Más de 500 años separan la cartografía infinita de Google de la primera carta náutica en la que aparecieron anotadas este conjunto de islas, tras su descubrimiento por parte de Vasco de Gama en 1505, a la vuelta de su segundo viaje a la India. Pero no fue hasta bien entrado el siglo XVIII cuando los franceses asentados en la vecina Mauricio decidieron explorarlas, bautizando las islas en honor al ministro de finanzas de Luis XV, Jean Moreau de Séchelles. Los británicos llegaron en 1814 y abolieron la esclavitud, pero el archipiélago no alcanzó su independencia hasta recientemente, en 1976. Del tira y afloja de franceses y británicos, Seychelles conservó ese alma mestiza y multicultural que la hacen tan especial.

un paraíso para la naturaleza

Mil kilómetros separan Seychelles de Madagascar, el lugar habitado más próximo, y aún hoy muchas de sus 115 islas permanecen como un destino intrigante e inalcanzable. El país insular es un catálogo de las posibilidades de una isla: las hay de coral, de granito, de arena o mixtas y luego están los atolones, como el de Aldabra, un santuario coralino en las Islas Exteriores, declarado Patrimonio de la Humanidad por ser refugio de la mayor población de tortugas gigantes del mundo. 

De las 41 Islas Interiores, Mahé, Praslin y La Digue son las principales y también las más pobladas. Mahé es la puerta de entrada a las Seychelles. Victoria, la pequeña capital, se desparrama desde el aeropuerto sin que medie apenas transición a lo largo de la costa norte, frente al Parque Nacional Marino de Sainte Anne. En una de las pequeñas islas de esta reserva natural, una antigua leprosería se ha transformado en un hotel con villas de lujo: un paraíso exclusivo dentro del mismo paraíso, algo habitual en el archipiélago. La capital demuestra que en los viajes, las sorpresas llegan muchas veces de donde menos se espera.

a otro ritmo

Más allá de las imágenes idílicas de los folletos turísticos de Seychelles, Mahé es un microcosmos fascinante, una atractiva mezcla tropical y urbana que depara más de un encuentro sorprendente en cada una de sus esquinas. Uno de esos encuentros tiene como protagonista al Little Big Ben  o Clock Tower, en la intersección de las cuatro calles con más tráfico de la ciudad. Esta torre del reloj dedicada a la reina Alejandra Victoria lleva ahí más de 120 años y, a pesar de ser un recordatorio de la colonización, se ha convertido en un símbolo de Mahé, imponiéndose al ajetreado ritmo de la capital. El tiempo se mide aquí de otra manera, como prueba el hecho de que sus campanadas se escucharan por primera vez 96 años después de instalarlo, ya que su mecanismo original nunca funcionó.

En Seychelles todo tiene su tempo y, para captarlo, nada mejor que pasarse por el bullicioso Sir Selwyn-Clarke Market. El «bazar», como lo llaman en criollo, es una institución social. Los puestos están instalados en el patio central del mercado, alineados en pasillos estrechos que huelen a cilantro en polvo, a azafrán y a canela, y donde los vendedores de frutas y verduras ofrecen un festín colorido y aromático con sus papayas, mangos, chirimoyas, maracuyás, plátanos o guayabas.

A pocos pasos del mercado, pasando por delante de un «chicken king» en Market Street, topamos con otra de las sorpresas que aguardan en Mahé: el templo hindú de Arul Mihu Navasakthi Vinayagar levanta su gopuram como un colorido Lego con el fondo de exuberantes colinas verdes que abrazan la ciudad. Debe su nombre a Vinayagar (también llamado Ganesh o Ganesha), eliminador de obstáculos y dios de los nuevos comienzos. Construido en 1992 es un reflejo de la numerosa población hindú de la isla.

a un vuelo en avioneta

Así que se llega a Mahé, pero todavía no se ha llegado del todo a Seychelles. No al menos a la imagen de edén tropical que se tiene del archipiélago. Entonces toca subirse a una avioneta de hélices, en la que se mide y se pesa todo y donde los pasajeros son ubicados a criterio del asistente de vuelo, que reparte el peso de forma equilibrada. Cuando se alcanza la carga máxima, las maletas que no entran se quedan atrás. «Ya llegarán, dígame dónde se aloja y se las llevaremos en el siguiente vuelo», me dicen con calma en francés, pero también me lo habrían podido decir en inglés. Los dos idiomas quedan como rastro del pasado colonial. También podían haber usado el criollo seselwa, una variante del francés que se caracteriza por escribirse tal y como se pronuncia.

Vibra el fuselaje, vibra el asiento y la ventana, vibra el paisaje en el azul intenso y limpio del agua. La avioneta apenas tarda desde Mahé un cuarto de hora, pero la experiencia resulta fascinante. Con 12 km de largo y 5 km en su punto más ancho, Praslin es la segunda isla más grande del archipiélago. Sus playas y arrecifes de coral son habituales en las listas de paraísos playeros del mundo. No es para menos cuando se cuenta con paisajes que parecen encuadres de postal: Anse Lazio, Grand Anse, Anse Georgette o  Anse Gouvernement… Cualquiera de ellas cumple con las expectativas más exigentes.

entre palmeras y semillas

El otro gran reclamo de Praslin es el Valle de Mai, un bosque prehistórico declarado Patrimonio de la Humanidad. Durante siglos, en las costas de los países que bordean el Océano Índico, desde el Golfo Pérsico y las Maldivas hasta las Indias Orientales, aparecía una semilla de gran tamaño cuya forma recordaba a la pelvis femenina y que podía pesar entre 10 y 20 kg, pero que nadie tenía la menor idea de dónde podía proceder. Comenzaron a llamarlo «coco de mer» porque se creía que crecía en el fondo del océano. Los navegantes portugueses del siglo XVI llevaron noticias de esta curiosa semilla a Europa, donde pronto también se convirtió en un objeto muy valorado y buscado, alcanzando precios principescos entre la nobleza europea de la época por su fama de potente afrodisíaco, además de remedio contra dolencias estomacales, forúnculos, envenenamientos varios, epilepsia, trastornos nerviosos e incluso acidez estomacal.

En realidad, la semilla crecía de la ​​Lodoicea maldivica, una palmera originaria de las Seychelles, donde se encontraba en extensas masas. Esta especie de árbol se considera entre las más antiguas del planeta, pues algunos ejemplares pueden llegar a tener 800 años. Y también de las más altas, con hasta 25 o 30 metros. Además, de esta palmera se aprovechaba todo, no solo la semilla, también el tronco recto y liso con cuya madera se fabrican objetos y herramientas, mientras que sus enormes hojas de color verde esmeralda sirven para fabricar biombos, canastas, esteras y también sombreros. 

praslin y El Vallée de Mai

El Vallée de Mai, en el corazón de Praslin, queda como último reducto de aquellos bosques ancestrales de palmeras que hicieron creer a Charles George Gordon de Jartum, el oficial del ejército británico interpretado por Charlton Heston en la película Khartoum (Basil Dearden, 1966), que el trono de Dios descansaba literalmente sobre la Tierra y que el Jardín del Edén estaba en el lecho del mar, junto a las Seychelles.

Eran tantas las palmeras que crecían en Praslin –en la actualidad se cuentan hasta seis especies endémicas– que el explorador francés Lazare Picault la llamó en 1744 Isle de Palmes, cuando la isla servía solo como un escondite perfecto para los piratas del Índico. En 1768 se le cambió el nombre en honor del diplomático César Gabriel de Choiseul, a la sazón duque de Praslin, un ducado francés creado en 1762 en beneficio de los miembros de la Casa Choiseul: así es como la Francia más aristocrática alcanzaba un rincón insospechado del Índico. Sin embargo, el duque nunca puso un pie en la isla de Praslin. De haberlo hecho, habría tenido que cambiar el vestuario de gala que solía usar como diplomático. Ciertamente, el terciopelo azul, la seda y los brocados se antojan poco prácticos para andar por estas playas de ensueño. Mucho menos la peluca que ostentaba como símbolo de estatus social, que le habría procurado intensos picores. Mejor elegir un outfit más playero para visitar La Digue.

isla de bicicletas y tortugas

Conforme se llega al puerto de La Digue, a estribor del ferry se divisan las primeras formaciones graníticas que emergen del mar turquesa y que han hecho tan famosa esta pequeña isla con forma de punta lítica. En cuanto se toca tierra en el muelle, el tiempo se nota avanzar de otra forma, también el insular. Tiene mucho que ver en esta sensación la ausencia de automóviles, nada que acelere el tiempo ni que lo llene de ruido o combustión. El ambiente es de total distensión y, sí, existen los consabidos resorts de exclusividad lujosa, pero también hay pensiones y pequeños hoteles de atmósfera isleña y familiar. 

El medio de desplazamiento más tecnológico en La Digue son los carritos eléctricos que usan algunos alojamientos para llevar y traer a sus huéspedes. El resto, son bicicletas: se pedalea entre encuentros con alguna que otra tortuga gigante, acostada en un margen del camino. A ellas tampoco parece afectarles el paso del tiempo. Esta isla también es el hogar de un ave de lo más entrañable, la Terpsiphone corvina, más conocido como papamoscas negro de Seychelles o Paradise-flycatcher. De un color azulado metálico los machos, y marrón rojizo las hembras, estos pájaros están tan arraigados a esta isla que son incapaces de establecer poblaciones en ninguna de las vecinas: encerradas en el paraíso a pesar de disponer de alas. La Reserva Natural de Veuve, en el interior de La Digue, es su hogar oficial. 

la playa más famosa

Pocos acuden hasta este remoto lugar en el mundo para ver un ave, por muy especial y única que sea. En cambio, el monumento al que todos los viajeros acuden a rendir pleitesía es la playa Anse Source d’Argent. Para llegar a ella, hay que traspasar L’Union Estate, con la Casa de la Plantación, una mansión de madera testimonio de la época colonial y declarada Monumento Nacional, o el Cementerio de los antiguos colonos en La Digue.

El aroma a vainilla que flota en el ambiente quedará, tal vez, como recuerdo del camino. Al final de la pista emerge la bella y legendaria Source d’Argent. Esta es la playa de Seychelles por antonomasia, una virguería de arena nacarada y palmeras cimbreantes entre rocas graníticas de formas voluptuosas que configuran un ramillete de pequeñas calas. Aquí el mar, cálido y límpido, regala diferentes tonalidades que van del verde esmeralda al azul turquesa según la luz del momento. La playa se ha convertido en un hito turístico global desde la irrupción de las redes sociales, por lo que la arena suele llenarse con mucha gente, especialmente cuando el agua se retira durante la marea baja. 

arenales edénicos

Anse Source d’Argent es fascinante, pero los arenales de Anse Patates y Anse Sevère (conocida por sus atardeceres) no se quedan atrás. Sus aguas, más tranquilas y menos concurridas, también resultan idóneas para practicar snorkel, además del consabido postureo playero. Cuando empieza a anochecer, los grandes murciélagos de Seychelles (Pteropus aldabrensis) comienzan a enseñorearse del cielo. Con un peso aproximado de 600 gramos y una envergadura que puede superar el metro, su silueta no es amenazante, todo lo contrario: estos mamíferos voladores son un eslabón importante del ecosistema de las islas porque dispersan las semillas de muchas especies de árboles.

Poco a poco, las nubes comienzan a enrojecerse. Parece un misterio cómo la luz revela la forma de las nubes. Ningún acuarelista del mundo podrá reproducir nunca toda la belleza ni el misterio del momento: uno podría sentirse aquí en el Edén, como el personaje de Charlton Heston. De hecho, para mí, esta es la encarnación geográfica del Edén.










 


















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