lunes, 4 de agosto de 2025

Una de las mayores expertas en Japón menciona tres barrios de Tokio que casi nadie visita y están llenos de joyas

 

Tokio no se visita, se descubre. Y no de una sola vez. "La capital japonesa es una ciudad inabarcable, caleidoscópica, capaz de ofrecer una experiencia distinta a cada viajero". Así lo explica Laura Tomás, cofundadora de Japonismouno de los medios más influyentes sobre cultura japonesa en español, durante su intervención en el programa El Primer Vuelo de la SER.

"Hay tantos Tokios como viajeros", asegura. "Cada persona puede encontrar su propio barrio, ese rincón que conecta con su forma de viajar, con sus intereses, con su sensibilidad. Tokio es inagotable, y eso es precisamente lo que la hace fascinante".

Durante la conversación, Laura ha compartido tres barrios que, aunque poco frecuentados por el turismo occidental, encierran auténticas joyas culturales, gastronómicas y humanas. Son lugares que ella misma visita cada vez que regresa a la ciudad, y que recomienda a quienes buscan un Tokio más íntimo y auténtico.

Yanesen: el alma artesanal de Tokio

"Siempre que voy a Tokio intento darme un paseo por Yanesen", confesó Tomás. "Es una zona que me encanta por su ambiente tranquilo y su riqueza artesanal".

Yanesen es la fusión de tres barrios históricos: Yanaka, Nezu y Sendagi. Esta zona, que sobrevivió en gran parte a los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, conserva un aire nostálgico y tradicional. "Sus calles estrechas están salpicadas de talleres de artesanos que elaboran desde calzado hecho a mano hasta cerámica, pasando por objetos de bambú y papelería japonesa", relata.

"Es un lugar perfecto para ver a los artesanos en acción, para comprar piezas únicas y para pasear sin prisas. Tiene ese encanto de barrio de toda la vida que es difícil de encontrar en otras zonas más modernas de Tokio", explica.

Ryōgoku: el corazón del sumo

"Ryōgoku me fascina porque es el barrio del sumo, y eso se respira en cada esquina", explica Tomás.

En este distrito se encuentra el Estadio Nacional de Sumo, donde se celebran los torneos más importantes del país. Pero más allá de los combates, Ryōgoku ofrece la posibilidad de ver entrenamientos matutinos en las heya (escuelas de sumo), y si se tiene suerte, incluso cruzarse con algún luchador por la calle.

No obstante, ver luchar puede abrir el apetito, y Laura lo tiene claro cuando se trata de gastronomía: "Me encanta comer chanko nabe allí, que es el plato típico de los luchadores de sumo. Es un guiso contundente, lleno de proteínas, que forma parte de su dieta diaria. Comerlo en Ryōgoku tiene otro sabor".

Además, el barrio alberga museos como el Museo Edo-Tokyo, que permite entender la evolución de la ciudad desde sus orígenes hasta la metrópolis actual.

Monzen-Nakachō: tradición y café de especialidad

"Monzen-Nakachō es uno de esos barrios que sorprenden por su mezcla de lo antiguo y lo moderno", dice Tomás. "Tiene un ambiente muy de barrio, con cafeterías preciosas y un santuario que me encanta".

Este distrito, situado al este de la ciudad, es conocido por el Santuario Tomioka Hachiman, uno de los más importantes de Tokio, y por sus calles llenas de cafeterías de especialidad.

"Es un sitio ideal para perderse una tarde, tomar un buen café, visitar el santuario y disfrutar de un Tokio más pausado, más íntimo", comenta. Además, algunas de estas cafeterías "conservan la estética de los años 30, mientras que otras apuestan por un diseño más contemporáneo y hipster".












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