¿Cómo reaccionaría actualmente nuestra sociedad si una eyección masiva de material solar desatara una tormenta geomagnética de proporciones titánicas? Aunque pueda sonar a guion de película de ciencia ficción, hace más de 160 años ocurrió un fenómeno muy real que sacudió el mundo: se trata del Evento Carrington de 1859; la tormenta solar más intensa registrada en la historia, tanto que podría haber sido incluso más poderosa de lo que se creyó inicialmente.
¿Qué es el Evento Carrington?
Para conocer esta brutal tormenta solar tenemos que remontarnos al 1 de septiembre de 1859 cuando Richard Christopher Carrington, un astrónomo aficionado inglés, contemplaba unas manchas solares a través de su telescopio. De repente, un deslumbrante fogonazo de luz blanca apareció ante sus ojos. Duró apenas unos minutos, pero ese tiempo bastó para que Carrington presenciara lo que hoy ya conocemos como la primera gran llamarada solar observada directamente en la historia. Lo que probablemente no se imaginaba el que posteriormente recibió la Medalla de oro de la Real Sociedad Astronómica, fue el revuelo que esa eyección de masa coronal (CME, por sus siglas en inglés) iba a provocar justo poco después.
Llegan los efectos de la supertormenta solar
Cerca de 17 horas más tarde, nuestro planeta recibió la embestida de miles de millones de toneladas de plasma solar. El evento interrumpió los sistemas telegráficos globales. El problema es que en el siglo XIX, los telégrafos eran entonces la gran red de comunicaciones de la época y se produjeron situaciones insólitas en todo el mundo; algunos llegaron a incendiarse, mientras los operadores sufrían descargas eléctricas. La red de telégrafos se cayó durante 14 horas en toda Europa y en Estados Unidos, y, para sorpresa de todos, debido a la sobrecarga de electricidad en la atmósfera, algunos telégrafos enviaban mensajes de larga distancia sin la ayuda de las baterías.
Incluso los buscadores de oro en las Montañas Rocosas se sobresaltaron al despertar y, al percibir la tenue claridad como un amanecer nublado, se incorporaron, encendieron el fuego y se pusieron a preparar café con tocino y huevos... a la una de la madrugada. Muchos animales comenzaron también sus rutinas diarias (los pájaros comenzaron a cantar) al ver el cielo brillante. Para otras personas, ver el cielo de día cuando era plena noche, les hizo imaginar que había llegado el fin del mundo.
En el lado menos negativo de los efectos de la tormenta solar, se produjeron auroras visibles cerca del ecuador terrestre. El cielo se tiñó de colores tan intensos que en regiones lejanas a los polos, como Hawái o Cuba, todo el mundo habló de las impresionantes auroras boreales. Tan chispeante era el resplandor en algunas zonas del globo, que era posible leer el periódico en plena noche sin necesidad de encender ningún tipo de luz artificial.
El evento solar recibió su nombre en honor a Richard Carrington y sigue siendo la tormenta geomagnética más intensa jamás registrada.
Pero, ¿por qué se produjo la tormenta geomagnética?
La respuesta está en las manchas solares. Estas regiones oscuras y más frías de la superficie del Sol que tanto fascinaban a Carrington son a la par zonas de intensa actividad magnética y es donde se crean las llamaradas solares y las eyecciones de masa coronal que, al desprenderse, pueden impactar en la Tierra si viajan en nuestra dirección. Cuando chocan con la magnetosfera del planeta, desencadenan tormentas geomagnéticas que, en casos extremos, pueden alterar nuestro campo magnético global y perjudicar sistemas eléctricos y de comunicaciones.
De hecho, si un evento solar de esta magnitud ocurriera ahora, dañaría satélites, redes eléctricas y de comunicación generando caos en un mundo tan hiperconectado. La sociedad del siglo XIX que tenía poca dependencia de la electricidad, se vio severamente afectada. En el siglo XXI, sus consecuencias podrían ser devastadoras. Un incidente como este costaría billones (que no millones) de euros en daños y requeriría meses, o incluso años, para su recuperación total.
en 1859 también se vio una aurora en moreton bay, australia, como informó un periódico local el 7 de septiembre.
¿Y Podría volver a ocurrir?
Modelos recientes sugieren que tormentas de magnitud considerable podrían suceder varias veces por siglo, pero un “Evento Carrington 2.0” podría tardar siglos… o no. Según un equipo de tres matemáticos y un físico de la UAB, el CRM y BGSMath, la posibilidad de que en las próximas décadas se desate otra tormenta solar al nivel de la de Carrington ronda entre el 0,46 % y el 1,88 %. Aunque ese riesgo es bajo y no debemos alarmarnos por ahora, de producirse el fenómeno hoy tendría un impacto muy distinto al de hace casi dos siglos.
La Tierra se prepara para el futuro
Precisamente para que los resultados de una tormenta geomagnética de este calibre no sean más catastróficos que los del Evento Carrington, los gobiernos y agencias espaciales han incrementado sus esfuerzos de vigilancia. Satélites como el Solar Orbiter de la ESA o el Parker Solar Probe de la NASA estudian el Sol para comprender mejor su comportamiento y originar alertas tempranas que permitan a las compañías eléctricas, operadores de satélites y sistemas de navegación poner en marcha planes de contingencia. Sin embargo, la pregunta sigue en el aire: ¿está el mundo realmente listo para afrontar un azote de este tipo del Sol?
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