viernes, 22 de agosto de 2025

Basura, gas de la risa y peleas; el amanecer diario en el Somorrostro

 

Eso de que los extremos terminan tocándose tiene su traducción barcelonesa entre la seis y las siete de la mañana. En el albor del día coinciden los que apuran la noche y se resisten a tomar cama y los que han madrugado para empezar la jornada practicando deporte. La hora canalla y la hora healthy maridan sobre todo en primera línea de mar, y el Somorrostro, donde se concentran las principales discotecas de mar, es la playa en la que esta estampa es especialmente llamativa y habitual. 

El arenal está lleno de basura. Hay peleas, hurtos, robos con violencia, algún detenido. Y un consumo muy extendido de óxido nitroso, el conocido como gas de la risa que genera un estado efímero de euforia. Es un producto legal que se inhala a través de globos, cosa que brinda una escena cuanto menos peculiar, con volquetes de chavales con gomitas en la boca, las mismas con las que no muchos años atrás jugaban en fiestas de cumpleaños. Entre el paseo y el Mediterráneo, decenas de botellas de óxido nitroso –se adquieren fácilmente por internet– se arremolinan por todas partes. Barcelona amanece sucia e incívica, pero, por suerte, el rastrillo no tardará en llegar.

Este diario pasó la mañana de un jueves en la playa que queda entre el Port Olímpic y la Barceloneta, en concreto, a los pies de las concurridas discotecas Carpe Diem, Opium y Shoko. A las seis, cuando cierran los locales, los excesos de la noche se trasladan al exterior. La juerga sigue fuera, donde muchos ya la empezaron horas antes con el enciclopédico botellón. El público es en gran medida de origen extranjero. Abundan los jóvenes árabes, pero también hay africanos y latinos. La sensación no es ni mucho menos de inseguridad, pero la sobriedad casa mal con tanto alborozo e menudo descontrolado. Un jolgorio que en muchos casos termina en reyerta. Como la que protagonizan dos chavales que no llegan a pegarse pero sí intercambian insultos y empujones. Mucho ruido y pocas nueces.

Sanidad advirtió sobre las “graves secuelas” del consumo recreativo del óxido nitroso, pero sigue siendo legal

Otra pelea acaba con un menor de 17 años detenido. Como daño colateral, dos chicas resultan heridas por el impacto –qué casualidad– de una botella de acero de óxido nitroso, un objeto contundente. Una de las víctimas necesitará puntos de sutura y se la llevan en ambulancia. El agresor se marchará en un vehículo de la Guardia Urbana hacia dependencias policiales, pero antes, los dos agentes de esta patrulla de Ciutat Vella (el Silicon Valley del jaleo barcelonés) explican que no hay noche de verano en la que no tengan que hacer frente a algún altercado

Al margen de las peleas, tenemos hurtos, robos con violencia, muchos turistas borrachos..., cada noche hay cosas”. Tienen de sobra identificados a los ladrones que menudean el Somorrostro; descuideros que juegan con ventaja por el estado etílico de sus asaltados. Pequeños retales de mala vida, pero por norma general, y si no hay una situación de evidente peligro o la comisión de un delito flagrante, la policía no suele intervenir, pues podría ser peor el remedio que la enfermedad



Sobre el gas de la risa, que empezó a ppularizarse en Barcelona en 2021, los agentes indican que nada pueden hacer más allá de requisar las botellas si se les da un uso indebido. Mucho ha alertado la comunidad sanitaria sobre los riesgos de consumir óxido nitroso, usado para procedimientos médicos y en los obradores para preparar la nata montada. El Ministerio de Sanidad publicó una guía en 2023 en la que ponía nombre y apellido a las “graves secuelas” del uso recreativo de esta “droga juvenil”. El informe indica que puede causar “daños en el sistema nerviosos central y en los pulmones”, y también habla de “convulsiones, arritmias o incluso paradas cardiorrespiratorias, sobre todo en personas con epilepsia o antecedentes cardiacos”. Por si fuera poca cosa, el óxido nitroso es además un potente gas de efecto invernadero. Todo mal. Y ahí está, en Somorrostro, por todas partes.

Las escaleras que bajan a la arena apenas son transitables por la acumulación de botellas y latas. También hay vasos rotos y restos de comida que las gaviotas se disputan de malas maneras. Tanta canción y poemario para un pájaro sagaz al que más vale no cabrear.

Pasadas las siete llegan al Somorrostro andando desde la Sagrera Carme y Paco. Vienen a bañarse en la conocida como “la playa de los viejos”, la más pequeña y pegada al Port Olímpic. “Todos los días son malos, pero hoy no es de los peores. Hoy la mierda está como más repartida”. Lo confirma el personal de limpieza que a esa hora lleva un rato adecentando la playa. Son tres. Dicen que han visto de todo, pero que a ellos les suelen respetar. Del día anterior, a las ocho de la mañana ya solo quedan los borrachos más perjudicados, dormidos en posturas inverosímiles. La playa, sin alardes, está limpia y llegan los ba-ñistas tempraneros. Barcelona cambia de piel. Las furgonetas empiezan a repartir en los bares de la zona. También llegan las sábanas limpias a los hoteles. Buenos días. Y buenas noches.


Reportaje de la basura que dejan los botellones en la playa delante de las discotecas edl Puerto Olímpico, la aparición de los globos de la risa y la convivéncia con sus primeros bañistas.Foto: Miquel Muñoz / Shooting.
Reportaje de la basura que dejan los botellones en la playa delante de las discotecas edl Puerto Olímpico, la aparición de los globos de la risa y la convivéncia con sus primeros bañistas. 


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