En pleno Atlántico gallego se esconde un enclave natural donde las leyendas y la geología se entrelazan para crear uno de los espacios más enigmáticos del litoral español. Este fenómeno natural ha sido objeto de numerosas historias y relatos populares durante generaciones, convirtiéndose en un punto de interés tanto para los amantes del turismo de naturaleza como para los aficionados a la mitología local.
La singular formación, ubicada en un paraje de alto valor ecológico, representa uno de los mejores ejemplos de la acción erosiva del mar sobre el granito costero. Los expertos señalan que la peculiar acústica del lugar, combinada con su impresionante aspecto visual, ha contribuido a alimentar el imaginario colectivo de los habitantes de la zona, quienes durante siglos han transmitido relatos sobre su supuesto origen sobrenatural.
La isla de Ons, perteneciente al archipiélago homónimo, constituye uno de los mayores tesoros naturales de la costa gallega. Situada estratégicamente en la entrada de la ría de Pontevedra, esta isla destaca por ser la más extensa y única habitada del conjunto que incluye también la isla de Onza y siete islotes menores. Desde 2002, este enclave forma parte del Parque Nacional Marítimo y Terrestre de las Islas Atlánticas de Galicia, junto con los archipiélagos de las Cíes, Sálvora y Cortegada, consolidándose como un espacio protegido de excepcional valor.
O Buraco do Inferno: geografía y leyenda en el acantilado
Entre los numerosos rincones de singular toponimia que salpican la isla (como O Cucorno, Laxe do Crego, Alto de Altura o Punta do Rabo da Egua), destaca especialmente O Buraco do Inferno, una impresionante gruta marina ubicada en la costa occidental, completamente expuesta a las embestidas del océano abierto. Este accidente geográfico no es considerado por los isleños como una simple curiosidad de la naturaleza, sino como un lugar imbuido de misterio y respeto ancestral.
La potencia erosiva combinada del oleaje y los vientos ha modelado durante milenios esta cavidad granítica que, con el paso del tiempo, sufrió el derrumbe de su bóveda superior, creando un conducto vertical que conecta la superficie terrestre con las profundidades marinas. Técnicamente, O Buraco está formado por una sima de 43 metros de profundidad, con una característica planta en forma de equis, que establece comunicación con el mar mediante un pozo vertical y una galería horizontal.
En la parte superior del acantilado, los visitantes encuentran actualmente un perímetro vallado que protege el acceso a la sima, junto a un mirador desde el que se puede observar el canal y la entrada de la galería inferior. Preside el espacio una cruz blanca erigida en memoria de José Luis Herrera Padín, guardiamarina de la Escuela Naval de Marín que desapareció trágicamente en 1963 tras precipitarse al vacío durante unas maniobras de entrenamiento.
El acceso a la sima quedó completamente inhabilitado tras el importante derrumbe ocurrido en 2003, cuando un fuerte temporal provocó el desprendimiento de grandes bloques rocosos que obstruyeron el canal de entrada. Actualmente, el agua marina golpea con fuerza contra este tapón natural, filtrándose entre los intersticios y generando abundante espuma. En el interior se forma un pequeño lago blanquecino que, iluminado parcialmente por los escasos rayos solares que logran penetrar, crea un efecto visual de gran misterio.
Mitología y tradiciones vinculadas al enclave
El inquietante nombre no es casual. Según la tradición oral de la isla, especialmente durante los días de temporal, desde el interior de la cavidad podían escucharse gritos y lamentos espeluznantes, que los locales interpretaban como los quejidos de almas atormentadas en poder del demonio.
Los ancianos de Ons todavía recuerdan historias transmitidas de generación en generación sobre cómo el ganado que pastaba en las inmediaciones de O Buraco instintivamente se alejaba del lugar. Paradójicamente, las personas parecían sentirse atraídas por los sonidos procedentes de la sima, con el consiguiente peligro de caer en su interior. Esta creencia estaba tan arraigada que, cuando los padres enviaban a sus hijos a pastorear cerca de la zona, las madres les proporcionaban amuletos protectores (ajos, hierbas de San Juan, hojas de laurel o bolas de algas) para neutralizar el hipnótico efecto de aquellos sonidos.
La tradición popular incluso acuñó una copla específica que refleja este temor: Dende O Baixial/ xa te estou escoitar/ pero por moito que berres/ a min non me vas levar (desde O Baixial/ ya te estoy escuchando/ pero por mucho que grites/ a mí no me vas a llevar).
Otra creencia extendida sostenía que, cuando el cuerpo de un náufrago no aparecía, era porque el demonio lo mantenía cautivo en las profundidades de O Buraco. Para liberarlo, los vecinos organizaban la denominada "procesión de las antorchas", un ritual nocturno que comenzaba a medianoche en el cementerio local. Encabezada por el párroco o la meiga (curandera), la comitiva portaba teas encendidas y recorría el perímetro de los acantilados hasta llegar a la sima. Allí, tras rodear el agujero y pronunciar determinadas fórmulas, arrojaban las antorchas al interior para que el demonio liberase el cadáver. Según la creencia, pocos días después, el cuerpo aparecía y podía recibir cristiana sepultura.
La explicación científica tras los misteriosos sonidos
Mientras que las antiguas historias asociadas a O Buraco siempre mencionaban los estremecedores gritos y lamentos que emanaban de su interior, en la actualidad sólo puede escucharse el rugido de las olas y el silbido del viento. Esta transformación tiene una explicación científica: ya no se escuchan los supuestos lamentos porque los araos (Uria aalge), una especie de ave marina, han dejado de anidar en la cavidad.
La isla de Ons constituye un rico ecosistema para numerosas especies de aves acuáticas, entre las que destacan actualmente la gaviota patiamarilla y el cormorán moñudo. Sin embargo, hasta la década de 1980, los araos poblaban en gran número este enclave, y aparentemente mostraban especial predilección por la furna, donde emitían sus característicos sonidos que, amplificados por la acústica de la cavidad, recordaban inquietantemente a gritos humanos. La extinción local de esta especie en la isla durante los años 80 coincidió con el cese de los misteriosos sonidos, proporcionando así una explicación racional al fenómeno.
A pesar de conocer esta explicación ornitológica, los habitantes tradicionales de Ons siguen manteniendo un profundo respeto por O Buraco do Inferno. Similar actitud conservan hacia otros enclaves legendarios de la isla, como la Laxe do Crego, un sarcófago antropomorfo situado al sur de la playa de Area dos Cans, cuyas aguas estancadas supuestamente poseían propiedades curativas; o la playa de Melide, presunto lugar de arribada de la Santa Compaña, la procesión de ánimas propia del folclore gallego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario