Dentro de su vehículo todoterreno, el guía de montaña Víctor Fernández, de 57 años, lleva entre otras cosas una radio Walkie-Talkie, una decena de bocadillos, una mascarilla FFP2 y una carpeta roja, que contiene un libro. El tomo, de 190 páginas, se titula El Tejo y el Teixadal de Casaio (Ourense). El primer folio empieza así: “Para el común de los ourensanos y pienso que para algunos gallegos y españoles, el Teixadal de Casaio, en la comarca de Valdeorras, es algo mítico: el conjunto de estos árboles más importante de la Península y quizá de Europa, que por su situación, lejana y de difícil acceso en la provincia, pueda aparecer, de alguna manera, como un bosque misterioso y casi mágico”.
El autor, José Luis Baltar, describió con esas palabras esta reserva natural y bosque más antiguo de Galicia. Ocupa dos hectáreas, cuenta con unos 400 tejos, algunos de más de 500 años y 15 metros de altura, cuya singularidad deriva en un enclave extraordinario en lo que respecta a este tipo de árboles dentro de Europa. También hay fresnos, acebos, un particular abedul y un prodigioso roble. El complejo natural está ubicado a 1.500 metros de altura, entre dos laderas, y en un punto en el este de Ourense, al que solo se puede llegar andando. La caminata puede arrancar unos cinco kilómetros atrás, después de circular en medio de un tajo sobre un camino de tierra y piedras, solo posible en un coche 4x4, como el de Fernández.
Dueño de una empresa de rutas de montaña, el hombre conduce este martes a mediodía su vehículo con dirección al Teixadal de Casaio. Su propósito no es el de hacer de sherpa, sino surtir de avituallamiento a la docena de vecinos y a los cinco bomberos de la Xunta que luchan con las llamas. La alerta es máxima: el fuego está a 300 metros de los teixos. La radio Walkie-Talkie de Fernández suena. Alguien pregunta al otro lado por los bocadillos:
—A este fuego, hace tres días, no le hacían ni caso. Aquí no vinieron los bomberos hasta hoy, y que también vino un helicóptero por primera vez. Si arde el Teixadal, será muy mala publicidad para la Xunta. Mira, mira, ahí está, rodeado de humo.
Fernández baja del coche y señala las copas verdes del teixadal, que se aprecian bajo la nube de humo, sobre la que un helicóptero tira agua. También recalca que hay muchos más árboles secos. “¡El cambio climático existe, joder!“, exclama. Cuenta que ahora llevan varias jornadas a más de 40º, que ahora nieva apenas nada, lo que impide que los manantiales se empapen de agua. Fernández entrega luego los bocadillos a los brigadistas, que tratan por todos los medios de proteger lo más valioso de su entorno. En el retén de bomberos de la Xunta trabajan oriundos de la vecina O Barco de Valdeorras, escogidos para la misión a conciencia, porque conocen el lugar como la palma de su mano. Nadie de la comarca quiere imaginar el tormento de ver arder el teixadal. Ya se duelen bastante por la quema de la Peña de Trevinca.
—De momento hay alivio porque contienen las llamas con un cortafuegos. Es un bosque milenario, único. ¡Es que es más que emblemático!.
La nariz de Fernández está llena de ceniza. Y la mascarilla FFP2 que porta, junto al freno de mano del coche Range Rover, arrugada. Estos días atrás, en Valdeorras, respiraban con mucha dificultad por el humo. “Y hacía un calor de la hostia”, añade. Más aún en las labores de extinción junto a las llamas, en las que siguen este miércoles la decena de vecinos de la comarca, con batefuegos, y los cinco bomberos de la Xunta apoyados en el helicóptero. También hay un bulldozer cedido por un empresario de la zona, pilotado por uno de sus trabajadores, que realiza un cortafuegos.
—Yo entiendo que hay muchos incendios, pero es que estamos solo luchando contra el fuego, está todo quemado.
Fernández dirige la mirada a las faldas de la montaña ya abrasadas, en las que se aprecian los cortafuegos realizados por los vecinos, dejando a un lado el verde y al otro, el negro. Los frutos del tejo del Teixadal son muy tóxicos, recuerda el hombre. Y rememora una leyenda que rodea al enclave: los últimos defensores celtas de Gallaecia contra la conquista romana se suicidaron con su veneno. Fernández marcha en su todoterreno y otro viene en dirección contraria. Son más vecinos que vienen a ayudar y preguntan por el estado del Teixadal.
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