Un nuevo terremoto ha sido detectado este jueves frente a la península rusa de Kamchatka, tan solo un día después de que otro seísmo —mucho más potente, de magnitud 8,8— activara alertas de tsunami en todo el océano Pacífico. Esta vez, la magnitud estimada ha sido de 6,7 en la escala de Richter, según los primeros informes.
El epicentro se ha situado a más de 140 kilómetros al este-sureste de Severo-Kurilsk, una pequeña localidad de apenas 2.500 habitantes, en el óblast de Sajalín. El foco sísmico, según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), se habría localizado a 10 kilómetros de profundidad, en plena zona de subducción del Pacífico.
Un enclave con historial sísmico extremo
El área afectada forma parte del llamado arco Kuriles-Kamchatka, una franja tectónica de más de 2.000 kilómetros de longitud donde la placa del Pacífico se desliza bajo la microplaca de Ojotsk, perteneciente al sistema de placas del noreste asiático. Esta interacción ha generado una de las zonas de mayor actividad sísmica del planeta.
Desde el año 1900, esta región ha sido escenario de más de un centenar de terremotos de magnitud superior a 7, varios de ellos considerados eventos sísmicos mayores. El más destructivo registrado hasta hoy en ese arco fue el de 1952, con magnitud 9,0, seguido de un tsunami devastador que arrasó zonas costeras como Paramushir y causó graves daños en la ciudad de Severo-Kurilsk
Mecanismos geológicos complejos
La geología de la región es particularmente activa y compleja. En el sur del arco, la convergencia entre placas es oblicua, lo que provoca diferentes tipos de sismos: unos con movimientos verticales de compresión, y otros más laterales, por desgarre. En cambio, al norte, el choque entre placas es más directo, lo que permite a los investigadores trazar con mayor precisión la trayectoria de los terremotos más profundos.
De hecho, en algunos puntos, la placa oceánica del Pacífico se ha estado hundiendo durante más de 100 millones de años, alcanzando profundidades sísmicas que superan los 600 kilómetros. Esa enorme acumulación de tensiones explica tanto la frecuencia como la intensidad de los eventos que sacuden la región.
Sin víctimas, pero con vigilancia reforzada
Aunque no se han reportado daños materiales importantes ni heridos, las autoridades mantienen la alerta preventiva, dada la cercanía con el seísmo del día anterior.
Este tipo de secuencia, con grandes eventos separados por pocas horas o días, no es infrecuente en esta parte del mundo, como ya se vio en 2006 y 2007, cuando dos terremotos (M 8,3 y M 8,1) se sucedieron con menos de dos meses de diferencia.
Además, el riesgo de tsunami, aunque no se ha materializado en esta ocasión, sigue presente. El histórico de la región incluye episodios como el de 1923, cuando un terremoto frente a Kamchatka provocó olas de hasta 8 metros, o el de 1963, que generó un tsunami en el mar de Ojotsk con olas de hasta 5 metros.
Una región donde la Tierra no descansa
El arco de Kuriles-Kamchatka no sólo concentra gran parte de la energía sísmica del planeta, sino que también ofrece una ventana privilegiada para entender cómo se comportan las fallas activas en los márgenes oceánicos.
Los científicos que estudian la zona llevan décadas analizando su patrón de rupturas: hay segmentos que parecen liberarse de forma regular, mientras que otros permanecen en silencio durante siglos, acumulando tensión bajo la corteza.
Este equilibrio inestable, que combina megaterremotos, fallas profundas y episodios de subducción lenta, convierte al noreste del Pacífico en una región crítica para la sismología mundial. Lo ocurrido en las últimas 48 horas refuerza esa condición: no se trata de eventos aislados, sino de piezas de un sistema tectónico tan poderoso como impredecible.
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