ElCaso

Sabadell, Barceloneta y el Gòtic. Una lista, corta, de los lugares de Catalunya donde los vecinos se han cansado de vivir pared con pared con okupas violentos, personas que no okupan por necesidad, sino que lo hacen como modus vivendi, aprovechando estos espacios vacíos para convertirlos en sus guaridas particulares, desde donde entran y salen para robar. En Sabadell, la semana pasada, con graves disturbios y enfrentamientos también contra la policía; y el viernes, imágenes similares en la Barceloneta, el barrio marinero de Barcelona, donde un grupo de vecinos destrozó el local okupado por unos ladrones que cometen todo tipo de robos, a turistas y vecinos del barrio, ya sean relojes, móviles o carteras.
Aunque los detienen y los Mossos y la Guàrdia Urbana dedican esfuerzos y operativos como el Kanpai, tienen visado de entrada y salida de los juzgados y, en menos de 24 horas después de ser arrestados, aunque hayan sido pillados con las manos en la masa, vuelven a salir en libertad. El agotamiento de los vecinos ha llegado al máximo y empiezan a verse estallidos de violencia que, aunque quizás no sean la solución, los vecinos los ven como la única salida.
Luchar para evitar una okupación en el Gòtic
Hechos similares, algunos sin trascendencia pública porque nadie los graba y no llegan a los medios, están ocurriendo en otros puntos del país, en Barcelona ciudad y también en otros barrios de Catalunya. ElCaso.com ha podido hablar con los vecinos de la calle Còdols, en el barrio Gòtic, entre las Rambles y la reformada Via Laietana, que también tienen abierta una guerra con los okupas que quieren entrar en uno de los locales de esta estrecha calle que da a la plaza de la Mercè y a la calle Ample, en la parte baja del Gòtic. Los okupas, que pudieron ser desalojados de otro local, les hacen la vida imposible, y los vecinos aseguran que cada vez son más violentos.
Salen de día, disfrazados de turistas, para hacer el agosto por las calles del barrio. Con el botín robado, regresan a los locales. Todo el mundo sabe a qué se dedican y han convertido la calle en su zona cero. "Les molestamos", asegura una vecina, que explica la situación en un lugar discreto y con la promesa de mantener su anonimato, por miedo a represalias por parte de los okupas, que los vigilan y amenazan. La situación en todo el barrio, en las calles olvidadas de Ciutat Vella, el Gòtic, es insostenible, aseguran. "Parece que alguien quiere que nos vayamos para siempre de nuestro barrio", dice la misma vecina, que lleva cincuenta años viviendo allí, pero que asegura que nunca había habido tantos problemas. "Siempre ha sido una zona complicada de Barcelona, desde que yo era pequeño, pero ahora la violencia es extrema y gratuita", apunta otro vecino, también atemorizado por estos okupas cada vez más violentos.
Vigilancias desde el balcón
La semana pasada un incidente terminó con un local okupado por delincuentes en esta calle. La situación era muy tensa y uno de los okupas, por causas que aún no se han aclarado, salió a la calle con un machete, amenazando a los vecinos. La policía expulsó a los okupas del bloque, actuando con rapidez, aprovechando todo el escándalo peligroso que habían generado en esta calle. Con el local vacío, que pudo ser tapiado después, se abrió una nueva disputa. Los okupas quisieron volver al local y okupar también otro de los locales de la calle, pero los vecinos, desde los balcones, haciendo sonar cacerolas y lanzando objetos contra los ladrones-okupas que querían volver a entrar. Los vecinos llamaron al 112, y los Mossos desplegaron efectivos de orden público, igual que la Guàrdia Urbana, que también intervino con efectivos de la UREP, con cascos y equipos antidisturbios.
El objetivo de los vecinos, haciendo todo el ruido posible, y también lanzando tazas y cualquier cosa que tuvieran en casa, era evitar que los okupas a los que habían logrado echar de uno de los locales okupados de la calle volvieran a entrar. Los vecinos saben lo que supone convivir —por decir algo— con estos personajes, y evitarlo era imperativo. Los Mossos entraron en la calle y retuvieron e identificaron a los dos hombres que querían acceder al local, aunque no fueron arrestados, según han confirmado fuentes policiales a ElCaso.com.
Okupaciones delictivas
Las okupaciones delictivas son un problema añadido a un barrio ya lo bastante castigado. Además de los narcopisos, menos ruidosos pero que también generan muchos problemas de convivencia —consumidores entrando y saliendo, a veces drogándose en la escalera, y que también aprovechan para robar y conseguir dinero para comprar droga—, los pisos-guarida de ladrones generan mucha inseguridad y, sobre todo últimamente, cuando los delincuentes también se enfrentan a los vecinos. La gente que todavía no ha podido marcharse del barrio del Gòtic está en pie de guerra. Viven con miedo a que el local que era una frutería, un bar o donde siempre había vivido una pareja de toda la vida sea, de la noche a la mañana, otro de estos pisos donde se esconden los ladrones.
"Alguien quiere que esto pase", insiste una de las vecinas. "Es imposible que nadie lo pueda parar; tenemos dos comisarías al lado, el Ayuntamiento y el Palau de la Generalitat, y nadie hace nada. Da miedo salir a la calle. No dormimos sabiendo que se nos pueden instalar en la puerta de enfrente", explica, con impotencia, una vecina, harta de pasarse los días en el balcón de casa vigilando. "Cuando llamamos al 112 nos dicen que no pueden hacer nada, aunque los vemos mirando dónde pueden entrar", apunta.
Presión policial
La Guàrdia Urbana y los Mossos d'Esquadra, con los enlaces de proximidad de las dos comisarías de Ciutat Vella, mantienen contacto con los vecinos y aseguran que es una prioridad combatir este tipo de hoteles de multirreincidentes, a pesar de los obstáculos judiciales con los que se encuentran. No es fácil ni rápido desmontar uno de estos pisos —una celeridad que, según la judicatura, sí han conseguido con los narcopisos—, y también por la complejidad de las propiedades, que muchas veces tampoco denuncian los hechos, y tienen que ser los vecinos quienes inicien los trámites.
Los vecinos temen que los okupas, ahora con el local tapiado, busquen otros pisos donde entrar. Tienen uno en mente, de tres plantas. "Si entran, será el fin de la calle", apunta uno de los vecinos a ElCaso.com. Tendrán metros y metros cuadrados donde esconderse, asegura. "Hará un efecto llamada", añade. El tiempo dirá si la calle Còdols acaba siendo controlada por estos ladrones, la mayoría magrebíes, o si se puede recuperar. De momento, los vecinos no ganan.
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