Los botellones ponen en pie de guerra a Ciutat Vella
El fin del toque de queda y del estado de alarma, el pasado 9 de mayo, trajo consigo botellones masivos y fiestas callejeras en plazas, parques y playas de Barcelona que se repiten cada fin de semana y víspera de festivos. Dos de los barrios más afectados durante esta primavera y principios de verano –pero no los únicos– son la Barceloneta y Sant Pere, Santa Caterina i La Ribera.
Hartos de no poder descansar y de que estas zonas de Ciutat Vella se hayan convertido en focos de incivismo, suciedad y ruidos, los vecinos han dicho basta y este miércoles saldrán en la calle en la que será la primera protesta antibotellón de la pandemia. Dos de las entidades que lideran la convocatoria son la asociación de vecinos del Casc Antic y la asociación de vecinos de la Barceloneta.
PROTESTA
La manifestación está prevista que se inicie a las 18.00 horas en el paseo del Born, uno de los puntos más conflictivos del casco antiguo, con el objetivo de cortar una hora después Via Laietana, a la altura de la calle de Princesa. En el caso de la Barceloneta, los vecinos se concentrarán en la plaza del Poeta Boscà y después se dirigirán hacia la calle que une la plaza de Urquinaona con el frente marítimo
CON UN MEGÁFONO DE MADRUGADA AL GRITO DE "¡HOLA VECINOS!"
Desde la Barceloneta, el vicepresidente de la entidad, Manel Martínez, denuncia la situación límite en la que se encuentra el barrio marinero. Horas antes de la verbena, la alcaldesa dijo que no se permitiría el descontrol en las playas, pero lo cierto es que la gestión municipal deja mucho que desear. Esa noche, unas 25.000 personas tomaron las playas para celebrar la noche de Sant Joan.
Los botellones se han vuelto a repetir este fin de semana. "Parece que para algunos sea un reto molestar a la gente", argumenta Martínez. Estos últimos días, los vecinos han tenido que aguantar hasta a algún grupito que se paseaba por las calles con un megáfono a las 04.00 horas al grito de "¡Hola, vecinos!". "Falta educación y concienciación", subraya Martínez, que pide a las autoridades "tener la casa limpia y ordenada" y "hacer cumplir las normas". Considera que de ser así una parte importante del problema se solucionaría.
Las consecuencias de los botellones y de los fiestones son insomnio de los vecinos, portales convertidos en urinarios, calles llenas de latas y botellas y playas destrozadas. "Hay vecinos a quienes les gusta mucho ir a bañarse a primera hora a la playa, pero ahora es un riesgo. La arena está llena de latas y botellas rotas. Es muy fácil que alguien se corte", lamenta el vicepresidente de la entidad vecinal. Martínez se muestra especialmente preocupado de que llegue el día en que algún vecino no pueda más, acabe bajando a la calle y se líe un conflicto importante. "La población autóctona de la Barceloneta está muy quemada".
Noche de botellones en el paseo del Born / MA
CALLES Y PORTALES CONVERTIDOS EN LAVABOS
En el barrio de Sant Pere, Santa Caterina i La Ribera están en situación similar. "Estamos hartos de ruidos y actitudes incívicas. Tenemos derecho al descanso. Nuestras calles y portales se han convertido en lavabos públicos. Queremos espacios saludables", explican en un hilo en Twitter.
Hace unas semanas, el teniente de alcaldía de Seguridad y Prevención, Albert Batlle, llegó a decir que los botellones había que vivirlos "con cierta normalidad". A Batlle le llovieron las críticas de las entidades vecinales. "Es indignante", clama en la red social la asociación de vecinos del Casc Antic, que se pregunta que si lo que hay que normalizar es que "Barcelona sea una smart city de borrachera". Tras la verbena, Batlle afirmó que la fiesta había sido tranquila, cívica y familiar. Lo cierto es que acabó con dos heridos por arma blanca y un nuevo ataque homófobo.
El vocal de la asociación de vecinos del Casc Antic, Miquel Carbó, explica que la situación que viven desde el fin del estado de alarma es muy "bestia". Relata el cansancio del vecindario, muy concienciado para recuperar la tranquilidad que ha tenido los meses de pandemia, y recuerda un informe municipal de 2017 que pone en evidencia lo perjudicial que es para la salud el ruido nocturno y la falta de descanso. La situación, añade, se ha agravado con la "laxitud" y "barra libre" hacia los bares, que ha atraído al barrio un "perfil de personas más tipo Lloret de Mar", subraya en referencia a una parte del turismo con el que se ha identificado a esta población de la Costa Brava.
Miles de personas concentradas durante un botellón en Barcelona / EFE
"EFECTO LLAMADA"
Si en la Barceloneta Martínez dice que ahora sobre todo se ve a gente residente en la ciudad, junto con algunos grupos de turistas, en Sant Pere, Santa Caterina i La Ribera, la noches de incivismo y botellón también las protagonizan muchos jóvenes extranjeros. "Se ven coches franceses. Ha habido un efecto llamada. No es un tipo de visitante que vaya a museos. Van a los pubs ingleses". Martínez defiende también la necesidad de que las administraciones públicas informen a los turistas de las normativas existentes y de las multas a las que se enfrentan si las incumplen. "El que la hace la tiene que pagar".
La problemática del botellón no es exclusiva de estos dos barrios de Ciutat Vella. Otros puntos de la ciudad presentan situaciones similares, como las plazas del Raval y de Gràcia, el parque de les Tres Xemeneies, el Parc i la Llacuna del Poblenou, el entorno del Arc de Triomf y la calle de Enric Granados. Tampoco es una situación nueva. Lleva años ocurriendo y parece de difícil solución, especialmente si el Ayuntamiento no toma cartas en el asunto y hace suyas las reivindicaciones del vecindario.
Desde la Barceloneta afirman que el regidor –Jordi Rabassa– no se ha paseado por el barrio para conocer el problema de primera mano. Sí estuvo en el consejo de barrio para escuchar el chaparrón de los vecinos. Los residentes del casco antiguo tampoco se han podido reunir con el equipo de gobierno tras la convocatoria de la protesta.
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