miércoles, 16 de marzo de 2022

Razia Sultán, la primera y única mujer gobernante musulmana de la historia de la India

 

Razia Sultán, la primera y única mujer gobernante musulmana de la historia de la IndiaRazia Sultán, la  India







Brujulaverde


Todo el mundo sabe que la capital de la India es Nueva Delhi. Lo que ya no resulta tan conocido es que el adjetivo se debe a que también hay una Vieja Delhi, el barrio primigenio de esa ciudad, que tiene sus atractivos turísticos: la mezquita Jama Masjid, el Fuerte Rojo y el Qutub Minar son quizá los más destacados. Pero si un viajero desea descubrir algo realmente curioso debe adentrarse en el caos urbanístico y humano para acercarse a Mohalla Bulbuli Khana, cerca de la Puerta de Turkman, donde, en un recodo deslucido y ahogado por las edificaciones ilegales, se halla la tumba de la sultán Razia, la primera y única mujer gobernante musulmana de la India, allá por el siglo XIII.

Antes de nada, una disquisición nominal. En español, dice el diccionario de la RAE, la palabra sultana «designa a la mujer del sultán o a la que, sin serlo, goza de igual consideración». No es el caso que nos ocupa, pues el personaje ejerció el cargo plenamente -y ella misma lo subrayó, como veremos-, de ahí que aunque se la conozca tradicionalmente como Razia Sultana, en realidad es una expresión errónea o despectiva formulada ya en su tiempo, adoptada luego en Occidente. De hecho, en las monedas que ella acuñó aparecía con la expresión Sultan Jalalat al-Duniya wal-Din o al-Sultan al-Muazzam Raziyat al-Din bint al-Sultan., es decir, sultán.

Lo que ori

ginalmente era un sustantivo abstracto en árabe para aludir al poder o a una autoridad, salaṭa (literalmente «fuerte» o «duro»), había derivado en sulṭāh, enunciación de un título equivalente al de gobernador pero con unas competencias casi absolutas, superiores a las del emir y con sumisión únicamente al califa. Algo que a partir del siglo IX llevó a que los sultanes creasen sus propias dinastías y alcanzasen una soberanía plena en la práctica. La esposa del gobernante sería la sultanah, para los turcos, aunque en algunos sitios tenían su propia nomenclatura, como en el Sudeste Asiático, donde utilizaban términos  como panguianpermaisuritunku ampuan y otras; en sánscrito se dice jallaladina.

La tumba de Razia Sultán/Imagen: Pinakpani en Wikimedia Commons

El caso es que las tres primeras dinastías del Sultanato de Delhi (de las cinco que se sucedieron en total) eran musulmanas de origen túrquido. La inicial, a la que pertenecía Razia, mameluca. También se la conoce como Dinastía de los Esclavos debido a que su fundador, el general Qutb-ud-din Aibak, era un tártaro (cumano) de Asia Central que fue apresado de niño y vendido en Irán, antes de pasar a ser propiedad de Muhammad de Gur, sultán del Imperio Gúrida (más o menos el actual Afganistán) que había expandido sus dominios conquistando Turquestán, Pakistán y el norte de la India. Pese a su origen Aibak llegó a convertirse en su mejor militar y después en su sucesor, en 1206.

Aibak sólo reinó cuatro años, pero creó una eficaz administración, trasladó la capital a Delhi y conquistó Bengala, lo que compensó la pérdida del Turquestán a manos de Gengis Kan. Falleció en 1210 en un trágico accidente: empalado por su propio stick de polo, al caer del caballo sobre él durante un partido. El trono pasó entonces a Aram Shah, del que se desconoce si era hijo suyo o hermano, si bien otros opinan que no tenía ningún parentesco (la sucesión al sultanato carecía de normas, de ahí que fueran los emires quienes le eligieran). Sin embargo, resultó mal gobernante y apenas duró un año, al alzarse contra él otro general, Shams-ud-din Iltutmish.

Iltutmish le derrotó en el campo de batalla y se proclamó sultán en 1211, También había sido esclavo, primero de Muhammad de Gur y luego de Aibak cuando éste era virrey de Lahore, quien lo manumitió por sus victorias en la guerra y su lealtad, nombrándole entonces gobernador de varias ciudades; hasta le casó con una de sus hijas, Turkan Khatun. Al frente del sultanato ejerció una gran labor, extendiendo ampliamente sus fronteras, acuñando la tanka (una moneda de plata precursora de la rupia) y arreglándoselas para contener a los mongoles. Murió en 1236 y entonces se abrió una crisis sucesoria.

No tendría que haber ocurrido, ya que Iltutmish había designado como heredera natural a su hija Razia, impresionando por las buenas maneras que había demostrado en el gobierno de Delhi mientras él estaba de campaña contra Gwalior, empantanado en un asedio que duró un año. O eso dice la leyenda, pues la única fuente es Tabaqat-i Nasiri, una historia del mundo musulmán en veintitrés volúmenes terminada en 1260 por Minhaj-i Siraj Juzzani, historiador afgano-indio coetáneo a los hechos, aunque él no fue testigo de ese episodio en concreto porque vivía en Gwalior y no se estableció en Delhi hasta 1238.

Raziyyat-Ud-Dunya Wa Ud-Din, que tal era el nombre completo de Razia, nació en una fecha incierta entre 1205 y 1211; fue en la ciudad santa de Badaun, en lo que hoy es el estado de Uttar Pradesh (ubicado en el centro de la parte norte del subcontinente, lindando con Nepal). Probablemente era la primogénita, pero su condición de mujer la relegaba ante el hijo mayor, Nasiruddin Mahmud, que fue educado desde niño para el cargo otorgándosele la administración de dos regiones, Oudh y Bengala, para que fuera adquiriendo experiencia política; la segunda le llegó, además, tras una campaña contra los rebeldes bengalíes que también dejó patente su destreza militar.


El azar intervino a favor de Razia cuando su hermano falleció inesperadamente en 1229 (su mausoleo, Sultan Ghari, situado al sudoeste de Delhi, se considera el más antiguo de la India) e Iltutmish estimó que sus otros vástagos varones no estaban capacitados para el cargo, dada su afición a llevar una cómoda vida de placeres. Ahora bien, que una mujer se encaramase a la cabeza del sultanato era demasiado para la rancia nobleza, que prefirió nombrar en su lugar a otro de los hermanos, Ruknuddin Firuz. Es posible que al final el propio Iltutmish cediera para calmar los ánimos y le designara, dado que le hizo acudir desde Lahore, pero no lo sabemos y la que ha perdurado ha sido la reseñada versión de Minhaj.

Así fue cómo Ruknuddin subió al trono en 1236, a la muerte de su progenitor; lo iba a mantener muy poco tiempo. No llegó a siete meses porque, si bien había sido gobernador de Badaun y Lahore, era demasiado proclive a descuidar los asuntos de estado, delegando el ejecutivo en su madre. Cabe aclarar que ésta, Shah Turkan, no era la misma que la de Razia sino una concubina de menor categoría que Turkan Khatun, por lo que no eran hermanos exactamente sino hermanastros. Al parecer, el poder cambió a Shah Turkan, que ejerció un mandato despótico, asesinando a varios oficiales tazik (no turcos) y ejecutando a los parientes que consideraba potencialmente peligrosos.

El efecto fue el contrario al esperado y brotaron múltiples rebeliones que no tardaron en unirse; hasta el visir enviado a reprimirlas se unió a ellas, así que Rukniddin en persona se puso al frente del ejército para combatir a los insurrectos, que se habían hecho fuertes en el Punjab. Su ausencia la aprovechó Razia, señalada como la siguiente víctima probable de Shah Turkan, para dirigirse al pueblo en el salat (oración) del viernes e instigar a una revuelta. En efecto, una turbamulta harta de los excesos sufridos asaltó el palacio real, arrestó a la procelosa madre regente y ofreció el trono a Razia.

Esta vez sí contó con el apoyo de la nobleza y el estamento militar, de modo que se convirtió en la primera mujer musulmana gobernante en lo que luego sería la India. Rukknudin regresó apuradamente, pero su tiempo había pasado: un contingente militar le apresó y encarceló. No se sabe qué fue de él, aunque probablemente acabó ejecutado ese mismo año junto a su progenitora. Apenas había estado seis meses y veintiocho días al frente del sultanato, que ahora quedaba en manos de su hermanastra. Ésta, decíamos antes, asumió el mando como sultán y hasta vistió ropas masculinas para subrayar su autoridad, caso del tülbent (turbante), el kulah (el tradicional yelmo de guerra) y la qaba (capa), prescindiendo de ocultar su rostro tras un purdah (velo).








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