sábado, 9 de abril de 2022

La Crátera de Vix, el mayor recipiente de bronce de la Antigüedad, se encontró en la tumba de una princesa celta

 

La Crátera de Vix, el mayor recipiente de bronce de la Antigüedad, se encontró en la tumba de una princesa celta







El 6 de enero de 1953 un agricultor y arqueólogo aficionado llamado Maurice Moisson se encontraba ayudando a René Joffroy en las excavaciones que éste llevaba a cabo en el castro de Mont Lassois, cerca del pequeño pueblo de Vix al norte de la Borgoña francesa.

El castro fortificado dominaba el curso del río Sena y había estado ocupado desde el Neolítico. Estaba gobernado por una aristocracia femenina en el siglo VI a.C. y desde su posición privilegiada controlaba la antigua ruta del estaño entre la península Itálica y las islas Británicas, cobrando impuestos a los mercaderes que por allí pasaban.

Un túmulo cercano llamó la atención de Moisson y advirtió de ello a Joffroy, quien al día siguiente inició la excavación del montículo. En su interior descubrieron una de las tumbas más fabulosas del mundo celta bajo una bóveda de unos 4 metros cuadrados, originalmente cubierta por un túmulo de piedras y tierra de 38 metros de diámetro y aproximadamente un metro de altura.


Albergaba los restos de una mujer de unos 30-35 años que falleció en el siglo VI a.C. y cuyo cuerpo había sido dispuesto sobre un carro ceremonial, con ruedas decoradas con apliques de bronce. La mujer llevaba numerosas joyas, un collar de grandes cuentas de piedra y ámbar, brazaletes, torqués y fíbulas de bronce, lo que indica que puede ser una princesa o una sacerdotisa.

Se trata de un enterramiento de la época final de la cultura de Hallstatt, perteneciente a la Edad del Hierro (finales del siglo VI a.C.), que se extendió por la Europa Central, Francia y los Balcanes. La tumba nunca había sido perturbada y se encontró intacta.

Entre los tesoros que contenía se encontraba una vasija de origen griego, a la que hoy se conoce como Crátera de Vix y que destaca por ser el recipiente de bronce de la Antigüedad más grande que ha llegado hasta nuestros días. Como ya vimos en el artículo sobre las estatuas de Riace, muy pocas obras de arte de bronce de la Antigüedad han sobrevivido.

La crátera de Vix tiene 1,64 metros de altura (como comparación la princesa junto a la que fue encontrada medía 1,60) y un diámetro máximo de 1,27 metros. Pesa la increíble cantidad de 208 kilogramos, lo que hace pensar a los investigadores que su función era distinta de las cráteras de cerámica griegas (que servían para mezclar el vino y el agua) y podía contener 1.200 litros de líquido.

De hecho se ha comparado esta crátera con los calderos usados por las sacerdotisas de algunas tribus germánicas para recoger la sangre de los sacrificios. Y curiosamente en el centro de la tapa lleva una pequeña estatuilla de una mujer, de unos 19 centímetros de alto, que parece una vidente o sacerdotisa, con un velo sobre la cabeza y los hombros, y que tiene un brazo extendido (posiblemente sosteniendo un objeto ahora perdido).


La estatuilla es muy diferente del resto de la ornamentación de la crátera. Esta tapa, además, presenta múltiples agujeros, lo que sugiere que podía ser un tamiz.

La crátera, que es de estilo arcaico, esta datada en torno a 520-510 a.C. y se fabricó probablemente en un taller de una de las colonias corintias de la Magna Grecia, en el sur de la península Itálica. Esta hecha de varias piezas ensambladas y el grosor medio de sus paredes varía entre 1 y 1,3 milímetros.





Solo las asas, que tienen forma de voluta de 55 centímetros de altura, pesan 46 kilogramos cada una. Están decoradas con gorgonas sonrientes que sacan la lengua.

El cuello de la crátera lleva un friso, considerado una obra maestra del bajorrelieve griego, con una representación de ocho cuadrigas dirigidas por un auriga, seguidas por un hoplita cada una.




Solo unos 30 años después de haber sido fabricada, la crátera fue enterrada en la tumba de la Dama de Vix. Es posible que tras ello se sucedieran acontecimientos que provocasen que rápidamente se perdiera la memoria de lo que había bajo el túmulo, permitiendo su conservación intacta hasta el descubrimiento en 1953.

Hoy todos los tesoros encontrados en el lugar se exponen en el Musée du Pays Châtillonnais en Notre-Dame de Châtillon.

 









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