Una de las noches más esperadas del mes de junio es, sin lugar a dudas, la del 23 al 24 (aunque bien es verdad que en algunos lugares es la del 24 al 25) fecha en la que se celebra la noche de San Juan.
La tradición de esta fiesta se remonta a diversos ritos pre-cristianos y con una clara unión con la naturaleza, donde se celebraba la llegada en este día del solsticio de verano en el hemisferio norte y cuya ceremonia principal consistía en encender una hoguera, se cree que dirigida a “dar más fuerza al sol” quien a partir de ese momento iba haciéndose más y más débil (queriendo decir esto que los días se acortan) y, al mismo tiempo, se rememoraba el papel “purificador” del que las llamas siempre han gozado entre quienes las contemplan, simbólicamente hablando.
Es preciso señalar, sin embargo, que existe una pequeña discrepancia con respecto a las fechas ya que, en rigor, el solsticio de verano se produce la noche del 21 al 22 de junio por lo que la celebración de la efeméride de San Juan estaría festejándose en desacuerdo con la primera.
De todos modos, son diversos los puntos de Europa que conmemoran este acontecimiento como por ejemplo Dinamarca, Noruega, Suecia, Reino Unido (con su tradicional “Midsummer”) o Finlandia aunque son Portugal y España quienes la tienen más enraizada (en nuestro país, tan sólo hace falta mencionar los Ninots valencianos). Sin embargo, también en Latinoamérica se celebra con cierto entusiasmo, sobre todo en Brasil, Chile, Venezuela, Bolivia o Perú.
En la actualidad, las connotaciones mágicas que posee esa noche (los griegos llamaban a los solsticios “puertas”) han provocado que se cree que sea propicia para ciertos encantamientos y, durante la misma, son numerosos los rituales que se practican (sobre todo aquellos que tienen que ver con el amor y la fortuna).
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