Francisco afina su plan de saneamiento ante «el contexto económico de particular gravedad» de las cuentas vaticanas
Ni gratis ni con descuento. Los cardenales que viven en el Vaticano o en apartamentos de la Santa Sede repartidos por la ciudad de Roma tendrán que pagar un alquiler al Papa como cualquier inquilino. Así lo establece un «rescriptum» aprobado por Francisco que ordena derogar todas aquellas normativas vaticanas que permitían el uso de forma gratuita o en condiciones favorables de los bienes inmuebles curiales. La disposición vaticana afecta a purpurados, jefes de los dicasterios (ministerios), presidentes, secretarios, subsecretarios, administradores, auditores y miembros del Tribunal de la Rota Romana.
El documento explica que la decisión viene motivada «para hacer frente a los crecientes compromisos que el cumplimiento del servicio a la Iglesia Universal y a los necesitados requiere en un contexto económico como el actual, de particular gravedad». Así, Francisco reclama a sus «altos directivos» que «hagan un sacrificio extraordinario».
Pero, ¿cuánto tendrán que pagar por los pisos? Francisco utilizará como base los precios que se aplican a otros arrendatarios. Eso sí, da un margen de maniobra: los contratos estipulados con anterioridad continuarán hasta su vencimiento natural. A la par, rescripto sí deja claro que solo podrán ser prorrogados o renovados respetando lo ahora establecido. Hasta tal punto Francisco ejercerá de casero que cualquier excepción a la nueva normativa deberá ser autorizada directamente por él.
Esta medida histórica y revolucionaria forma parte del plan de saneamiento que Francisco está implementando como respuesta a la petición realizada por los cardenales en las reuniones previas al cónclave en el que fue elegido hace prácticamente diez años.
Conscientes de la situación de bancarrota en la que se encontraba el Vaticano, los purpurados le encargaron a un futurible Papa un ajuste de cuentas literal. Tras el frustrado intento del ya fallecido cardenal George Pell, el fichaje del jesuita español Juan Antonio Guerrero como ministro –en jerga eclesial, prefecto– de Economía ha propiciado medidas tan rotundas como eficaces en materia de transparencia financiera.
Resistencias varias
Tanto es así que no pocos vaticanistas interpretan que parte de las resistencias al pontífice argentino se revisten de ideológicas y doctrinales cuando en realidad tienen que ver con el rechazo a estas reformas categóricas que están cercando a las enquistadas corruptelas curiales.
La dimisión de Guerrero por motivos de salud a finales de noviembre no ha frenado los cambios puesto que Francisco confió en el economista emeritense Maximino Caballero, hasta ese momento mano derecha del religioso, para que consoliden el camino iniciado. De hecho, el nuevo «rescriptum» se materializó después de la audiencia que mantuvo Francisco con Caballero el pasado 13 de febrero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario