Aunque no está del todo claro quién ocupó el puesto de honor, fue el 20 de septiembre de 1920 cuando se alistó el primer legionario. Es por ello por lo que esta fecha es considerada la de creación de la Legión. Sin embargo, el Tercio de Extranjeros había nacido de manera oficial unos meses antes.
Durante la guerra del Rif, acontecida entre los años 1911 y 1927, se produjo un enfrentamiento entre el Ejército español y grupos de guerrilleros pertenecientes a diferentes tribus bereberes que se habían sublevado en el Protectorado español. Las numerosas campañas que el Ejército llevó a cabo en este prolongado y sangriento conflicto bélico, determinaron en gran medida el devenir político y social de la España de la época.
El enfrentamiento militar en el protectorado llevó a que el Ejército español desarrollase nuevas formas de hacer la guerra, tanto desde el punto de vista táctico como de armamento y de organización. En esta línea y a raíz del éxito demostrado por la Policía Indígena en la campaña de 1909, se consideró de gran importancia la organización de unidades en las que estuviesen encuadrados nativos. Su detallado conocimiento del territorio y de las distintas cabilas que lo habitaban eran factores fundamentales para el éxito de las operaciones bélicas. Además, sus bajas no provocaban reacciones negativas por parte de la opinión pública.
Los cuatro grandes hechos de armas de la legión
Así, el 30 de junio de 1911 se creó el Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla, los «Regulares». La unidad, dependiente de la Capitanía General de Melilla, estaba formada por un batallón de Infantería con cuatro compañías y un escuadrón de Caballería Indígena. El mando de la unidad fue confiado al teniente coronel de Caballería Dámaso Berenguer y Fusté. A consecuencia del éxito de la unidad y del incremento de voluntarios indígenas, pocos mese después la unidad fue ampliada a seis compañías y tres escuadrones.
Aunque el Ejército español había organizado la Policía Indígena y los Regulares, era necesario disponer de una fuerza de choque que llevase el peso de las operaciones militares en el protectorado. Además de la mayor efectividad que una unidad profesional tendría en el campo de batalla, se evitaría mandar a combatir a soldados conscriptos y sin apenas instrucción. De esta forma, el número de soldados de quinta llevados a tierras africanas se vería reducido, lo que redundaría en una menor presión social. El conflicto en el protectorado era tremendamente impopular en España.
Es en este momento cuando aparece la figura del todavía comandante José Millán Astray. Era un infante de enorme prestigio, cuya alta formación militar se combinaba con un demostrado valor forjado primero en Filipinas y posteriormente en África. Millán Astray, quien llevaba tiempo valorando la creación en el Ejército español de una unidad profesional de élite con un marcado espíritu de cuerpo, fue comisionado a Argelia para estudiar sobre el terreno la Legión Extranjera francesa. El informe que presentó a su regreso fue tan convincente que el ministro de la Guerra, José Villalba Riquelme, no se lo pensó dos veces: el 28 de enero de 1920 firmó el Real Decreto de creación del Tercio de Extranjeros.
Millán Astray, Valenzuela y Franco, los tres jefes que forjaron la identidad de la Legión Española
En la exposición de motivos del texto oficial, el ministro aconsejaba «la creación de un Tercio de extranjeros, constituido por hombres de todos los países que voluntariamente quieran filiarse en él para prestar servicios militares». Se esperaba con esta medida «disminuir los contingentes de reclutamiento». Con el tiempo se verificaría lo acertado de la medida; el sacrificio de los legionarios evitó la muerte de innumerables jóvenes españoles.
La responsabilidad de organizar la unidad, como no podía ser de otra manera, recayó en el ya teniente coronel Millán Astray.
Tras la llegada de los primeros voluntarios, mayoritariamente españoles, en octubre de 1920 el Tercio de Extranjeros fijó su acuartelamiento en Dar Riffien, a unos pocos kilómetros al sur de Ceuta. Desde entonces es considerado la cuna de la Legión española. La unidad nació con un estilo singular y perfectamente definido, empezando por su propio nombre. Desde su creación, una de las piezas clave del Tercio fue, y sigue siendo, el Credo Legionario. No es un reglamento de procedimientos tácticos; se trata de un código moral y ético.
El teniente coronel Millán Astray y primer jefe del Tercio no dejó nada al azar. Ni la uniformidad, ni los himnos. Además, se rodeó de los mejores oficiales africanistas, los comandantes Francisco Franco Bahamonde y Adolfo Vara de Rey Herrán. Entre los capitanes se encontraba Justo Pardo Ibáñez, quien se encargó de diseñar el emblema de la Legión, compuesto por una pica, un arcabuz y una ballesta cruzados. Y, entre los primeros tenientes aparecía Camilo Menéndez Tolosa, procedente del Batallón de Cazadores Figueras 6, quien ascendería al empleo de teniente general a finales de 1959 y sería ministro del Ejército entre 1964 y 1969.
La Legión española es, en nuestros días, una de las mejores unidades militares de élite a nivel mundial.
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