El fallecimiento de una buceadora de 37 años el pasado domingo en la Cueva del Agua de Cartagena ha abierto la puerta a un controvertido debate sobre la seguridad en el buceo en entornos cerrados, una práctica sobre la que pesan demasiados tabúes e ideas erróneas basadas, en muchas ocasiones, en el desconocimiento y los miedos infundados. Un debate que está causando un serio perjuicio a un sector que trae cada año a la Región a cientos de buceadores y científicos atraídos por un tesoro desconocido para muchos: la Cueva del Agua, «el gran cenote de Europa», cuya riqueza científica ha despertado el interés de universidades y especialistas de todo el continente, tal como recuerda Andrés, Ros, uno de los mayores especialistas en esta cavidad de la Región.
Que no son pocos. Y es que, si algo quieren dejar claro desde el sector en la Región, es que para acceder al buceo en cuevas «tienes que ser un buceador experimentado» y, a partir de ese requisito de base, realizar numerosos cursos con centros de buceo y certificadoras especializadas, recuerda José Soto, director de la Escuela de la Federación de Actividades Subacuáticas de la Región de Murcia (FASRM). Un proceso que puede durar años.
«El buceo en cuevas es uno de los pocos deportes que requiere de una certificación», señala por su parte Sergi Pérez, miembro de la Asociación de Centros de Buceo de la Región (ACBRM), porque es la mejor garantía de seguridad para el buceador.
«La seguridad en el buceo en entornos bajo techo está garantizada cuando se siguen los estándares y procedimientos establecidos por agencias de certificación de prestigio internacional, junto con una formación impartida por profesionales especializados. El cumplimiento de estos protocolos permite disfrutar de la actividad de manera segura y controlada, minimizando riesgos y asegurando una experiencia responsable», añade Daniel Martínez, representante en España de la certificadora de buceo SSI.
Formación, mucha formación y, además, mucho entrenamiento para poder afrontar situaciones de peligro o estrés. «Es fundamental anticipar posibles situaciones de riesgo como averías, caída de piedras, mala visibilidad, etcétera. Por ejemplo, como es básico garantizar la disponibilidad de aire, cada buceador planifica la inmersión para llevar 4/5 partes de reserva de aire por cada una de consumo», explica Ros, de ahí que la imagen habitual en una de estas inmersiones es la entrada de buceadores a la cueva cargados de varias botellas, que irán distribuyendo por el recorrido para garantizar que puedan tener gas tanto para entrar como para salir de la cueva.
Si se respetan estos requisitos, es muy difícil que haya accidentes, insisten desde el sector, como lo demuestra el hecho de que en tres décadas sólo se han registrado tres siniestros del buceo en esta cueva, que se han saldado con cuatro víctimas mortales. Mientras tanto, en treinta años, son cientos los buceadores de cuevas, espeleobuceadores y científicos que han pasado por la Cueva del Agua de Isla Plana. «Se realizan unas 20 inmersiones al día en la cueva y en 15 años no ha habido un solo accidente», recuerda Sergio Criado, actual presidente de la ACBRM y que regenta uno de los centros de buceo que más inmersiones promueve en la Cueva del Agua, en Isla Plana.
Pese a estos datos, el buceo en cuevas sigue teniendo mucha ‘mala prensa’, asegura, y cuando ocurren accidentes como el de la pasada semana, sobre el que aún hay una investigación abierta para esclarecer las posibles causas, el sector sufre un duro golpe, que cuesta mucho remontar. «Hay que dar a entender a los ciudadanos, buceadores o no, que la Cueva del Agua es un recurso de trabajo para varios centros de buceo», añade. Por eso se enojan cuando, como estos días ha ocurrido, se alzan voces reclamando su cierre.
Aluden, incluso, a un símil para explicar la indignación que sienten. Es como si alguien, cada vez que un alpinista muere en el Everest, se planteara prohibir las expediciones al pico más alto del planeta. «¿Absurdo, no?, pues aquí es lo mismo», afirman.
«El mayor peligro de la Cueva del Agua es no conocerla, no saber dónde se mete uno», apostilla entonces Andrés Ros, que lleva años estudiando la cueva y su entorno, un trabajo que, junto al de otros especialistas, ha permitido ir ‘mapeando’ este cenote, «una cueva hipogénica de primer orden», que tiene nombre propio en el mundo del espeleobuceo. «Casi es más conocida fuera de España que dentro», señala, como suele ocurrir con las grandes joyas naturales de nuestro país.
Para preservarla, es tarea de todos cumplir con los requisitos que se precisan para bucear en ella y entender que no es un buceo recreativo, sino muy técnico, sólo apto para buceadores con la formación y entrenamiento necesarios. Es un entorno hostil pero fascinante. No le cerremos la puerta.
Un laberinto sumergido de hasta 30 kilómetros
La Cueva del Agua es una cavidad inundada por aguas termales en la que trabajan desde hace años espeleobuceadores experimentados que buscan desentrañar los misterios de la que se considera una de las redes hidrotermales activas más largas de España. Tantos años de trabajo han dado su fruto y ya se han documentado 7,1 kilómetros de galerías, «pero creemos que podrían llegar hasta los 20 ó 30 kilómetros. Apenas hemos explorado aún un tercio de la cueva», explica Andrés Ros, uno de los mayores expertos en la Región.
Un laberinto sumergido que, además de espectaculares galerías, encierra tesoros más allá del espeleobuceo. «Hace años descubrimos unas bacterias termófilas, un hallazgo científico por el que se han interesado universidades europeas ya que guarda relación con proyectos sobre la posibilidad de vida en Marte», añade Ros.
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