jueves, 30 de enero de 2025

Esta ciudad se encuentra "bajo del mar", en el punto terrestre más profundo del mundo: por qué es posible que varias personas puedan vivir

 

Nuestro planeta posee varios puntos increíbles, de tal manera que encontramos lugares inimaginables en la Tierra. Un planeta donde la mayor parte es agua y que, pese a que en zonas terrestres es posible la supervivencia y la vida humana, la subida del nivel del mar por el cambio climático o simplemente por la ubicación geográfica en la que se encuentra hacen difícil la subsistencia. Casos como el de Países Bajos, con una altitud muy baja, sorprenden a los investigadores y científicos, pero hay más: el punto terrestre más profundo del mundo, a casi 400 metros bajo el nivel del mar, tiene vida humana, construcciones y una historia de miles de años.

La razón principal es que se encuentra en el Valle del Rift del Jordán, dentro del Mar Muerto, el cual no tiene salida al océano y la evaporación intensa en la región ha hecho que el nivel del agua descienda con el tiempo. Tanto esta zona marítima como sus alrededores componen la depresión terrestre más profunda del planeta. A su vez, la depresión geológica está formada por ser el punto justo de separación entre dos placas tectónicas, la africana y la arábiga.

A pesar de los desafíos ambientales, Ein Bokek es un destino popular que se encuentra habitado gracias al turismo. Son muchos los turistas que, interesados sobre cómo es vivir en este lugar, acuden a este complejo turístico en el que, con el tiempo, se han ido construyendo hoteles, carreteras y hasta centro comerciales, como si de una propia ciudad se tratara, con el objetivo de atraer cada vez a más turistas. Su ubicación es única, porque está a unos 400 metros bajo el nivel del mar, lo que le convierte en una de las zonas habitadas más bajas del mundo.

Por qué las personas pueden vivir en Ein Bokek, la depresión terrestre más profunda del planeta: este lugar del mundo está a 400 metros bajo el nivel del mar

Un efecto similar al de Países Bajos, pero diferente, Buena parte de este país europeo se encuentra a baja altura, y tomando en cuenta que en torno al 17% de la superficie del país está compuesta por agua, al menos un tercio del territorio está por debajo del nivel del mar. Con la ayuda de diques, sistemas de drenaje o viviendas flotantes, los neerlandeses han podido salir adelante, evitando el riesgo de inundación que alguna vez en el pasado les azotó. En el caso de Ein Bokek, la "supervivencia" es diferente.

Y la "suerte" que corren en este lugar es que, al estar en un valle geológicamente estable y su no conexión con el océano, el agua no sube, sino que baja con el tiempo. Al no haber un canal artificial o natural que conectara el mar Mediterráneo (el accidente marítimo grande más cercano) con el mar Muerto, el agua sí podría inundar la región. Así, las rocas y sedimentos han estado compactándose durante millones de años, y aunque la zona experimente pequeños movimientos sísmicos, no hay graves hundimientos.

 

La baja altitud hace que la zona tenga una mayor concentración de oxígeno en el aire, lo que puede ser beneficioso para la salud. A su vez, la radiación de los rayos ultravioleta es menos dañina, lo que permite disfrutar del sol pese al clima extremadamente seco y caluroso, que llega a los cuarenta grados en verano. Por otro lado, está rodeado de aguas hipersalinas y ricas en minerales, las cuales tienen propiedades terapéuticas.

La zona donde se construyó el complejo permanece habitada desde hace miles de años, según los recursos históricos de tal manera que cuenta con patrimonio con una importante historia, como es el caso de algunos edificios o restos. Un ejemplo son las ruinas de Metzad Bokek, recordada como una pequeña fortaleza romana. Este destino se encuentra a menos de tres kilómetros de las Termas de Zohar. A día de hoy, dispone de más de veinte hoteles de lujo, que ofrecen en torno a 4.300 habitaciones.

Pese a su permanencia en una zona bajo el nivel del mar, el nivel del lado desciende un metro por año por la sobreexplotación del agua del río Jordán, mientras que la evaporación del agua ha provocado la formación de dolinas o socavones, lo que representa un riesgo para la infraestructura.

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