Metropoli
La agresión que este sábado ha sufrido un vigilante de seguridad en el metro de Barcelona podría, sin lugar a dudas, haber terminado mucho peor, porque dolor y magulladuras es poca consecuencia cuando entre cinco personas rodean y propinan una paliza a una persona.
Más aún cuando existe una explícita intención de herir, de hacer daño, sin importar el límite y las consecuencias. Santiago --nombre ficticio--, el vigilante agredido, podría haber sufrido graves secuelas de la agresión, según el mismo cuenta en declaraciones a Metrópoli.
Paliza
A las 13:00 horas, un grupo de cinco hombres de origen presuntamente marroquí intentaban colarse en el suburbano barcelonés. El vigilante les dio el alto e intentó impedir que bajaran a los andenes.
Lo intentó, pero fue entonces cuando se le echaron encima. Hubo un forcejeo, mientras le propinaban un incontable número de puñetazos y patadas. Pero había una intencionalidad más siniestra: mientras se defendía como podía, veía que lo iban, poco a poco, arrinconando hacia las escaleras que dan a los andenes.
Solo ante el peligro
"Querían tirarme escaleras abajo", analiza. Santiago no tenía a su binomio, es decir, un compañero en el que reforzarse --una de las reclamaciones históricas de los sindicatos y trabajadores del sector--.
Tampoco había otros miembros de seguridad, ni agentes de policía. Pero no hay nada que una madre que defiende a su hijo no pueda. "Las que me salvaron fueron mi madre, que justo en ese momento estaba paseando por las instalaciones, y una maquinista que estaba de turno".
En medio de la reyerta, Santiago pudo zafarse de los agresores, justo con el atino necesario para que madre y compañera pudieran intervenir e impedir que la situación pasara a mayores.
Los cinco agresores, sin embargo, siguieron con su camino, mientras que el vigilante ha quedado herido. Desmiente la versión ofrecida por TMB, que asegura que no ha habido heridos en el episodio.
Sin asistencia médica
Aunque cree que no tiene lesiones de gravedad, tiene mucho dolor de todos los golpes recibidos, sobre todo en cervicales, abdomen y piernas. Y el verbo 'creer' es importante pues, pese a que la Guardia Urbana llamó a una ambulancia cuando se personaron en el lugar, esta se canceló cuando llegó el encargado del vigilante, denuncia.
Ha tenido que ser él mismo el que se ha dirigido, por sus propios medios, a la mutua. Tras una revisión, y a pesar del dolor y los golpes, denuncia que han valorado que no es suficiente para una baja laboral.
A Santiago le queda ahora esperar a que el dolor pase entre el domingo y el lunes, los dos días de libranza, o tendrá que volver a patrullar un suburbano barcelonés cada vez más inclemente arrastrando las consecuencias físicas de este último episodio de una problemática que cada vez se ve con más frecuencia.
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