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Los microplásticos, partículas de plástico de menos de 5 milímetros de tamaño, se han ido infiltrando en el medio ambiente a un ritmo alarmante a medida que aumenta el uso mundial de plásticos. Los niveles de microplásticos en el medio ambiente se han disparado en las últimas décadas, con una producción actual de más de 300 millones de toneladas de plástico al año y unos 2,5 millones de toneladas flotando en los océanos del mundo en 2023, más de diez veces los niveles de 2005.
Un nuevo estudio publicado en Nature Medicine ha concluido que los microplásticos y los nanoplásticos (cuyo tamaño es aún más pequeño, de 1 a 1000 nanómetros) se acumulan a niveles más altos en el cerebro humano que en el hígado y los riñones. El estudio también ha encontrado concentraciones significativamente más altas de microplásticos y nanoplásticos en muestras de 2024 en comparación con muestras de 2016, y niveles más altos en cerebros de personas diagnosticadas con demencia.
Aunque el estudio no establece una relación causa-efecto entre estas partículas de plástico y la demencia, plantea interrogantes sobre las posibles consecuencias para la salud de la exposición a los plásticos. Aunque la comunidad científica sabe que estos plásticos están en nuestro cuerpo, no está claro cómo afectan a nuestra salud.
Los investigadores concluyeron que la mayor concentración de microplásticos se acumula en el riñón, el hígado y el cerebro. El estudio está liderado por científicos de la Universidad de Nuevo México, en Albuquerque.
El plástico está presente en nuestro día a día y en todas partes
Desde algunas prendas de ropa hasta la alimentación, pasando por muchos objetos cotidianos. Desde hace tiempo la ciencia viene hablando de que ingerimos e incluso respiramos, los microplásticos que surgen de la descomposición de objetos plásticos más grandes, que entre otros inconvenientes, se incorporan a la cadena trófica de animales como los peces.
El catedrático de Fisiología de la Universidad Miguel Hernández de Elche, Ángel Nadal, ha resaltado en Las mañanas de RNE que en los últimos dos o tres años, han aparecido artículos científicos que indican que realmente, estaríamos ingiriendo estos microplásticos y nanoplásticos y que podrían —potencialmente— tener un efecto en la salud, que todavía es bastante desconocido.
¿Pero qué son los microplásticos? El término engloba a todas aquellas partículas de polímeros plásticos, como el polietileno, el PVC (policloruro de vinilo) o el polipropileno, de tamaño comprendido entre los 5 milímetros (medio centímetro) y un micrómetro (µm). Para hacernos a la idea, desde el tamaño de una lenteja hasta el de una centésima parte del grosor de un cabello humano.
Los microplásticos se acumulan más en el riñón, el hígado y sobre todo en el cerebro
La respuesta sobre dónde van a parar los microplásticos está en un estudio que publica Nature Medicine liderado por científicos de la Universidad de Nuevo México, en Albuquerque. Han tomado muestras extraídas de cadáveres, de personas comprendidas entre los 34 y los 52 años, fallecidas entre 2016 y 2024. Los órganos en los que han encontrado mayor concentración de microplásticos son el riñón, el hígado y en especial el cerebro.
Aquí se encontraron de siete a 30 veces más micropartículas de polietileno, principalmente. Para el cerebro en concreto, los científicos extendieron la muestra hasta 1997 y así es como han detectado, además, que con el paso de los años, la concentración de partículas era cada vez mayor. Según calculan, en ocho años se habría incrementado en un 50%. Por otro lado, los investigadores también han tomado muestras de cerebro en fallecidos que se sabe, padecían demencia y en estos casos, la concentración de microplásticos era aún más grande que en los cerebros ‘normales’.
Los investigadores y la comunidad científica, señalan que hay que realizar investigaciones más exhaustivas sobre las consecuencias que los microplásticos pueden tener en nuestro organismo. Al respecto, Ángel Nadal ha explicado que «no sabe si hay que alarmarse, pero sí preocuparse».
«Pensamos que en principio pueden actuar de dos maneras: de manera física, como partícula que está en un tejido en el que no debe estar… y ahí no sabemos muy bien cómo afecta. Y la otra es actuando como vehículos para compuestos químicos tóxicos, que están en el propio plástico».
«Ahí sí que sabemos desde hace tiempo que hay compuestos como los bisfenoles, los ftalatos y los PFAS, que están en el plástico y que sí afectan a nuestras células, incluyendo a las neuronas. Sabemos que cambian la fisionomía de las neuronas y cambian las conexiones entre ellas, lo que se llama la sinapsis», ha agregado.
Según datos de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) la producción mundial de plástico se duplicó entre 2000 y 2019 hasta alcanzar 460 millones de toneladas. Se estima que más del 22 % del plástico producido acaba en el medio ambiente por una mala gestión de los residuos y de ahí pasa a la cadena alimenticia.
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