martes, 11 de febrero de 2025

¿Son todos los virus dañinos?



Los virus tienen mala reputación: los más conocidos son los que nos causan enfermedades como la gripe, diarrea o covid-19. Sin embargo, la gran mayoría de ellos resultan inofensivos, y muchos de ellos incluso pueden beneficiarnos.

Virus, esa palabra maldita

El término virus proviene del latín y hace referencia a una sustancia nociva o venenosa. A lo largo de la historia humana, aparecen diversas referencias a enfermedades producidas por ellos, como la parálisis de una pierna debida a la infección de polio en algunas representaciones egipcias o imágenes de personas infectadas por sarampión o viruela en la conquista de América.

Sin embargo, no empiezan a considerarse una entidad biológica hasta finales del siglo XIX. En 1892, el biólogo Dmitri Ivanovski filtró los extractos de hojas molidas de una planta del tabaco infectada por virus y observó que seguían infectadas. Esto indicaba que las partículas dañinas eran más pequeñas que el poro del filtro y lo atravesaban.

Poco después, en 1899, el microbiólogo Martinus Beijerinck observó que esas diminutas partículas necesitaban siempre una célula viva para multiplicarse. Todos estos descubrimientos dieron lugar al estudio de los virus y al comienzo de la virología.

¡Están por todas partes!

Cuando hablamos de microorganismos en general, y de virus en particular, surge la pregunta: ¿pero cuántos existen en el mundo? Aunque se desconoce con exactitud, se cree que puede haber más de 10³¹ en la Tierra (es decir, un 1 seguido de 31 ceros), mientras que los habitantes humanos no alcanzamos la cifra de 10¹⁰ . Es decir, muchísimos más que personas.

Además, si todos los virus del planeta se pegaran uno tras otro en una columna podrían llegar a las constelaciones más remotas del universo (hasta 100 millones de años luz). En resumen, ¡también hay muchísimos más virus que posibles estrellas en el cosmos!

Si bien estos entes se encuentran en cualquier lugar del planeta, una de sus peculiaridades es que no son células vivas. Por tanto, ellos solos no pueden replicarse y producir nuevos virus. Siempre necesitan acceder al interior de una célula, donde se replican para poder producir miles de nuevos virus.

Dependiendo del tipo de célula en que entren hay distintos tipos: de las plantas o fitovirus (por ejemplo, el virus Y de la patata), de los hongos o micovirus (virus de La France del champiñón) o de las bacterias, también llamados bacteriófagos o fagos (como el virus T4 que infecta la bacteria Escherichia coli).

Además, existen virus que pueden infectar a cualquier célula de los animales, incluido el ser humano. Algunos ejemplos son el parvovirus en cachorros de perros, el virus de la rabia, de la gripe, etc.

Muchos no son “malos”

Es imposible conocer todas las especies de microorganismos dañinos –patógenos– para el ser humano. Se estima que representan menos del 1 % de todos los que hay en el mundo, incluyendo virus, bacterias, hongos o parásitos.

Por lo tanto, y por suerte, solo una muy pequeña parte de los virus que nos rodean constituyen realmente una amenaza. Al contrario: muchos representan un beneficio no solo para el ser humano, sino también para el medio ambiente en general.

Sin ir más lejos, nuestro cuerpo, además de por células, está formado por microorganismos, y entre ellos hay un arsenal de virus que recibe el nombre de viroma humano.

Hoy en día apenas se conocen unos pocos, distribuidos en distintas partes de nuestro cuerpo, como es el caso de los llamados retrovirus. Aunque pertenecen a la misma familia que el virus de la inmunodeficiencia humana o VIH, no resultan dañinos, sino que contribuyen a generar proteínas esenciales o formar genes que han ayudado en el desarrollo de la placenta humana.

Asimismo, muchos bacteriófagos también cumplen un papel beneficioso. Por un lado, están aquellos que se encuentran en el océano y participan en el ciclo del carbono liberando oxígeno o son capaces de matar bacterias para generar nutrientes. Otros se usan en la llamada fagoterapia, es decir, en el tratamiento de personas que están enfermas de bacterias resistentes a antibióticos.

Además, los bacteriófagos se utilizan en la industria alimentaria para eliminar las salmonelas (un tipo de bacterias nocivas) en las aves o en la conservación de alimentos como frutas o verduras.

Otros aliados son algunos micovirus. Por ejemplo, Cryphonectria hypovirus 1 consigue disminuir la virulencia causada por el hongo que desencadena la enfermedad denominada chancro del castaño. El virus que está dentro de ese hongo microscópico se puede transmitir a otros hongos del castaño, modificándolos y convirtiéndolos en menos dañinos.

En resumen, hoy solo conocemos una minúscula parte del total de virus con los que cohabitamos, pero la gran mayoría de ellos no son nuestros enemigos.

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