Durante siglos, el permafrost del Ártico ha resguardado los restos de los balleneros europeos que se aventuraron en las gélidas aguas de Svalbard entre los siglos XVII y XVIII. Sin embargo, lo que el hielo conservó con implacable firmeza, el calentamiento global lo está desenterrando y destruyendo a una velocidad alarmante.
A medida que el deshielo avanza, las tumbas de estos marinos emergen de la tierra congelada, sus ataúdes colapsan y sus huesos quedan expuestos a los elementos, fragmentándose antes de que los investigadores logren documentarlos.
Un cementerio oculto bajo el hielo sale a la luz
En las costas de Smeerenburgfjorden, dentro del Parque Nacional del Noroeste de Spitsbergen, yacen los vestigios de cientos de balleneros europeos que buscaron fortuna en la explotación de los mares árticos.
Procedentes de Inglaterra, los Países Bajos, Francia y Noruega, estos marinos arriesgaron sus vidas en la caza de ballenas boreales, cuya grasa era convertida en aceite, un recurso esencial para la iluminación y la industria de la época. Las excavaciones realizadas entre 1985 y 1990 permitieron identificar 600 tumbas, muchas de ellas en un estado de conservación extraordinario gracias a la protección del permafrost.
Sin embargo, en las últimas décadas, el aumento sostenido de las temperaturas en el Ártico ha desestabilizado el terreno. Las tumbas han comenzado a derrumbarse, los restos óseos se deslizan lentamente hacia el mar y los tejidos que conservaban detalles de la vestimenta de los balleneros se descomponen de manera irreversible.
Un legado en peligro: el mar se traga los sepulcros
El Instituto Noruego para la Investigación del Patrimonio Cultural (NIKU) lidera el proyecto Skeletons in the Closet (Esqueletos en el armario), bajo la dirección de la arqueóloga Lise Loktu, con el objetivo de estudiar y preservar estos vestigios antes de que desaparezcan.
Los análisis comparativos han revelado un deterioro acelerado: los restos exhumados en los años 80 y 90 presentan una conservación significativamente superior a los hallados en 2016 y 2019.
Año tras año, los efectos del deshielo, combinados con la erosión costera, hacen que los cambios sean cada vez más perceptibles. Lo que antes permanecía sepultado bajo un manto de hielo eterno, ahora es arrastrado por el oleaje y sepultado en el fondo marino, perdiéndose para siempre.
La vida de los balleneros: un destino marcado por la dureza del mar
Durante los siglos XVII y XVIII, Svalbard se convirtió en un epicentro de la caza ballenera. Las grandes compañías europeas establecieron estaciones temporales en la región, donde la grasa de ballena se procesaba en enormes calderas para producir aceite.
Sin embargo, esta industria tenía un alto costo humano: las condiciones eran extremas, los inviernos castigaban sin piedad y las enfermedades acechaban a los marinos.
Los análisis de los esqueletos recuperados revelan signos de desgaste físico extremo, con fracturas óseas y articulaciones deterioradas, producto de años de trabajo extenuante. Muchos de estos marinos murieron jóvenes, víctimas de enfermedades como el escorbuto, causado por la falta de vitamina C, o de infecciones derivadas de heridas mal curadas.
Además, los estudios dentales han identificado un desgaste característico que indica el consumo habitual de tabaco en pipas de arcilla, una práctica común entre los balleneros.
Otro hallazgo revelador es la estatura media de los individuos enterrados en Likneset, superior a la de otros cementerios de la zona, lo que sugiere que algunos tripulantes gozaban de mejor alimentación y, posiblemente, de una posición más privilegiada dentro de la jerarquía de la tripulación.
El cambio climático está borrando la memoria de los balleneros
El Ártico se calienta cuatro veces más rápido que el resto del planeta, y Svalbard es un claro reflejo de esta crisis climática. El deshielo del permafrost, que durante siglos había actuado como una cápsula del tiempo natural, ahora expone los restos a la acción del agua, el oxígeno y los sedimentos, acelerando su degradación.
La pérdida de la cobertura de hielo marino ha intensificado el impacto del oleaje en las costas, erosionando rápidamente los cementerios históricos. En cuestión de décadas, lo que había permanecido inalterado durante siglos podría desvanecerse sin dejar rastro.
¿Se pueden rescatar estos vestigios antes de que desaparezcan?
Los arqueólogos enfrentan un dilema ético y científico: ¿es mejor excavar y trasladar los restos a un entorno seguro o respetar la ubicación original de las tumbas, a pesar del riesgo inminente de desaparición? Mientras el debate continúa, el equipo de NIKU recurre a tecnologías avanzadas para obtener la mayor cantidad de información antes de que sea demasiado tarde.
Mediante estudios de ADN antiguo y análisis isotópicos, los investigadores han identificado el origen geográfico de los balleneros, constatando que provenían de diversas regiones marítimas de Europa. Sin embargo, cada año que pasa significa una nueva pérdida: huesos, textiles y objetos personales se sumergen en el océano sin posibilidad de recuperación.
Un recordatorio de cómo el clima reescribe la historia
Las tumbas de los balleneros en Svalbard no sólo representan la historia de hombres que buscaron fortuna en los mares árticos, sino que también son un reflejo de cómo el cambio climático está alterando el pasado. Cada tumba que desaparece es un testimonio que se pierde, un fragmento de historia que se borra sin posibilidad de ser contado.
Si la tendencia del calentamiento global no se revierte, en pocas décadas estos cementerios serán solo un recuerdo en los archivos arqueológicos. El Ártico, testigo de la historia humana durante siglos, nos advierte que el cambio climático no solo afecta nuestro presente y futuro, sino que también está borrando el legado del pasado.
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