Extremadura es una región con una enorme riqueza en yacimientos arqueológicos. Desde ciudades protohistóricas y romanas, monumentos tartésicos, pinturas rupestres o murallas islámicas, las posibilidades de visitar este extraordinario conjunto son inimaginables.
Hipólito Collado, jefe del servicio de Arqueología de la Junta de Extremadura, ha desarrollado para este periódico una radiografía cronológica de los restos más interesantes de la región.
Y es que estos yacimientos no son extraordinarios solo por su belleza. Suponen, además, una ventana al pasado. Así, sus castillos, templos, cuevas, pinturas y construcciones funerarias se convierten en múltiples narradores de la historia de Extremadura.
Comenzando con el yacimiento más antiguo, en la provincia de Cáceres se encuentra la Cueva de Maltravieso. Posee un conjunto de pinturas rupestres datadas en más de 60.000 años, por tanto las de mayor antigüedad del mundo.
Más tarde, todavía en la Prehistoria, aparecen los dólmenes y los tholos, estructuras funerarias de las que la región goza de grandes construcciones como el dolmen de Lácara, en Mérida; el Sepulcro Histórico de Huerta Montero, en Almendralejo; el dolmen de Toriñuelo, en Jerez de los Caballeros; o las cuevas de la localidad de Fuentes de León.
Con respecto a la Edad de Bronce, la región dispone de muchos yacimientos, pero la gran mayoría no son visitables. Por tal motivo, el lugar de referencia de este período histórico es el Cerro de Castillo de Alange, cerca de Mérida, un enclave privilegiado para conocer cómo funcionaba el control del territorio.
En la Edad de Hierro se diferencian dos etapas muy distintas a la par que importantes: los primeros 500 años, periodo conocido como el horizonte tartésico, en el que el mejor resto es el propio municipio de Medellín, una joya histórica que compone «un yacimiento en sí mismo».
Después aparecen los primeros recintos llamados postorientalizantes, con tres referencias en la comunidad autónoma: el Cancho Roano, en Zalamea de la Serena; La Mata de Campanario, conocido como ‘Montones de tierra’; y las Casas de Turuñuelo de Guareña, en la que sus últimos hallazgos permiten poner rostro, por primera vez, a los ciudadanos tartésicos.
En la segunda Edad de Hierro, los protagonistas son los defensores de su territorio frente a la ofensiva romana, que dejó múltiples restos en la región. En la provincia de Badajoz, el yacimiento de Capote en Higueras de la Real y el yacimiento de Hornachuelos, en Ribera de Fresno.
En la provincia de Cáceres, el castro de Villasviejas del Tamuja, en Botija, identificada tradicionalmente con la antigua ciudad de Tamusia. «Esos son posiblemente los mejores referentes de la Edad del Hierro que tenemos en la región», explica el investigador.
Estos pueblos caen bajo el dominio romano, cuya conquista dejó vestigios por toda Extremadura. Destacan Medellín y Mérida, capital romana por excelencia con su teatro, anfiteatro, acueducto, circo o Templo de Diana.
También Contributa Iulia, en Medina de las Torres, «un sitio precioso en muy buen estado de conservación». La provincia de Cáceres no dispone de tantos, pero se encuentran grandes referencias como el yacimiento de Cáparra o Cáceres el Viejo.
Tras la caída del Imperio Romano, la Península Ibérica se convierte en el mundo visigodo. Sobresale, de nuevo, Mérida, junto a una serie de pequeñas iglesias de las que Santa Lucía del Trampal se alza como la favorita de Hipólito Collado. «Está perfecta, completa, es una iglesia rural del siglo VII-VIII y tiene una vista con un triple ábside preciosa», destaca el arqueólogo.
Más tarde, el territorio cae bajo dominio musulmán durante más de siete siglos y Extremadura se llena, fundamentalmente, de fortalezas y castillos. De ese momento destacan, por un lado, la Alcazaba de Badajoz, «una de las mejores fortalezas de la Península Ibérica», y la «magnífica y espectacular» Alcazaba de Reina.
También se encuentra la Muralla de Cáceres, construida por los almohades en los siglos XII y XIII y conocida sobre todo por marcar el límite exterior de la ciudad vieja. Se trata del gran bastión que abraza el considerado tercer conjunto mejor conservado de Europa.
El dominio musulmán finaliza con el establecimiento de los reinos cristianos, un periodo en el que se desarrollaron sobre todo una enorme red de castillos por toda Extremadura, como los de Montánchez, Granadilla, Marmionda o Capilla, cuya rehabilitación por parte del ayuntamiento considera Hipólito Collado «fabulosa».
Cada vez más hallazgos
Estos yacimientos arqueológicos no pasan desapercibidos por las instituciones. Al contrario, Collado insiste en que existe una apuesta «muy decidida» por parte de la consejera de Cultura, Turismo, Jóvenes y Deportes, Victoria Bazaga, y la directora general de Bibliotecas, Archivos y Patrimonio Cultural, Adela Rueda. «Tenemos un potencial tremendo de yacimientos y hay que apostar por él», defiende.
De hecho, el investigador asegura que actualmente están viviendo momentos «muy complicados» en cuanto a la gestión. La implantación de grandes energéticas está derivando en numerosos movimientos de tierra y, por tanto, cada vez más descubrimientos.
Por todo ello, destaca los beneficios que supone enseñar los hallazgos a otras regiones, como la última exposición de los rostros de Tarteso en el Museo Arqueológico Nacional, piezas inéditas de una «calidad fabulosa». «Una revolución que está consiguiendo que tengamos una visibilidad tremenda», que trae «riqueza y atractivo a Extremadura».
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