No hace falta recorrer las alturas del Caminito del Rey para descubrir paisajes espectaculares. A menos de dos horas de Sevilla, en el municipio de Benaoján (Málaga) ofrece una experiencia natural difícil de igualar. Este rincón escondido entre montañas guarda una cascada impresionante, un lago de aguas cristalinas y una historia que se remonta al Paleolítico.
Situada en el corazón del Parque Natural Sierra de Grazalema, es en realidad la boca sur del sistema espeleológico Hundidero-Gato, el más extenso de Andalucía con más de 10 kilómetros de galerías, sifones y simas. A pesar de su nombre felino, este espacio declarado Monumento Natural de Andalucía es conocido por su cascada que cae directamente sobre el Charco Frío, un lago natural que se convierte en la gran atracción del verano.
El acceso hasta este oasis es sencillo. Tras aparcar el coche en el área habilitada junto al río Guadiaro, solo hay que caminar unos 150 metros para llegar al mirador frente a la entrada de la cueva. El baño en el lago está permitido, aunque la temperatura del agua no perdona: es heladora.
La Cueva del Gato en sí está cerrada al público por motivos de seguridad, pero se puede observar desde un punto habilitado. Desde fuera, su imponente boca rocosa da paso a un manantial que forma varias cascadas antes de desembocar en el lago. "La dificultad aquí se convierte en belleza", señalan desde la Diputación de Málaga. No es para menos: este enclave fue hogar de nuestros antepasados hace 14.000 años, como demuestran las pinturas rupestres descubiertas en su interior, entre ellas un majestuoso ciervo en tonos ocres.
La senda señalizada que lleva hasta la Cueva del Gato tiene apenas 2,2 kilómetros (4,4 ida y vuelta) y se recorre en alrededor de una hora. Apta para hacer en pareja, con amigos o con niños, transcurre paralela al río por una antigua vía pecuaria romana. Durante el paseo, es posible encontrar antiguos molinos y bifurcaciones que conectaban las ciudades romanas de Carteia y Acinipo.
Este camino no solo ofrece un paseo por la naturaleza, sino también por la historia. Las ruinas y estructuras aún visibles reflejan la adaptación del terreno desde la antigüedad. Incluso se conservan restos de las obras hidráulicas de una fallida presa construida en 1920, que pretendía aprovechar el agua subterránea para generar electricidad.
La entrada general a la zona de baño tiene un precio simbólico: 2 euros entre semana y 2,5 euros los fines de semana y festivos. Los menores de 12 años pagan 1 o 1,5 euros según el día. Aunque el acceso al interior de la cueva está restringido, los visitantes pueden disfrutar del entorno, la brisa de la cascada y el silencio roto solo por el murmullo del agua y el canto de las aves.
Se recomienda llevar calzado adecuado y agua, así como consultar el tiempo antes de iniciar la ruta. Visitar este paraje es adentrarse en un entorno que parece sacado de otro país, pero que tenemos más cerca de lo que creemos.
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