lunes, 9 de junio de 2025

Los 50.000 soldados del rey Cambises que desaparecieron en el desierto sin dejar rastro

 


Existen mitos, leyendas e historias que se niegan a morir por mucho tiempo que pase, y es que proyectan un atractivo que hace que, tarde o temprano, volvamos nuestra vista hacia ellas. Alejandro Magno, Egipto y sus faraones, los vikingos… son ejemplos que siempre están de moda, pero hay otros que, mucho más modestos en relación con los anteriores, continúan atrapando nuestra imaginación. Uno de ellos es el del ejército perdido de Cambises.

La historia nos la narra Heródoto (Historias III, 26), considerado como el padre de la Historia. Cambises II, rey de Persia, atacó Egipto en el año 525 a. C. Las fuerzas egipcias, comandadas por el faraón Psamético III —último representante de la XXVI dinastía—, sufrieron una derrota catastrófica cerca de la ciudad de Pelusio, en la zona más oriental de la desembocadura del Nilo, en su delta.

Psamético sobrevivió a la batalla y huyó a la ciudad de Menfis, antigua capital del Bajo Egipto, pero, sin fuerzas para oponerse a Cambises, no le quedó más opción que rendirse. Heródoto cuenta que Cambises perdonó la vida de Psamético, pero este conspiró para acabar con la vida del persa. Descubierto, se suicidó bebiendo sangre de toro (se refiere a una infusión hecha con Fumaria officinalis, una planta herbácea conocida como palomilla, fumaria o sangre de Cristo).

Tras la derrota y muerte de Psamético, Cambises se proclamó señor del Alto y Bajo Egipto, pero los sacerdotes del templo del oráculo de Amón se negaron a reconocerle como tal.

Amón fue el dios de la creación, protector de Tebas y principal deidad del panteón egipcio. Sus templos y sacerdotes (en especial el templo del oráculo, situado al oeste, en el desierto de Libia y cerca del oasis de Siwa) gozaban de una poderosa influencia entre el pueblo.

Ya en el año 331 a. C., el propio Alejandro Magno viajó hasta allí para que los sacerdotes le reconocieran como hijo del dios Amón. Por este motivo, el rechazo de los sacerdotes a la autoridad de Cambises era algo que no podía pasarse por alto. Los sacerdotes tenían que someterse a su autoridad y reconocerle como señor de todas las tierras que bañaba el Nilo. Una autoridad divina igual o superior a la del propio Amón.

Cambises intentó resolver el problema por el método más tradicional: envió un ejército para «discutir» el asunto. Heródoto nos habla de cincuenta mil soldados (con toda probabilidad, sería una quinta parte), pero las tropas siempre son más elocuentes que el más hábil de los abogados.

Pues bien, este es el punto en que la historia se transforma en leyenda —si damos verosimilitud a lo que nos cuenta Heródoto—, ya que el ejército desapareció. Fue tragado por el desierto. Se cree que, a mitad de camino del oasis de Siwa (a unos 560 kilómetros de la actual ciudad de El Cairo), una tormenta de arena sepultó al ejército. Nadie regresó para contar lo sucedido, y la imagen de un ejército entero desaparecido entre la arena del desierto dejó impronta.

La historia del ejército de Cambises fue recogida por Heródoto y pasó a la cultura clásica. El siglo XVIII rescató la idea y, con el desarrollo de la arqueología, a finales del siguiente siglo y primera mitad del XX se organizaron las primeras expediciones con el objetivo de encontrar qué había sido del misterioso ejército. Empresa harto ardua, ya que la zona de búsqueda era enorme y las condiciones, marcadas por el desierto, extremas.

En 1930, el arqueólogo y explorador húngaro conde Lászlo Almásy creyó encontrar restos, que se demostrarían muy anteriores.

Poco tiempo después, otro explorador con intereses en la arqueología, Orde Wingate (quien alcanzaría fama durante la Segunda Guerra Mundial organizando tropas para la infiltración tras las líneas japonesas en Birmania: los Chindits), estuvo buscando en los alrededores de Siwa sin resultado.

Las dos últimas décadas del siglo XX y el nuevo siglo vieron cómo aumentaba el número de expediciones con el objetivo de encontrar una respuesta a qué había sucedido con el misterioso ejército. Por primera vez se aportaba una tecnología nueva y revolucionaria: aviación, fotografía aérea, espectrografía satelital, radares de penetración terrestre, drones, etc.

En el año 2009, los hermanos Angelo y Alfredo Castiglioni anunciaron que habían hallado restos pertenecientes al ejército de Cambises. Afirmaron haberlos encontrado en un afloramiento rocoso que formaba un refugio natural en caso de tormenta de arena, a unos cien kilómetros del oasis de Siwa. El anuncio de los hermanos Castiglioni —que aseguraron haber encontrado puntas de flechas, dagas, algunas joyas personales y centenares de huesos humanos— fue contundentemente rechazado por el egiptólogo y exministro de Turismo y Antigüedades de Egipto Zahi Hawass, una autoridad mundial en arqueología y egiptología.

El catedrático Olaf Kaper, de la Universidad de Leiden (Países Bajos) y miembro de las excavaciones que se están realizando en el oasis de Dakhla (uno de los siete oasis del desierto de Libia, a unos doscientos kilómetros de Siwa) desde el año 1998, publicó que su excavación encontró restos de un templo erigido por el faraón Petubastis III, un príncipe local que se rebeló contra Cambises y consiguió algunos éxitos militares.

Esto le permitió tomar la ciudad de Menfis, aprovechando la inestabilidad del gobierno, y coronarse faraón. Petubastis III acabaría siendo derrotado y muerto por Darío I el Grande, hijo de Cambises. Olaf Kaper postula que Petubastis III debió sorprender y destruir a las tropas que Cambises envió contra el templo del oráculo de Amón. Posteriormente, Darío eliminó cualquier rastro de Petubastis, ya que la mera mención de su revuelta y sus éxitos era un aliciente para otros imitadores. De esta manera se perdió la memoria de lo que había pasado con el ejército persa, y surgió la historia de que había sido tragado por el desierto.

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