Tres horas de patrulla con la Guardia Urbana

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El pasado 9 de abril, pocos minutos antes de las 23.00 horas, seis furgones de la Guardia Urbana de Barcelona invaden el paseo de Lluís de Companys. Cuando las luces azules asoman por la céntrica avenida, el cerca de centenar de personas que participan de un macrobotellón abandonan el lugar en cuestión de segundos. Para los agentes de la comisaría de Ciutat Vella empieza una nueva noche de patrullaje. Su misión: hacer cumplir el toque de queda nocturno y las medidas restrictivas para contener la propagación del coronavirus.
Alertados por los vecinos, los agentes realizan tres intervenciones en tres horas. Denuncian a los participantes de una fiesta ilegal, levantan acta en otra juerga multitudinaria y recriminan la actitud de dos grupos de personas en el Port Olímpic que celebran un guateque en sus embarcaciones. Metrópoli Abierta es testigo de las actuaciones policiales llevadas a cabo por una quincena de policías.
Un furgón de la Guardia Urbana patrulla las calles del barrio Gòtic de Barcelona / PABLO MIRANZO
Un grupo de agentes se dirige hacia un piso denunciado por celebrar una fiesta ilegal / PABLO MIRANZO
Un agente inspecciona un edificio del Gòtic durante la madrugada del pasado 10 de abril / PABLO MIRANZO
Dos agentes suben las plantas de un inmueble para llegar a un domicilio donde se estaba produciendo una juerga / PABLO MIRANZO
Guardias urbanos y empleados de seguridad privada en el Port Olímpic / PABLO MIRANZO
Un grupo de personas abandona el paseo de Lluís Companys ante la llegada de la Guardia Urbana / PABLO MIRANZO
Varias personas se esconden en un domicilio de Ciutat Vella con las luces apagadas para esquivar a la policía / PABLO MIRANZO
Las linternas de la policía barcelonesa detectan, al menos, a dos personas en un piso, una de ellas con un vaso en la mano / PABLO MIRANZO
La Urbana traslada a dos hombres las quejas por molestias en el Port Olímpic / PABLO MIRANZO
Media docena de guardias en el interior de un edificio del Gòtic / PABLO MIRANZO
Una botella de whisky vacía en el paseo de Lluís Companys con un furgón de la Urbana de fondo / PABLO MIRANZO
Un policía comprueba la documentación de una chica en la calle de Escudellers Blancs / PABLO MIRANZO
Un urbano se dispone a arrancar el furgón policial que conduce en el paseo de Lluís Companys / PABLO MIRANZO
La madrugada del 10 de abril, la Guardia Urbana de Barcelona sancionó a 280 personas por saltarse el toque de queda, esto es, la prohibición de salir de casa salvo algunas excepciones de peso, entre las 22.00 horas y las 06.00 del día siguiente. Los agentes desalojaron a 333 personas de la vía pública y denunciaron a otras 22 por compartir alcohol en la calle.
Cinco meses después de la entrada del vigor de esta medida restrictiva, centenares de jóvenes siguen celebrando fiestas ilegales en pisos particulares de la ciudad. Metrópoli Abierta acompañó el pasado viernes a cuatro unidades de la policía barcelonesa en una noche de patrulla por Ciutat Vella. Los agentes intervinieron en dos fiestas en domicilios y reprendieron dos pequeñas juergas en dos veleros amarrados en el Port Olímpic.
A continuación les mostramos las imágenes que captó el cámara de Metrópoli Abierta, Pablo Miranzo.
Cuando la comitiva policial encarrila el paseo de Lluís Companys de Barcelona, un centenar de personas desaloja el paseo en cuestión de segundos. Furgonetas de la Guardia Urbana de la comisaría de Ciutat Vella y de la UREP, la unidad especializada en control de masas, se abren paso por la céntrica avenida con el Arc de Triomf en el horizonte. La presencia de estos agentes con formación de antidisturbios busca evitar episodios violentos que la policía se ha encontrado en los últimos meses. Un ejemplo: los enfrentamientos del pasado 21 de marzo en la plaza dels Àngels (enfrente del Macba), cuando un grupo de jóvenes lanzó una lluvia de botellas sobre los agentes.
A las 23.00 horas, un rastro de botellas de alcohol y las latas de cerveza revela horas de juerga en Lluís Companys. A las 21.00, entre 200 y 300 personas participaban en un botellón multitudinario donde llegaron a instalar un karaoke con una pantalla. Un músico que toca unos bombos será el único rezagado que no podrá abandonar el paseo junto a sus amigos. Se lo impiden dos agentes de paisano que lo retienen hasta la llegada de una decena de compañeros. Es el primer denunciado de la noche. Por delante quedan horas de patrulla de la Guardia Urbana que velará por el cumplimiento del toque de queda nocturno y las medidas sanitarias. Metrópoli Abierta acompaña a la pequeña caravana policial la madrugada del viernes al sábado 10 de abril, en un recorrido marcado por las fiestas ilegales en pisos del Gòtic y una visita al Port de Barcelona.
"¡Déjenme tranquilo, respétenme! ¿Qué quieren? ¡Si ya saben quien soy!", exclama el músico con el tambor en una bolsa en la mano. Tras 15 minutos retenido, los agentes requisan el instrumento. Alegan que su actitud es reincidente y que carece de autorización para tocar en la calle. Además, está vulnerando el toque de queda. "A las 22.15 ya se le había advertido. Le hemos identificado para denunciarlo. Era el que estaba organizando la fiesta y se enfrenta a una sanción de 300 euros, 75 si la abona en los próximos 10 días", explica el caporal Gómez. Los guardias le requisan el instrumento. Si quiere recuperarlo, deberá abonar otra tasa.
La Urbana sanciona a unas chicas que celebraban una fiesta en el Gòtic / PABLO MIRANZO
El segundo aviso de la noche moviliza a los agentes a la calle de Escudellers Blancs, en el Gòtic. Los furgones policiales cruzan el centro zumbando con los semáforos rojos en una Barcelona desierta, salpicada por un puñado de coches. Una pareja de agentes de incógnito constituye la avanzadilla. Realizan una primera inspección para localizar el domicilio que acoge la fiesta. Algún vecino ha abierto la puerta del edificio y media docena de urbanos enfilan una estrecha escalera hasta el último piso.
La puerta del piso denunciado está cerrada. Un piso más arriba, otro acceso conduce a un ático, escenario del guateque, delatado por latas de cerveza y botellas y una especie de lounge improvisado con un palé y un colchón en el suelo. En la terraza contigua hay más botellas cerca de unos sofás. Un recipiente de cerámica hecho añicos con restos de comida en la escalera revelan las prisas de los jóvenes por esconderse en el piso. "Buenas noches. Os habéis dejado la llave puesta por fuera", saluda el caporal Gómez. Finalmente, una chica de unos 25 años saca la cabeza. Otra joven extranjera argumenta que tiene los documentos "en trámite". "Suelen poner esa excusa", comenta una guardia.
Guardias urbanos suben hasta el piso donde tiene lugar una fiesta en la calle de Escudellers Blancs / PABLO MIRANZO
La policía sanciona a tres jóvenes. Son las 23.55. Antes de abandonar el edificio, la misma agente se lleva un susto cuando otro joven aparece de repente en la terraza con evidentes signos de embriaguez. Se había escondido, como otras personas, que permanecen en el domicilio ocultos. Desde otra terraza, cruzando la calle, algunas cabezas se asoman, esperando la marcha de la policía.
La casi totalidad de barceloneses respeta el toque de queda y las medidas que impone la pandemia: prohibición de salir de casa a partir de las 22.00 horas y de celebrar reuniones con más de seis personas. Una minoría de ciudadanos vulnera las restricciones, sobre todo el fin de semana, para realizar en gran medida fiestas en sus casas. Algunos sortean la acción policial, otros no. La madrugada del 10 de abril, la Guardia Urbana sancionó a 280 personas por saltarse el toque de queda y desalojó a otras 333 de la vía pública. Los agentes pusieron 22 denuncias por "compartir alcohol" en la calle, según una portavoz de la Urbana.
Un agente inspecciona con su linterna el interior de un piso donde varios jóvenes intentan esconderse / PABLO MIRANZO
"Nos comentan que hay una fiesta ilegal con más de 30 personas en la calle Avinyó. En marcha", suelta el agente Gómez, que no se separa de su walkie-talkie. La tercera parada de la noche se ubica a unos centenares de metros, en la calle de Avinyó. Allí tiene lugar otra fiesta, esta vez más numerosa. Los agentes tardan unos 20 minutos en localizar el edificio y entrar en él. Antes, el silencio de la calle de Ferran se ve interrumpido por un bombo electrónico. "Baja la música", le ordena un agente a un chico que aparece en el balcón del inmueble desde donde parece surgir el sonido.
En el edificio de la calle de Avinyó la escalera comunitaria da a un patio interior acristalado que permite ver el interior de una amplia vivienda. Las linternas de los guardias iluminan a una decena de personas estiradas en el suelo con la luz apagada. Algunos sostienen los cubatas en vasos de plástico. Nadie abre la puerta a pesar de los insistentes timbrazos. "Levantaremos un acta con las molestias denunciadas, la presencia de entre 30 y 40 personas y mañana una patrulla se acercará para conocer quien vive en el piso e imponer la denuncia correspondiente", explica Gómez.
Un músico callejero se enfada con la policía después de conocer que será sancionado / PABLO MIRANZO
Una denuncia vecinal por otra supuesta fiesta masiva en la calle de Príncep de Viana resulta ser una falsa alarma. Los agentes, eso sí, sancionan a los denunciados por molestias. La madrugada avanza y la lista de las fiestas ilegales detectadas por la policía crece. Hasta las 02.00, Gómez cuenta una quincena de reuniones repartidas por toda la ciudad que incumplen las restricciones.
Las calles siguen desiertas. Tras cinco meses de toque de queda, la ciudadanía sigue cumpliendo casi a raja tabla la medida restrictiva. Los botellones, sin embargo, son una constante a partir los viernes y, especialmente, durante las tardes del sábado. La avenida de Lluís Companys, el paseo del Born y las plazas dels Àngels, Terenci Moix, Vila de Gràcia y Sol son puntos de encuentro habituales. La Urbana prioriza la información y prevención, aunque también sanciona (227 personas desde el 1 de febrero hasta la primera semana de marzo). En la mayoría de situaciones, como la de este viernes, los agentes avanzan lentamente con sus vehículos dejando un breve espacio de tiempo para que los juerguistas abandonen la calle.
Agentes de la Urbana acuden al Port Olímpic tras el aviso por unas molestias / PABLO MIRANZO
La cobertura de una noche de patrulla de la Guardia Urbana finaliza en el Port Olímpic. Vigilantes de seguridad privada han avisado a la policía alertados por las molestias ocasionadas por los pasajeros de dos embarcaciones. Sale un chico extranjero de uno de ellos y la policía le comenta la situación. Le exigen que dejen de armar jaleo y, en este caso, se libran de la sanción.
Las fiestas no permitidas por las restricciones impuestas para frenar la pandemia del Covid-19 siguen sucediéndose en Barcelona. La última, intervenida este domingo por la tarde por la Guardia Urbana en el barrio de Les Corts de la capital catalana, había reunido a 29 personas.
Los hechos ocurrieron a las 18.30 horas de ayer domingo, según explican fuentes de la policía barcelonesa a Crónica Global. Tras recibir el aviso, agentes de la Guardia Urbana se trasladaron hasta el establecimiento, hallando a 29 personas en su interior celebrando una fiesta de cumpleaños, por lo que abrieron acta de inspección policial.
La Guardia Urbana de Barcelona impuso 50 denuncias, a las 29 personas reunidas, por incumplir las medidas del Covid-19. Entre las multas interpuestas se encuentran la reunión de más de seis personas, no llevar mascarilla e incumplir la restricción de apertura impuesta por el Govern a las cinco de la tarde.
Esta celebración es la segunda reunión no permitida por las medidas Covid durante este fin de semana en la capital catalana. Así, se suma a la desalojada el sábado en Barcelona, en el barrio de Poblenou, donde fueron denunciadas 70 personas.
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