domingo, 15 de mayo de 2022

Los Anunnaki y la Historia Prohibida del Origen de la Humanidad

 

Los Anunnaki y la Historia Prohibida del Origen de la Humanidad




 ANCIENT-ORIGINS   .......... 


Los textos sumerios antiguos se refieren a los Anunnaki como “los que descendieron del cielo”. Una raza de seres extremadamente poderosos y avanzados que diseñaron la humanidad cientos de miles de años atrás. Según el relato del Génesis, el duodécimo planeta, conocido como Nibiru, estaba poblado por humanoides muy similares a nosotros, los seres humanos. Posteriormente, se encontraron con un problema severo en su atmósfera y lo abandonaron, viajando a través del sistema solar con el fin de encontrar oro, un metal especial que podría resolver la problemática sufrida en su planeta.

El rey persa Jerjes ordenó azotar el mar como castigo

Cuando Nibiru se acercó a la órbita de la Tierra hace unos 432.000 años, los nibiruanos utilizaron naves espaciales para enviar individuos y bienes esenciales desde su planeta hasta la Tierra, y aquellos seres avanzados establecieron bases en la antigua Mesopotamia. Asimismo, a fin de extraer el precioso metal también establecieron minas de oro en Africa del Sur, donde se encontraban abundantes depósitos de este mineral

Pero, debido a que ejecutar el pesado trabajo minero no convenía a los maestros nibiruanos, el pueblo Anunnaki fue enviado para hacer el trabajo por  ellos, siendo tratados como una especie de esclavos a pesar de que sus características físicas e intelectuales se imponían a nuestros actuales estándares humanos modernos. Sin embargo, los Anunnaki pronto se rebelaron contra sus supervisores y exigieron crear un ser inferior con el fin de que realizase este “pequeño” trabajo en su lugar.

Representación imaginaria de Nibiru acercándose a la Tierra. (Imagen: Código Oculto)

Representación imaginaria de Nibiru acercándose a la Tierra. (Imagen: Código Oculto)

Los líderes consultaron su propuesta y finalmente llegaron a la conclusión de que se hacía necesaria la existencia de un ser menor para llevar a cabo ese tipo de trabajo y crearon una nueva especie, combinando sus genes con los de los primates más evolucionados que vivían en la Tierra en aquel momento que, probablemente, fueran los Australopitecos.

Al principio, Enki y Ninmah (dos de los líderes) diseñaron seres de formidable fuerza y gran tamaño que trabajaron para los Anunnaki en la Tierra. Mas, estos nuevos seres presentaban un “fallo” importante: no podían reproducirse, por lo que los llamados “dioses” tenían que estar creándolos continuamente para conseguir una producción óptima de las extracciones minerales. Entonces, Enki y Ninmah desarrollaron varios prototipos de seres hasta que lograron alcanzar la meta deseada, consiguiendo que se pudieran reproducir entre ellos: había sido creada la primera especie humana bajo la forma del Homo Erectus.

Cada vez que Nibiru se alejaba de la Tierra, una parte de los “dioses” regresaba a su planeta natal hasta que terminara el ciclo de 3.600 años, un período temporal al que los sumerios llamaban Sar. Mientras tanto, los Anunnaki permanecían en la Tierra para cuidar de las minas de oro y de sus nuevos esclavos, tal y como les había sido ordenado por sus “dioses”.

Reconstrucción de un ejemplar de Homo erectus expuesta en el Museo del Estado de Westfalia, Herne, Alemania. (klimaundmensch.de/CC BY-SA 2.5)

Reconstrucción de un ejemplar de Homo erectus expuesta en el Museo del Estado de Westfalia, Herne, Alemania. (klimaundmensch.de/CC BY-SA 2.5)

Sin embargo, los nuevos seres, creados a imagen y semejanza de sus creadores, finalmente comenzaron a luchar por cuestiones terrenales, formaron una alianza y se rebelaron contra sus amos, de manera exactamente igual a como habían hecho los Anunnaki anteriormente. Muchos de ellos lograron escapar de las minas y, finalmente, se establecieron como individuos libres en otras regiones de la Tierra, viviendo sus vidas –tal y como se describe en muchos textos antiguos–, “como bestias salvajes”.

Tras 3.600 años el ciclo se completó una vez más, y los líderes de los Anunnaki volvieron a la Tierra, quedando muy descontentos al contemplar que la situación estaba fuera de control. Condenaron a los Anunnaki a trabajar en las minas una vez más, y durante su breve estancia en el planeta Tierra, los maestros realizaron nuevos experimentos para crear una raza más perfecta de trabajadores. Así, desarrollaron una nueva especie capaz de pensar, hablar y reproducirse, creando al hombre moderno, también conocido como Homo sapiens

El jefe científico Enki y el médico Ninti, jefes de los Anunnaki, hicieron uso de la manipulación genética y la fertilización in vitro a fin de crear a los seres humanos “a su imagen y semejanza”. El proceso consistió en el desarrollo de un organismo biológico en un entorno controlado no biológico, similar a tubos de ensayo y probetas.

Detalle del ‘Sello de Adda’. Los personajes pueden ser identificados como dioses por sus sombreros puntiagudos. La figura central con corrientes de agua y peces fluyendo de sus hombros es Ea (versión acadia de Enki), dios de las aguas subterráneas y la sabiduría. A la izquierda se observa una diosa alada, Ishtar (la Inanna sumeria). Las armas que asoman por detrás de sus hombros simbolizan su naturaleza belicosa. Museo Británico. (Public Domain)

Detalle del ‘Sello de Adda’. Los personajes pueden ser identificados como dioses por sus sombreros puntiagudos. La figura central con corrientes de agua y peces fluyendo de sus hombros es Ea (versión acadia de Enki), dios de las aguas subterráneas y la sabiduría. A la izquierda se observa una diosa alada, Ishtar (la Inanna sumeria). Las armas que asoman por detrás de sus hombros simbolizan su naturaleza belicosa. Museo Británico. (Public Domain)

“Varón y hembra los creó; y los bendijo, y los llamó Adán el día en que fueron creados”. (Génesis 5,2). El término hebreo Adán no se referiría por tanto a un solo hombre, sino más bien, al primer grupo de seres humanos llamados adanitas o “Los que son de la tierra”.

Pero tras la creación del hombre, los Anunnaki todavía se enfrentaban a otro gran problema: los esclavos que habían escapado y se habían dispersado por gran parte del planeta. La solución llegó bajo la forma de un gran diluvio provocado por lo que estaba sucediendo en nuestro sistema solar en aquellos tiempos.

Se acordó que se dejaría morir a las especies “fugitivas” no avisándoles de lo que estaba por venir. Sin embargo, el director científico Enki, convencido de que su última creación era demasiado perfecta y única, decidió finalmente permitirle vivir sobre este planeta. Al poco llegó la gran inundación, limpiando a la humanidad de toda especie a excepción del Homo sapiens.

‘El Diluvio’, óleo de León Comerre (1850-1916). Museo de Bellas Artes de Nantes. (Public Domain)

‘El Diluvio’, óleo de León Comerre (1850-1916). Museo de Bellas Artes de Nantes. (Public Domain)

Este artículo está basado en la obra de Zecharia Sitchin conocida como Crónicas de la Tierra, que presenta la supuesta historia prohibida de la especie humana partiendo de innumerables estudios e interpretaciones de las antiguas civilizaciones que florecieron y se desarrollaron hace milenios usando técnicas ahora olvidadas.

Imagen de portada: Sello cilíndrico de Ibni-Sharrum. Héroes al servicio de Ea abrevando a sus búfalos. Museo del Louvre, París. (CC BY 3.0)


La historia de los pulmones momificados de la reina merovingia Arnegonda

 

La historia de los pulmones momificados de la reina merovingia Arnegonda







En 1959 se descubrieron en la basílica de Saint-Denis en París, el lugar de enterramiento durante siglos de los reyes de Francia, numerosos sarcófagos medievales.

El encargado de los trabajos arqueológicos parisinos era, en aquellos momentos, Michel Fleury, uno de los más destacados especialistas franceses. Al abrir uno de los sarcófagos se percató de algo inusual, que hacía que su contenido fuera ciertamente especial.

En su interior, junto a los restos de huesos, tejidos y joyas habituales, había algo más, lo que parecía ser un órgano momificado. Efectivamente, se trataba de un pulmón, que se había preservado de una forma que los investigadores no pudieron explicar en el momento.

El personaje sepultado allí se pudo identificar gracias al vestido y las joyas que le acompañaban. En concreto uno de los anillos contenía la inscripción Arnegundis rodeando el monograma central Regine. Se trataba de la reina Arnegonda, esposa del rey merovingio Clotario I, que vivió entre el 515 y el 573 aproximadamente.

Clotario llegó a tener varias esposas al mismo tiempo, por lo que Arnegonda lo compartió, entre otras, con su propia hermana Ingonda que se había casado con el rey anteriormente.

Asimismo será la madre de Chilperico I, que a la muerte de su padre se convirtió en rey de Neustria. Sin embargo Arnegonda no era descendiente de sangre merovingia, lo que hizo inútiles los análisis de ADN realizados en 2006 por Josh Bernstein para comprobar si tenía características orientales, al hilo del revuelo suscitado por el libro El Código Da Vinci de Dan Brown, en el que se afirma que los merovingios descendían de Jesús. Era una princesa germana de Turingia, hija del rey Baderico.

Los Turingios habían invadido la Galia junto con los hunos, a los que se habían aliado, creando un reino propio. Serían vencidos precisamente por Clotario I en el año 531 y su reino incorporado por los merovingios al de los francos. Más o menos en esa misma fecha se produciría el matrimonio de Arnegonda con Clotario.

Los análisis de sus restos evidenciaron que tenía algún tipo de discapacidad física, pudiendo haber sufrido de poliomielitis muy joven, lo que sustentaría la leyenda de que Clotario la tomó por esposa a instancias de su hermana Ingonda, ya que de otro modo no hubiera encontrado marido.

El misterio de su pulmón momificado suscitó diferentes teorías a lo largo de las últimas décadas. ¿Se había momificado de manera natural o había sido embalsamado a propósito?.




Un equipo de investigadores dirigido por la bio-antropóloga Raffaella Bianucci, de la Universidad de Turín, dió con la solución en 2016, en la que juega un papel importante un cinturón de cobre hallado junto con los restos.

Los análisis revelaron inusuales concentraciones de iones de cobre en la superficie del tejido pulmonar, y de óxido de cobre así como pequeñas cantidades de ácido benzoico (hoy utilizado en conservas de productos enlatados) y compuestos similares en el interior del órgano.

Estas substancias son de origen natural y muy similares a las encontradas en algunas momias egipcias. Lo cual, según los investigadores, reafirma la teoría de que Arnegonda fue sometida a una inyección oral de fluidos con componentes de plantas aromáticas o especias.

Dado que Arnegonda llevaba en la cintura el mencionado cinturón, el óxido de cobre hallado en los pulmones procedería del mismo. Y las propiedades conservantes del cobre unidas al tratamiento con especias serían lo que habrían permitido la momificación del pulmón, ya que fue allí donde se acumuló el líquido. Por eso es el único órgano que se conservó.

Se sabe que los merovingios embalsamaban a sus monarcas siguiendo un procedimiento que habían aprendido de los romanos, quienes a su vez lo habían obtenido de los egipcios. Según Bianucci, está claro que la momificación merovingia era un proceso mucho menos sofisticado, basado principalmente en el uso de aceites, especias y plantas aromáticas como el tomillo, la mirra o el aloe.

La reina Arnegonda es así, uno de los pocos personajes medievales de los que tenemos documentación histórica a través de la fuentes, restos físicos y objetos.




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La Batalla del Monte Badon, primera referencia documental al rey Arturo

 

La Batalla del Monte Badon, primera referencia documental al rey Arturo




Por Jorge Álvarez ...........  Brujula Verde  




Por muchas novelas y películas que hayan tratado su figura, unas en tono fantástico, otras más realista, resulta muy difícil establecer el grado de historicidad del rey Arturo. Unos historiadores lo consideran más mito que otra cosa mientras que otros creen ver una serie de personajes auténticos que pudieron inspirar esa leyenda. En lo que sí parece haber acuerdo es en que la primera mención y base de todo, es la Batalla del Monte Badon, librada a caballo entre los siglos V y VI d.C.

Hay varios nombres de referencia cuando se plantea la cuestión del rey Arturo. Uno corresponde a un comandante de la caballería sármata del ejército romano destacado en Britania llamado Lucio Artorio Casto, aunque su presencia parece quizá demasiado lejana en el tiempo al situarse en el siglo II d.C. Otro es el rey Riotamo, del que no está claro si era britano o bretón pero que en el año 468 respondió a la llamada del emperador Antemio para unirse a una alianza contra los visigodos de Aquitania, que habían roto su condición de foederati. Y un tercero Artúr mac Áedáin, príncipe britano-romano de Dál Riata (un reino que se extendía aproximadamente entre el oeste de Escocia y el noreste de Irlanda) del siglo VI d.C.


Pero el más consistente acaso sea Ambrosio Aureliano, cacique céltico-romano que detuvo la invasión anglosajona en el siglo V. Lo hizo, según la tradición, en una batalla decisiva: la del Mons Badonicus, el citado Monte Badon, cuya ubicación ni siquiera se sabe con precisión más allá de que estuviera en Britania. De hecho, la incertidumbre es una constante en esta historia porque también ignoramos la fecha exacta en que se produjo el choque, calculándose que fue entre el año 490 y el 517 d.C.

La fuente documental más importante disponible es De Excidio et Conquestu Britanniae (Sobre la ruina y conquista de Britania), escrita por un clérigo autóctono llamado Gildas y consistente en un sermón en el que condena a sus contemporáneos, tanto en el plano religioso como en el de las costumbres. Gildas presenta a su tierra sumida en el desgobierno y la corrupción desde que se terminó el dominio romano y, aunque sus referencias históricas son vagas porque el tono es sobre todo moralista, se da la afortunada circunstancia de que reseña la Batalla del Monte Badon por coincidir con su nacimiento, en el año 500.

Otras fuentes son la Historia Brittonum (Historia de los britanos), compuesta en el siglo IX por un autor no identificado (se apunta al monje galés Nennio pero no hay consenso) y consistente en una recopilación de cuestiones temáticas diversas, y la Historia Regum Britanniae (Historia de los reyes de Bretaña) que también escribió un clérigo, Godofredo de Monmouth. Ambas obras presentan al rey Arturo como real y constituyen las bases de relatos posteriores, además de aludir a la batalla que tratamos.

Según Gildas, Ambrosio Aureliano -uno de los pocos personajes que identifica por su nombre- se erigió en líder de la resistencia contra los invasores anglosajones, quienes se habían empezado a establecer en la isla. Frente a la visión clásica que se dio de ellos como asaltantes que acabaron violentamente con la cultura autóctona britona, hoy se cree más bien que emigraron en oleadas y, salvo algunos hechos bélicos, en general se quedaron como una élite gobernante que ejerció una aculturación sobre la población local, en un proceso similar al que protagonizaron inicialmente los visigodos o los musulmanes en la Península Ibérica.

Ambrosio Aureliano descendería de familia romana, según se deduce de la descripción de Gildas en el sentido de que su padre «había vestido la púrpura»; ¿era pues un tribuno o incluso un senador? ¿O la alusión cromática se refería a la sangre y habría que interpretarlo como un mártir? Porque además sería cristiano, todo lo cual debió concederle cierto ascendiente sobre sus hombres. Godofredo de Monmouth lo supone hermano de Uther Pendragon, hijos ambos del rey Constantino que tienen que huir perseguidos por un caudillo llamado Vortigern, maldito por haber sido quien invitó a los anglosajones a entrar en Gran Bretaña, en un papel parecido al del don Julián visigodo en Hispania.

El problema es que ese autor debió confundir a dos personajes llamados Ambrosio, del mismo modo que fusionó a Uther y Pendragón, que en realidad serían dos hermanos; gajes de la tradición oral, que por entonces era aún muy importante. Tampoco hay que tomar al pie de la letra esos relatos, trufados siempre de elementos erróneos; por ejemplo, Godofredo de Monmouth atribuye a Ambrosio Aureliano la construcción de Stonehenge como mausoleo suyo y de Uther.

Por su parte, Nennio también señala el enfrentamiento entre Ambrosio y Vortigern (duelo religioso, según la mirada de algunos investigadores, que ven en él la polaridad entre catolicismo y pelaganismo), al que derrota convirtiéndose en «rey de reyes de la nación británica»... sólo que no sabemos en qué parte de Britania reinaba. Como se ve -ya lo decíamos antes- todo resulta bastante etéreo y el relato concreto de la Batalla del Monte Badon no es una excepción, pues no sólo se desconoce el lugar y la fecha sino también la cantidad de fuerzas en liza y la identidad de los generales de ambos bandos presentes.

Ya fuera Ambrosio Aureliano o el rey Arturo quien mandaba a los britano-romanos, bien directamente, bien delegando en subordinados, parece ser que sus fuerzas tomaron posiciones en ese monte. Eran cosmopolitas, puesto que las integraban algunas cohortes insulares pero también un contingente de caballería sármata; los sármatas, con sus dracos al viento, eran mercenarios iranios que los romanos reclutaban por su habilidad para luchar montados pero que, a diferencia de sus parientes escitas, combatían como jinetes pesados, con lanza y armadura de escamas, denominándose técnicamente catafractos.

Enfrente estaba el ejército de Ælle, el primer rey de los sajones meridionales, fundador del reino de Sussex y cuya existencia, como todo lo demás, es dudosa. Según la Crónica Anglosajona, Ælle desembarcó en el cabo de Selsey Bill procedente de Germania, venció a los britanos y colonizó la región con los suyos convirtiéndose en bretwalda, una especie de primus inter pares de los diferentes monarcas que tenían los grupos anglosajones. Porque la suya no fue la única oleada de forasteros, ya que Britania también sufría embates de anglos, jutos y frisios, aprovechando que Roma se había ido y desatendió la petición de auxilio de los britanos.


La Historia ecclesiastica gentis Anglorum (Historia eclesiástica del pueblo de los anglos) que Beda el Venerable escribió en el 731, y la mencionada Crónica anglosajona son las referencias que tenemos de Ælle por su nombre pero dan poca más información, salvo que no era cristiano y algunas reseñas de batallas. Una de ellas fue la de Monte Badon, de la que Beda dice que fue cuarenta y cuatro años después del primer asentamiento anglosajón en Britania, el cual habría coincidido con los emperadores romanos Marciano y Valentiniano, entre los años 449 y 456, por lo que la contienda tuvo que ser entre el 493 y el 500.

Lamentablemente, Beda no dejó un relato de la batalla. Sí lo hizo Gildas, hablando de una «gran matanza» que permitió la «recuperación inesperada de la isla» y otorgó un período de paz de cuatro décadas. Y es que, a despecho de su enorme inferioridad numérica, las fuerzas britanas lograron hacer valer su mejor posicionamiento, protegidas por el monte y el río Avon, para resistir las cargas del enemigo hasta que llegó la caballería sármata por sorpresa atacando el flanco del adversario.

La Historia Brittorum narra que Ælle perdió casi un millar de hombres, la mayoría derribados personalmente por un guerrero llamado Arthur; es la mención más antigua que existe del rey Arturo pero está datada mucho después, en el siglo IX. Gildas no dice nada sobre él pero los expertos opinan que quizá lo consideró innecesario por ser una historia ya muy popular, dando por hecho que todos sabían que fue Arturo quien dirigió a los britanos. También los Annales Cambriae o Anales de Gales (de finales del siglo X) le atribuyen el protagonismo, gracias a que enarbolaba un estandarte con la cruz de Cristo o una imagen de la Virgen.

El Regum Britanniae de Godofredo de Monmouth añade otros nombres que nos son familiares, como el de Merlín -quien predijo que los baños de Badon se volverían venenosos para los anglosajones- o el de la espada Caliburnus (Caliburn, Excalibur) y la lanza Ron, además de reducir el número de víctimas de Arturo a «sólo» la mitad. Lo cierto es que hay multitud de nombres de lugares y batallas vinculados a los mitos artúricos que los estudiosos del tema han intentado identificar y localizar; por supuesto, el Monte Badon es uno de ellos.

Y la lista de candidatos no es corta. Entre otros, figuran Bowden Hill (Linlithgow), Mynydd Baedan (sur de Gales), Badbury Rings (una fortaleza de la Edad del Hierro que hay en Dorset), Solisbury Hill (un punto cercano a la ciudad de Bath sugerido por Godofredo de Mounmoth), Buxton (una colina situada en el entorno de las termas romanas de Derbyshire), Liddington Castle (Wiltshire) y Bardon Hill (Leicestershire). Hoy por hoy sigue siendo un misterio.











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