"Y estamos en marzo", comentaba preocupada la semana pasada la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, respecto al incendio forestal entre Castellón y Teruel que, una semana después, lleva 4.700 hectáreas arrasadas y sigue sin extinguirse en el lado castellonense, aunque la buena evolución del último día permitirá volver en breve a casa a 115 vecinos desalojados de Torralba del Pinar, Arañuel y Artejuela. La previsión para este viernes, sin embargo, es de "alto riesgo" ya que se esperan vientos fuertes de poniente, con rachas de hasta 70 kilómetros por hora, y una humedad inferior al 20%.
El incendio de Castellón lleva 24 horas sin llama, pero ahora hay otros focos de preocupación. Aún no ha terminado el mes en el que se inaugura la primavera y los bomberos se afanan por apagar más de un centenar de focos simultáneos en Asturias, y las llamas -ya controladas- en Baleira (Lugo), donde ya han sido arrasadas 1.400 hectáreas tras un fuego ocasionado, al parecer, por la "negligencia" de un particular que ya ha sido identificado, según el director general de Monte, Manuel Rodríguez. Y en Cantabria hay activos 31 incendios, de los que once se han originado este jueves, entre ellos el de Tresviso, dentro del Parque Nacional Picos de Europa.
El verano de este año amenaza con "repetir la desgracia" de 2022 —ardieron 310.000 hectáreas forestales, el peor año del siglo—pero aún hay un factor que podría ayudar: si entre abril y mayo llueve fino y con periodicidad. Los modelos climáticos proyectan que "la anomalía del año pasado, cuando vivimos con temperaturas récord, será la norma en el 2035. Y eso quiere decir que para 2050, un año como 2022 será una anomalía, pero por abajo, es decir, que habrá sido particularmente frío".
Así lo avisa Víctor Resco de Dios, profesor de Ingeniería Forestal y Cambio Global en la Universitat de Lleida, que ha estudiado la tendencia y riesgo de incendios en el futuro y ha observado que "de aquí a finales de siglo, la estación de incendios se va a alargar entre uno y dos días por año. Es decir, que podemos llegar a que, de media, la estación de incendios se haya alargado tres meses".
Además, "se espera que los fuegos fuera de temporada sean cada vez más comunes", afirma Resco de Dios. Anomalías como que haya incendios de estas magnitudes en el mes de marzo, fuera la temporada tradicional de incendios no son, sin embargo, inéditas. El especialista recuerda el megaincendio de Roquetas de Mar (Almería) de más de 3.000 hectáreas registrado en marzo de 2014.
"El problema es la tendencia en la que estamos inmersos: en España vemos que el área quemada ha ido en descenso en las últimas décadas porque cada vez somos mejores apagando incendios, pero en los últimos seis años estamos observando un cambio de tendencia, es decir, que los datos a la baja podrían haber llegado a su fin y podríamos ver un rebote", anota en conversación con 20minutos.
Este cambio de tendencia ya se ha documentado en zonas de Australia o de Canadá y se debe a lo que los expertos llaman "la paradoja de la extinción": cuanto mejores seamos extinguiendo incendios, más estamos aumentando la probabilidad de que haya un gran incendio forestal. Es por esta razón que algunas veces la técnica empleada por los equipos de bomberos consiste en permitir el fuego de baja intensidad para desbrozar los montes y retirar así la biomasa que hace de combustible en situaciones de grandes incendios.
Las causas que explican que el primer gran incendio de este año se haya adelantado a marzo son que "este invierno ha llovido muy poco y nos encontramos zonas de pinares, robledales y encinares en suelos que tienen poquísima agua. Esto genera una fragilidad en el bosque descomunal porque la disponibilidad de combustible fino muerto o materia orgánica seca -que en otra primavera estaría húmeda y sería prácticamente imposible que se desarrollase el fuego- es tan grande que ahora sucede lamentablemente lo que pasa en verano, pero de una manera tan anticipada que estamos descolocados", expone el vocal del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales José Ramón González Pan.
El número de incendios, prosigue el especialista, no ha aumentado en los últimos años, pero sí se han incrementado las hectáreas porque aunque "las causas son las mismas" que otros años, "el desarrollo de los fuegos "no tiene nada que ver".
La lluvia, un resquicio de esperanza
¿Qué va a pasar este verano? Los dos especialistas coinciden al señalar que las previsiones no son esperanzadoras, pero podrían cambiar si lloviera esta primavera. Pero con periodicidad, para que la vegetación sea capaz de retener la humedad, porque las tormentas torrenciales no llegan a calar en el terreno y el agua se va en escorrentía arrastrando la tierra y sus nutriente. González Pan no tiene buenas expectativas para este verano y pide "evitar absolutamente ningún manejo de fuego" ya que, con las actuales condiciones meteorológicas, el riesgo de incendio es extremo. "Con el cambio climático está aquí y nadie puede evitarlo, pero la culpa de estos incendios es nuestra", agrega.
Su visión para este verano es pesimista: "Lo veo muy mal, a no ser que llueva de forma que la vegetación retenga humedad. Si en abril y mayo no cae agua, vamos a tener un año muy malo de sequía, de restricciones de agua y de incendios forestales. La gente no es consciente de lo que viene", alerta, al tiempo que menciona que la escasez de agua también incrementará el precio de los alimentos porque está afectando a las cosechas.
Resco de Dios coincide en señalar las lluvias como salvadoras de cara a este verano, que en su opinión "va a depender de qué pasa entre ahora y mayo. Si llueve, igual podemos ver una estación más calmada. Aunque las previsiones actuales no son halagüeñas: se espera que la sequía continúe. Si a ello le añadimos la concatenación de temperaturas extremas como las vistas el año pasado, lo más probable es que este verano sea como mínimo como el anterior", augura Resco de Dios.
"Si vuelven a concatenarse las olas de calor como el año pasado, se va a repetir el escenario del año pasado o, quizá, incluso sea peor. Este año nos la estamos jugando. Lo que pasó el verano pasado podría haber sido mucho peor si no llega a ser por la pericia de nuestros bomberos, que son muy buenos. Este verano es evidente que vamos camino de que se repita la desgracia del año pasado", concluye el profesor.