Metropoli
Tres expertos, Fernando Hermosilla, Jorge Guillen y Vicenç Gràcia, señalan que las playas se reducirán y que no es sostenible que se regenere la arena cada año sin pensar en otras alternativas para reducir el oleaje o para lograr más sedimentos
Las playas se reducen y los ayuntamientos, cuando llega la temporada de verano, piden que se regenere la arena. Pero algunos alcaldes entienden que ese método, coyuntural y necesario para que todos puedan disfrutar, tendrá un límite y que el problema de la erosión de la costa es estructural. Metrópoli ha organizado un debate con tres expertos que abordan la cuestión. Se trata de Vicenç Gràcia, investigador del Laboratorio de Ingeniería Marítima de la UPC; Jorge Guillen, investigador en el Instituto de Ciencias del Mar, en el CSIC y Fernando Hermosilla, ingeniero de caminos, especialidad en Ingeniería Marítima.
Los tres entienden, con distintas visiones, que a medio y largo plazo se deberá asumir una realidad: "Deberemos aceptar retrocesos de construcciones unos 60 metros en la línea de mar", señalan, aunque sin crear alarma. No es algo inmediato, pero sí para pensar en ello, además de buscar diferentes alternativas. La frase es de Vicenç Gracia, que pone el ejemplo de l'Ampolla, en Tarragona, que ha retrocedido el paseo marítimo unos metros. Y el matiz, para ofrecer tranquilidad, es de Jorge Guillen: "Con una perspectiva de 50 años, el retroceso deberá ser de unos 50 o 60 metros, tenemos tiempo para gestionar 60 metros", señala.
Surge, en ese caso, la duda. Entonces, ¿no hacer nada, o poca cosa y esperar a ver si la erosión de las playas seguirá avanzando? En el debate, realizado en la redacción de Metrópoli, los tres expertos, que llevan años analizando cómo las playas se han ido deteriorando, surgen diversas propuestas. Hay ciencia e investigación. Se conoce lo que sucede, y para los tres no es extraño que Montgat haya perdido hasta el 80% de sus playas. Gràcia recuerda que, de hecho, el modelo por el que se ha optado, en las playas metropolitanas de Barcelona y en toda la cosa es "artificial".
Quitar sedimentos y comprar arena para las playas
Hace décadas que se alimenta con la regeneración de arena. Se quiso un litoral con playas, se apostó por un modelo en el que el turismo sería importante para el conjunto de la economía, y la población local también defendió esas costas, aunque supusiera ir acondicionando las playas a medida que se erosionaban, con los efectos de los oleajes, al margen de su hubiera o no grandes temporales.
Vicenç Gràcia lo señala: “El sistema natural no tiene ningún problema, el problema lo hemos creado nosotros: el Delta del Llobregat, por ejemplo, existió. Pero ahora no se alimenta el río, porque no aceptamos que el aeropuerto se inunde. No estamos dispuestos, ni tampoco a que se inunde el Puerto. Sin ellos, la economía se resentiría mucho. Las soluciones, por tanto, deben ser dinámicas”.
¿Cuál es el principal problema? Los tres expertos hacen referencia a los sedimentos, a la falta de ellos. Los ríos ya no alimentan de forma suficiente al mar, porque esos sedimentos se quedan en los embalses. La otra cuestión es la energía que se libera en el mar, con los oleajes, que arrastran las arenas. ¿Se puede mitigar? Se intenta, pero con instrumentos conocidos, con diques estáticos. El cambio climático es un factor, pero no es hoy el más decisivo. Los oleajes, por sí solos, aunque se trate de fuertes temporales, hacen su trabajo, y desplazan esas arenas que hacen desaparecer las playas
Fernando Hermosilla insiste en esa cuestión: “Las rieras se han canalizado, pero no hay transporte de sedimento, y cuando el torrente llega a la playa, llega más rápido, y hace desaparecer la arena. La cuestión es una paradoja: tengo una fuente natural que alimenta las playas, la he quitado, y luego tengo que llevar de fuera arena para regenerar las playas”.
Las playas no son una carretera
El Ministerio para la Transición Ecológica ha negado a Barcelona y Badalona nuevos suplementos de arena reclamados por sus ayuntamientos, con la idea de que se están consolidando barreras de contención en la costa. La arena se llevará, en cambio, a las playas de Les Casetes de Garraf, la de Sant Sebastià en Sitges, la de la Murtra en Viladecans, la del Far de Sant Cristòfol en Vilanova i la Geltrú y la playa Llarga en Cubelles. Se hará a partir de los dragados de arena de los puertos del Garraf.
El investigador Vicenç Gràcia expone la cuestión: “Pensamos a veces que las playas son como una carretera, que hay pavimento y que se puede rehacer. En la costa no es así. Hay que buscar el sedimento adecuado, y eso es difícil. Las arenas no se encuentran con facilidad y luego hay que pensar en la rentabilidad: se pagan hasta 100 euros por metro cúbico. ¿Estamos dispuestos a ello?”
El debate gira hacia ese balance: ¿pagar a corto plazo, para mantener las playas, explicando el coste, y sabiendo que, quizá, sale a cuenta? ¿O pensar a medio y larzo plazo?
Jorgue Guillen sitúa la disyuntiva, y apuesta por una combinación de medidas. “Lo que tenemos delante es una mejor gestión del sedimento, para que llegue al mar, también podemos disminuir la energía del oleaje, y también podemos pensar en ganar espacio para la playa. Las dos primeras me parecen complicadas, pero la tercera parece imposible”. Es decir, las playas se irán reduciendo, aunque se ponga empeño en ralentizar ese fenómeno, pero, a juicio de Guillen, no se querrá una retirada de esa primera línea de mar.
Un ejemplo sobre la regeneración constante de arena es El Prat. Fernando Hermosilla aporta el dato: “Hace 15 años que se regenera la playa del Prat, se va al Garraf, se draga y se aporta arena, delante del aeropuerto. Son dos kilómetros y medio en 15 años, a razón de casi un millón de euros por año. Hermosilla calcula que se habrán ‘evaporado’ unos diez millones de euros en ese tiempo. ¿Están mal empleados? ¿O es el coste que se debe pagar y se asume?
El peligro de perder las construcciones
Los tres expertos coinciden en una cuestión, y es que las administraciones deberían ser más valientes para probar nuevos métodos, como los diques hinchables, que se pueden regular para condicionar el oleaje. Las barreras rígidas deben dar paso a la flexibilidad de diques que cambien en función de la intensidad y de la dirección de los oleajes. Se trata de disminuir la energía que llega a las playas. Y para ello, los investigadores necesitan “lugares para experimentar, partes de la costa donde se pudiera probar esos nuevos métodos”, como pide Hermosilla, con la petición también por parte de Jorgue Guillen.
Pero llega el punto culminante. Se hace todo lo posible, pero la naturaleza hace su efecto. Y todo lo construido en primera línea de mar tendrá dificultades. Cuando Jorgue Guillen asegura que ve difícil aceptar esa retirada, Vicenç Gràcia asegura que no, que se está reaccionando en la buena dirección. “No te creas que es imposible. En Tarragona, en l’Ampolla, se ha aceptado tirar hacia atrás los paseos, dar espacio, asumir que las soluciones que se han realizado no eran adecuadas –regenerar arena año tras año--. Es cierto que, por ejemplo, en Barcelona eso es más difícil, pero la cosa deberá ir por ahí. Deberemos aceptar retrocesos de construcciones unos 60 metros en la línea de mar".
Hermosilla advierte del peligro: “Me he comprado una casa y me dicen que me la expropiarán, ojo”. Y Guillen explica: “Es un problema serio. Yo vivo en una zona inundable, en Castelldefels. No será un proceso inmediato, tenemos unas décadas por delante, con la ide de adaptarnos de forma progresiva y con un claro proyecto sobre lo que debemos hacer”.
¿Cómo vemos el futuro, entonces, a 25 o 50 años? Gràcia se atreve: “Aquellas playas que se retiren hacia atrás, como ha hecho l’Ampolla, seguirán. Y las que tengan estructuras rígidas, esas desaparecerán, porque no superarán la energía que les llega”. Y Guillen también lo tiene claro: “Las perspectivas a 50 años es que habrá un retroceso de unos 50 a 60 metros, tenemos algunas décadas para gestionar esos 60 metros".