domingo, 23 de mayo de 2021

Jóvenes y botellón: ¿algo más que ganas de fiesta?

 

Jóvenes y botellón: ¿algo más que ganas de fiesta?

Dos antropólogos y un psicólogo comparten sus reflexiones en torno al botellón que ha tomado las calles de Barcelona desde el fin del estado de alarma. Protesta de los jóvenes por el papel que se les ha atribuido en esta pandemia, rebelión contra la muerte o simplemente ganas de divertirse: hay más de una forma de verlo

Jóvenes de fiesta en el Born, el pasado fin de semana.

Jóvenes de fiesta en el Born, el pasado fin de semana. /MANU MITRU

El botellón que los fines de semana celebran miles de jóvenes en Barcelona desde el final del estado de alarma preocupa a vecinos y autoridades. Unos y otros se preguntan si es producto de la euforia por el fin de las restricciones o si es un fenómeno que va a enquistarse. Lo que ocurra este fin de semana proporcionará la respuesta, o al menos un atisbo de ella. De ser lo primero, no sería más que un asunto de juventud con ganas de diversión después de meses de restricciones. Si lo segundo, cabe preguntarse qué más hay aparte del desmelene. Un psicólogo y dos antropólogos han accedido a compartir sus reflexiones con este diario.

MALESTAR

Carles Feixa, catedrático de Antropología social de la Universitat Pompeu Fabra especializado en el estudio de culturas juveniles, dice que lo sucedido hace dos sábados podría haber sido interpretado, en un principio, como lo que los antropólogos denominan “un ritual de paso”, el tipo de actividad que señala la transición de un estado a otro. “Pero el hecho de que la situación se repita creo que muestra, más allá del cansancio y de la necesidad de relacionarse con iguales, que en los jóvenes es fundamental, una queja implícita por el acoso y derribo que ha vivido la juventud durante la pandemia. Y más allá, a largo plazo, probablemente una rebelión simbólica frente a la triple crisis que viven: la económica, la sanitaria y la climática”. No son solo ganas de salir de fiesta, dice Feixa: es la expresión de un malestar. “Nos hemos equivocado en el papel que hemos atribuido a la juventud en esta pandemia”, dice.

LA MUERTE

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También emplea la palabra “rebelión” el psicólogo relacional y profesor de la Universitat Oberta de Catalunya Enric Soler, que dice que en los botellones están explotando descontentos relacionados con la pandemia (esa “represión de los derechos fundamentales en términos de toques de queda, de confinamientos…”), otros que no (“no olvidemos que es la generación sin perspectivas”, dice), más algo relacionado con el hecho de haber sido presentados por primera vez a la dama de negro. “Esta pandemia ha supuesto un tránsito de un paradigma a otro en muchos sentidos, entre ellos la relación de los jóvenes con la muerte”, explica. “Cuando uno es mayor uno ya ha pensado en su propia muerte, mientras que el joven da por hecho que es eterno. La pandemia les ha hecho saber que no lo son y les ha obligado a plantearse algo que no se habían planteado. Para un joven, no deja de ser traumático”. “De modo que –continúa– salen para evadirse de cosas que no pueden soportar: no pueden soportar pensar que son mortales, no pueden soportar que sus perspectivas económicas son extraordinariamente pobres y no pueden soportar el paternalismo político”.

IGNORADOS

Hablando del malestar de los jóvenes con el sistema, Feixa llama la atención sobre otro hecho que considera importante, y es que han sido ignorados por completo en la planeación del futuro poscovid. “La paradoja es que a esa Next Generation de la que habla el plan de reconstrucción de la Unión Europea no se le consulta para nada sobre el uso de los recursos que van a llegar, a pesar de que va a ser sin duda la principal afectada por los recortes que vienen”. Si se la sigue ignorando y culpabilizando, dice, estos “rebrotes” se pueden convertir en crisis permanente. “Pero también pueden buscarse formas inteligentes de involucrar a los jóvenes en la reconstrucción socioeconómica que se avecina. La juventud puede aportar una creatividad tecnológica y cultural mayor que otros grupos de edad, que es un recurso imprescindible para los programas de reconstrucción que se van a poner en marcha”.

EL ALCOHOL

En cualquier caso, no hay que olvidar que no se trata de jóvenes que salen a la calle expresamente a protestar: salen a divertirse y a beber. A hacer botellón. “Entonces, ¿qué función tiene el alcohol en estos botellones?”, pregunta Soler. “La sabiduría popular lo dice claramente: el alcohol sirve para olvidar. El alcohol desinhibe y permite desconectar del hecho de que te hayan obligado a pensar en tu propia muerte, por ejemplo. Y otra cosa. La sociedad se ha sentido tan controlada durante esta pandemia que el ser humano necesita una cierta dosis de descontrol, y el alcohol fomenta el descontrol”. Tanto Soler como Feixa consideran un error de las administraciones que los locales de ocio nocturno permanezcan cerrados. Al menos celebrarían, beberían y se desmadrarían en un entorno controlado.

O BIEN: NADA

O bien todo esto no es más que simplemente jóvenes con ganas de divertirse después de un año duro. Es lo que dice Manuel Delgado, catedrático de Antropología urbana de la Universitat de Barcelona, que tajantemente zanja: “No hace falta ninguna explicación sociológica profunda. Querían salir y han salido”. “No han celebrado el fin del estado de alarma", continúa, "sino el fin de la pandemia. La sensación ambiental es que esto ya se ha acabado y que el peligro prácticamente se ha disuelto. En cuanto ha habido esta sensación, y más entre los jóvenes, que son los que menos sensación de riesgo tienen, pues simplemente han salido, y ya está”.

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