Sanidad roza el esperpento con la segunda dosis de AstraZeneca
La actitud de Sanidad no contribuye a apuntalar la confianza de la ciudadanía en la eficacia de las vacunas
El Ministerio de Sanidad ha sumido el proceso de vacunación contra la Covid-19 en una ceremonia de la confusión en la que lo que un día es A al día siguiente se convierte en B sin que nadie se rasgue las vestiduras. Ceremonia, por cierto, que no contribuye a apuntalar la confianza de la ciudadanía en la eficacia de los sueros para acabar con la pandemia.
Por razones que algunos creen geopolíticas y otros atribuyen a intereses, digamos, difusos, Carolina Darias y su equipo han situado a los antídotos de AstraZeneca en el centro de su particular diana. Como la Agencia Europea del Medicamento, la OMS y decenas de médicos certifican la seguridad de esta particular vacuna y consideran mucho mayores sus beneficios que sus potenciales riesgos, Sanidad tuvo que inventarse un aval científico con el que barnizar su rechazo a administrar AstraZeneca como segunda dosis a los que habían recibido la primera, vulnerando así lo dictado en la ficha técnica del producto. El Ministerio acudió raudo al Instituto de Salud Carlos III, un organismo dirigido por Raquel Yotti, mentora de la cuestionadísima directora general de Salud Pública, Pilar Aparicio, cuyas apariciones públicas durante la pandemia han brillado por su ausencia.
Tras un insólito ensayo con poco más de 650 participantes, el Carlos III ha brindado la alternativa perfecta a la que Sanidad buscaba agarrarse: la vacuna de Pfizer. Que el Ministerio quería dar este suero en lugar del de AstraZeneca era un secreto a voces desde hace semanas y Aparicio ha sido la valedora de ello. El colmo del esperpento ha sido solicitar un informe sobre el consentimiento necesario para recibirla al mismo comité al que se ninguneó con la ley de eutanasia. Todo un disparate.
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