martes, 15 de febrero de 2022

Canal El Reto Históricos : La Ciudad de los Césares

 Canal   El  Reto  Históricos    :   




Fabio Castaño


La Ciudad de los Césares 



Hablar del Descubrimiento y de los conquistadores es hablar 

de un todo extraordinario. Se abre ante nosotros un inmenso tapiz de seres y lugares magníficos alojados en un imaginario cultural del todo manierista y siempre presto a dejar volar la imaginación. ¿Habéis leído los relatos de aquellos intrépidos marinos, soldados y cronistas que vieron por vez primera aquellos paisajes o animales al ir adentrándose en América? Dejaron constancia de cuán amplia puede ser la sorpresa, sino admiración, y no sospechaban que, 500 años después, el eco de su estupor siguiera cautivándonos hoy día.

ciudad cesares
Mapa del Atlas Miller (1519) donde se observa la costa de Brasil y la desembocadura de los ríos Amazonas y De la Plata.

Y es que leer o escuchar el nombre de según qué regiones o urbes es dejarnos seducir por la grandeza de una frontera entre lo real y lo ficticio muy difícil de rehuir. Uno de esos núcleos quiméricos fue la Ciudad de los Césares. Una leyenda que, como otras muchas, se transformó en el motor de un camino en el que fundar, ahí sí, asentamientos que hoy son pueblos y metrópolis de peso.

¡Ah, la Ciudad de los Césares! ¡Qué evocador! Irremisiblemente se viene a la mente la imagen de una gran ciudad del Imperio Romano. Y no, lo cierto y verdad es que nada más lejos de ello. Y sé lo que estáis pensando: “jobar, ya me había hecho a la idea. Unos grandes bulevares soportalados de órdenes compuestos.Templos sobre podio dedicados a Júpiter, Minerva o Diana, su foro y, como no, un feliz teatro”. Pues insisto. No. ¿Qué le vamos a hacer?

El nombre viene dado por Francisco César. Uno de los exploradores españoles más olvidados de ese periodo áureo de las aventuras de ultramar y que no fue otro que el primer tercio del s.XVI. Este César era el capitán de la expedición que llegó al Río de la Plata comandada por otra ilustre figura de aquel tiempo: Sebastín Caboto. Llegados al sur americano el mencionado capitán desembarcó en tierra con una pequeña tropa de catorce hombres. ¿La misión de Francisco? En principio ir en busca de la Sierra de la Plata, muy seguramente el lugar que muy pocos años después quedaría bautizado como el cerro rico del Potosí.

Pero, ¿y por qué he dicho eso de “en principio”?, ¿no era la Sierra de la Plata la Ciudad de los Césares? Pues no. El lugar que hoy día se sabe mítico se cruzó en los planes de estos hombres mientras preparaban los pertrechos de su exploración al interior, cuando entraron en contacto con un grupúsculo de españoles que habían logrado sobrevivir allí desde que fracasara la expedición de Juan Díaz de Solís casi catorce años antes. Veréis por qué.

juan diaz de solis

Remontemonos a 1516: la historia del mágico y sugestivo lugar parte de los nativos tupiguaraníes, oriundos de la cuenca del sur 

patagona los cuales, topándose con los supervivientes de la 

expedición de Juan Díaz de Solís, como digo, anterior a la 

llegada de Caboto, les hablaron de un lugar de increíbles riquezas en el corazón del continente que era gobernado por un Rey Blanco. 

¡Ojo aquí! Un monarca blanco. Hummmm… ¿Un náufrago español 

adoptado y convertido al estilo de Gonzalo Guerrero?, 

¿quizá un descendiente de los siempre viajeros Templarios? No…

 no. Es que el Rey Blanco tenía ese sobrenombre por estar su 

cuerpo bañado en plata. Ale, ahí queda eso. Seguimos.

De la expedición mencionada de Solís, algunos hombres 

pudieron regresar a España y, otros hubieron de hacer frente a las adversidades tras un naufragio en última instancia. Ellos fueron 

los que entablaron contacto con los tupíguaraníes y, por ende

, ellos fueron los primeros en ir a la búsqueda de esa 

ciudad de opulencia.

Sabemos el nombre de quien logró ser el primero en 

alcanzar el imponente altiplano andino gracias a esa natural 

sed de ambición. Hablamos del portugués Alejo García el 

cual, sin embargo, no pudo volver para contar su proeza de 

viva voz pues cayó a manos indígenas en una emboscada. Total, 

que la tropa de aventureros, entre ida y vuelta, cientos de 

miles de kilómetros mediante y peligros inimaginables por 

doquier, se vio más que mermada pero los que lograron 

llegar a la costa de Santa Catarina (actual Brasil) lo hicieron con

 nobles minerales en sus bolsillos. Y, hete aquí, esas muestras de 

metal precioso fueron los que alimentaron la imaginación sobre aquel fantástico lugar.

Y explicado esto, avancemos en el tiempo hasta la llegada y 

encuentro de Caboto. Fue él y su gente la que ya, en 

1526 y, precisamente en Santa Catarina, intercambiaron 

impresiones con los supervivientes de Solís y esa supuesta urbe 

de oro y plata. ¡Los dominios del gran Rey Blanco!

No hizo falta excesivo empeño para convencer a Caboto y los 

suyos de que cambiaran sus planes para ir en busca de 

aquella rica ciudad y no de la Sierra de Plata pues lo 

primero despertaba los sueños y afanes de éxito con mucha más 

fuerza si cabe.

santa catalina brasil
Carta de 1716 de Santa Calania, por Amédée François Frézier

Y además, fijaos que curioso: algunas fuentes mencionan un 

hecho de lo más singular; y es que el propio Caboto habría 

llegado hasta aquel remoto lugar buscando el reino bíblico 

de Ofir. Esto, que quede entre Caboto y nosotros porque, de 

cara al Emperador Carlos V, el viaje estaba pensado para 

ir a las Molucas doblando el Estrecho de Magallanes, recién 

descubierto por aquel entonces.

Así las cosas, la nueva expedición se internó en el 

vasto y caudaloso Río de la Plata (de Solís entonces). Un año 

después, donde convergen los afluentes Paraná y Uruguay, 

fundó Caboto el fuerte Sancti Spiritus (primer asentamiento 

español en el sur americano) como piedra angular sobre la que hacer escalas logísticas si el descubrimiento de sus hombres 

prosperaba. No fue así, pero tampoco se puede hablar de 

fracaso absoluto. Me explico: al regresar meses después 

Francisco César y los que habían sobrevivido a esa marcha 

brutal, encontraron el fuerte de Sancti Spiritus arrasado por los 

indios pero lograron reunirse de nuevo con Caboto. El capitán 

entregó a este último un manuscrito (hoy perdido) donde 

relataba con pelos y señales lo que a todas luces era un 

paraíso patagónico de primer orden. Un paraíso entre 

Cuzco y el Estrecho de Magallanes. Fue, qué duda cabe, el 

acicate o dinamizador definitivo para asentar en el 

imaginario de españoles y resto de europeos la existencia de 

un gran reino forjado desde la raíz hasta la última teja, de 

piedras preciosas.

Esta es, a grandes rasgos, la historia de cómo pudo forjarse 

el relato mítico de la Ciudad de los Césares, o Trapalanda o 

el reino perdido incaico. A posterior se fueron 

superponiendo las crónicas de otros viajes que guardan 

estrecha relación con este mito, como por ejemplo la 

aventura ultramarina del Obispo de Plasencia en 1540. Pero eso ya es otra narración y, cómo no, también otro artículo. Hasta 

entonces, no dejéis de viajar leyendo.


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