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domingo, 6 de febrero de 2022
Canal FSemana Historia : La toma de Granada
Canal FSemana Historia :
La toma de Granada
El 2 de enero de cada año se conmemora la toma de Granadapor losReyes Católicos, hecho que puso fin al último reducto de poder musulmán en la península ibérica. En esa fecha de 1492 el últimoemir de Granada, Mohamed XII, más conocido comoBoabdil, entregó las llaves de su fortaleza de laAlhambraal reyFernando el Católicoy el estandarte castellano se enarboló desde la torre más alta. Ante esta historia cabe preguntarse… ¿qué hay de real y qué de mítico? ¿Qué fue en verdad el reino de Granada y porque se produjo su desaparición a finales del siglo XV?
Érase una vez… el reino de Granada
Comenzaremos aclarando que llamamos de forma genérica Al-Ándalus (الأندلس) a los territorios peninsulares controlados por un poder o poderes musulmanes entre el 711 y 1492, pero en estos ocho siglos hubo claramente una evolución de las formas de organización política y de las sociedades que lo habitan, lo que nos permite distinguir diversas fases históricas.
En todas estas etapas hasta la toma de Granada las relaciones con sus vecinos no fueron las mismas. Tras la desintegración del califato almohade a principios del siglo XIII, un aristócrata de Jaén, Muhammad ibn Nasr ibn Alhamar (“el Bermejo”), logró reunir bajo su dominio las ciudades y territorios de la parte oriental de Andalucía poniendo su capital en Granada (1238). Así nació el emirato de Granada.
Este fue el último reino musulmán y último depositario del legado cultural y religioso de Al-Ándalus cuya dinastía, los nazaríes, iba a gobernar hasta su extinción. El emirato se extendía por las actuales provincias de Almería, Granada, Jaén y Málaga y el sur de Cádiz. Su intrincada orografía constituía una defensa natural frente a sus vecinos del norte, pero su supervivencia se debió sobre todo a su relación de dependencia frente a Castilla.
Desde el primer momento, los nazaríes se declararon vasallos y pagaron tributos a la corona castellana. Esto no impidió que, ocasionalmente, los monarcas castellanos llevasen a cabo campañas militares contra el emirato de Granada, pero durante largo tiempo se beneficiaron de la protección pagada de los castellanos y de los frecuentes conflictos civiles en Castilla que distraían a los monarcas de nuevas conquistas.
No obstante, esta dependencia de las autoridades granadinas de los castellanos iba minando su autoridad. Por un lado, la “occidentalización” y el servilismo de las élites nazaríes hacia los cristianos los privaba de apoyos por parte de otros reinos musulmanes. Por otro lado, cada vez eran más patentes las dificultades para controlar a los clanes nobiliarios más poderosos como los benimerines.
A esto hay que añadir las luchas por el trono entre los propios miembros de la familia real que estallaron a partir de 1419. Estas guerras entre hermanos y primos ocasionaron una injerencia cada vez mayor de los castellanos y aragoneses en la política interna de Granada que precipitarán finalmente la toma de Granada.
Antecedentes a la toma de Granada por los Reyes Católicos
La campaña que se pergeñó en 1482 no se planteó como una intervención o una incursión para tomar un castillo, sino que con toda seguridad planeaba la total toma de Granada. Se unían aquí el espíritu de cruzada y el ánimo de unir a toda la nobleza guerrera alrededor de los Reyes Católicos.
Conocemos la guerra de Granada gracias a una serie de documentos de archivo que documentan los preparativos y esfuerzos militares, incluyendo la correspondencia de los monarcas, pero sobre todo gracias a las crónicas de Hernando Díaz del Pulgar, Alfonso de Palencia, Alonso de Santa Cruz y Elio Antonio de Nebrija.
La guerra estalló cuando el emir Muley Hacén tomó por sorpresa la fortaleza cristiana de Zahara de la Sierra (Cádiz) en diciembre de 1481. Apenas dos meses después el ejército castellano conquistó la fortaleza estratégica de Alhama de Granada. Esto fue un duro golpe para Muley y precipitó una revuelta de sus hijos encabezada por su heredero, el futuro Boabdil.
Boabdil es recordado como un mal guerrero y peor hombre de estado. Sin embargo, quizás esta fama es injusta, dado que heredó una carga muy difícil con un trono inestable, la amenaza militar imparable de los castellanos, la imposibilidad de recibir ayuda exterior más allá de unos vagos rumores acerca de la intervención turca o el odio de su pueblo hacía los invasores cristianos que dificultaba llegar a una solución negociada.
La toma de Granada: 2 de enero de 1492
Tras el desastre de Alhama, Boabdil intentó aumentar su prestigio con una acción militar gloriosa contra Castilla, pero fue derrotado y capturado en la batalla de Lucena en julio de 1483. Sin embargo, los reyes de Castilla le ofrecieron ayuda militar contra su padre a cambio de vasallaje. Con tropas castellanas, Boabdil se hizo con el control de Almería y la parte oriental del reino forzando al Muley y los suyos a refugiarse en Málaga.
Mientras se desarrollaba la guerra civil entre las élites de Granada, los ejércitos castellanos fueron conquistando la bahía de Cádiz. De esta manera, la conquista llegó a un punto crítico entre el verano de 1485 y el verano de 1487. Muley Hacén, muy enfermo, fue reemplazado por su hermano Zagal, que contaba con el apoyo del pueblo y del clero. Estos miraban con odio a Boabdil por pactar con los infieles, pero por su parte los ejércitos de Ferrando el católico habían tomado Ronda, Loja y Málaga, lo que hacía imposible ya la defensa del reino.
Mientras los castellanos avanzaban por Málaga, Boabdil pactó y rompió dos veces más su pacto con los castellanos. A finales de 1487, sin embargo, convertido ya en el único amo del territorio, se volvió contra sus antiguos aliados y decidió resistir hasta las últimas consecuencias. Boabdil consiguió derrotar finalmente a su tío Zagal, quien se rinde en diciembre de 1489, pero es ya demasiado tarde. Al año siguiente, los castellanos volvieron y pusieron en sitio la misma Vega de Granada.
Interrumpidas las comunicaciones y las vías de abastecimiento, Boabdil se vio forzado a negociar. Sin ninguna alternativa, el 25 de noviembre de 1491 firmó la rendición. Un par de semanas después, el 2 de enero de 1492, en el Salón de Comares de Granada, Boabdil entregó las llaves de la alcazaba. Cuatro días más tarde, los Reyes Católicos hicieron su entrada triunfal en la ciudad. La toma de Granada había concluido.
Consecuencias de la toma de Granada
La guerra y toma de Granada supuso una revolución en las técnicas, la organización del ejército y la mentalidad de la guerra. Dado el carácter abrupto del terreno y las bien defendidas ciudades, la caballería perdió importancia frente a la infantería, la maquinaria de asedio y la artillería pirobalística.
Con la toma de Granada surgió también la necesidad de contar con un ejército permanente pagado con fiscalidad pública —se aprovechó el impuesto de la “cruzada” otorgado por el Papa— y dividido en unidades regulares. Asimismo, fue el origen de los tercios que se consagrarían en las guerras italianas de la década de 1530.
Las Capitulaciones de 1491 eran generosas: permitían que la nobleza mantuviera sus posesiones, que el pueblo conservase su religión y costumbres y que no se le exigiese más impuestos que los que pagaba a los nazaríes. No obstante, los vencedores no tardaron en incumplir lo pactado, sobre todo debido a las cada vez mayores presiones externas que recibían los reyes para “cristianizar” a sus nuevos súbditos.
En un primer momento se confiaba en que el nuevo arzobispo de Granada, Fray Hernando de Talavera, consiguiese conversiones mediante la predicación y la persuasión pacífica, pero el sector más reformista del clero, encabezado por el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, protestó. Éste reemplazó a Talavera y emprendió una política de conversiones masivas a la fuerza. Esto hizo estallar una revuelta general que obligó a intervenir a las tropas contra los rebeldes que se habían hecho fuertes en Las Alpujarras.
En 1502, una pragmática real obligó a los musulmanes castellanos a convertirse o emigrar, lo que creó el problema de los moriscos. Esta es una masa de población sin medios ni formación, escasamente convertida y difíciles de asimilar, que marcará la historia del siglo XVI. Cabe destacar que las medidas de segregación fueron cada vez más duras a partir de 1563 hasta su expulsión definitiva en 1609. Desgraciadamente, el acto final de Cisneros fue la quema de la biblioteca de la Alhambra, exceptuando algunos volúmenes que se reaprovecharon para la Universidad Complutense que él había fundado. Se destruyó así un patrimonio irremplazable de una cultura de siglos atesorada en Granada.
Artículo escrito por Luis Galan Campos, doctorando en historia medieval
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