Ucrania resiste: "Putin pensó que era una guerra contra un Ejército, pero nuestro Ejército son 40 millones de ucranianos"
Largas colas con decenas de miles de personas esperando alistarse para la Defensa Territorial; un hombre que se interpone en el camino de un tanque y no le deja pasar a costa de perder la vida; civiles que reportan cada movimiento de un Ejército ruso que busca desesperado quién ha sido el saboteador; plantas de reciclaje que acogen a la gente para que tengan un espacio donde verter sus cócteles molotov; la startup ucraniana Reface envía notificaciones a millones de usuarios con imágenes de la guerra, animándoles a protestar y a proteger a su pueblo. Este nivel de autoorganización en Ucrania no se había visto nunca.
"Pensé adelgazar en el ejército pero no hay manera. Mis ucranianos, sois maravillosos. Vamos a ganar esta guerra", escribe a 20minutos un teniente del ejército ucraniano (que pide no revelar su nombre) desde el frente de guerra. Hasta ayer era informático. Hoy, después del ataque de las tropas rusas, ha cambiado su mesa con ordenador por un descampado cerca de Sumy -una ciudad al norte de Ucrania y fronteriza con Rusia- en el que la batalla ha conseguido alejar a los rusos a 40 kilómetros de distancia.
La gente de los pueblos cercanos intenta ayudar al Ejército llevando comida, ofreciendo cigarrillos y acogiendo a los soldados en sus casas. "Todos estos soldados son nuestros hijos. Están allí, los pobres, con hambre", afiirma Larysa, una activista del pueblo de Mostove situado al sur del país. El primer día decidieron que iban a recoger 50 grivnas (dos euros) de cada hectárea y donar ese dinero al ejército. Desde que empezó la guerra no han parado de ayudar a las tropas: todo el pueblo está cocinando platos típicos, picando los pollos, cerdos y preparando patos. "Cocinamos y cantamos el himno de Ucrania ["No ha muerto Ucrania, ni su gloria, ni su libertad"]”, añade Larysa con orgullo. Su vecina Lyudmyla tampoco ha dudado un segundo. Lleva mantas y cojines que ha recogido en su casa al Ejército para que “los chicos no tengan frío”.
“Putin se ha equivocado. Pensó que nuestro país es como el suyo, allí la gente vive muchos años entre la pasividad y el miedo", explica a este medio Inna Sovsun, diputada del parlamento ucraniano. “Creyó que iba a estar en guerra con el ejército ucraniano pero está en guerra con toda Ucrania. Nuestro ejército son 40 millones”. Según ella, la raíz del activismo del pueblo ucraniano está en la revolución de Maidán, donde ya se había visto una primera experiencia de autoorganización. "Pero nunca a esta escala”, matiza; "está sucediendo incluso en las ciudades tradicionalmente rusohablantes, como Krivói Rog, la cuna del presidente actual Zelenski, donde la población civil está construyendo barricadas y protegiendo la ciudad”.
Como a la mayoría de los kievitas, la guerra pilló por sorpresa a la familia de Inna. Su padre, de 61 años, veterano de guerra en Afganistán, tuvo que trasladar apresuradamente a su madre y a su hijo al oeste del país. Pero el sábado recibió una llamada de su madre. Estaba muy preocupada: "Tu padre ha decidido volver para apuntarse a la Defensa Territorial".
- ¿Papá, qué vas a hacer aquí?
- Protegeré la capital de mi país, Kiev.
- Tienes las rodillas enfermas, apenas puedes caminar.
- Voy a protegerla arrastrando si hace falta.
A pesar de todos los esfuerzos de los ciudadanos ucranianos que intentan contener la invasión terrestre de las tropas de Putin, la situación siendo dura. En la Defensa Territorial hay una carencia significativa de chalecos antibalas, faltan cascos para los alistados... y se nota la falta de experiencia.
Maksym, por ejemplo, tiene 29 años y es periodista en la televisión estatal Rada. Ahora lidera sobre el terreno una compañía de soldados, pero hace solo cuatro días reportaba noticias como cualquier otro periodista. Hoy se apuesta en la zona más peligrosa y en el frente más duro para la defensa de Kiev. Lleva ya un par de noches sin dormir, y dice que los últimos tres días los ha sentido "como si fueran tres meses". Admite que no había tenido experiencia en el Ejército pero aprende a marchas forzadas. "Todavía no puede creer lo que está pasando", remacha.
“Mi cerebro no quiere entenderlo. Parece una realidad paralela, una película bélica. El sábado estuvimos bajo el fuego de los rusos, al principio intentaba evitar las balas, pero ahora ya ni las noto acercarse”, confiesa en una llamada telefónica que responde de noche y agazapado en una zanja. Se le nota el cansancio en la voz.
"El sábado estuvimos bajo el fuego de los rusos, al principio intentaba evitar las balas, pero ahora ya ni las noto acercarse"
“Los soldados que ya tienen experiencia nos dicen que los primeros tres días son los más duros, pero que hay que aguantarlo porque luego será ya más fácil”, dice Maksym mientras su voz tirita y admite que no puede dormir por el frío que hace en su trinchera.
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