Antiguo Egipto: El engaño milenario sobre Cleopatra: ¿fue su suicidio una gran estafa histórica?
Del suicidio de Cleopatra VII (sucedido el 12 de agosto del 30 A.C.) no queda crónica alguna escrita de primera mano por un testigo. Y, si la hubiese, se ha esfumado en el devenir del tiempo. El texto más fidedigno parece ser el del biógrafo Plutarco, nacido unos cien años después que la reina. Más allá de que se sostenga o no su narración, lo cierto es que esta versión es la que ha pasado a los libros de texto. El autor afirma que, tras saberse cercada por su némesis Cayo Julio César Octaviano (más conocido como Octavio) y conocer la muerte de su amante Marco Antonio, se quitó la vida haciendo que un áspid le inyectara su ponzoña. «Revestida de sus mejores galas […] en una estancia perfumada, aproximó a sus venas la serpiente, que irritó hasta hacer que le mordiera inyectándole el veneno que le quitaría la vida tras sumirla en un sopor del que no despertaría», explicaba el autor.
Sin embargo, a lo largo de los siglos esta teoría ha sido matizada por unos y desarticulada por otros. No parece extraño, pues la narración alberga unos agujeros tan grandes como el guión de laoctava temporada de Juego de Tronos (disculpen a este fan todavía airado…). ¿Dónde diantre mordió la serpiente a la «reina ramera» (como la describieron los partidarios de Octavio)? ¿Es posible que se clavara en realidad una aguja cargada con un líquido mortal? El vivo ejemplo de que el suicidio de Cleopatra, la mujer que cautivó con sus encantos a César y Marco Antonio, alberga todavía más oscuros que claros fueron las declaraciones que hizo el profesor de Historia Antigua Christoph Schaefer a la CNN en 2010. En las mismas afirmó que, según sus investigaciones, la monarca se había metido entre pecho y espalda un brebaje cargado de droga. «No hubo cobra», explicó.
En lo que sí coinciden una buena parte de los expertos en toxicología es en que parece extraño que la reina decidiera quitarse la vida mediante la mordedura de un áspid, pues esta no siempre es mortal. Aunque la catedrática en química Adela Muñoz Páez (autora de«Historia del veneno. De la cicuta al polonio» -Debate, 2012-) recuerda que algunas sí que son letales. Parafraseando al médico del siglo XVI Andrés Launa, la experta confirma que «hay tres mortíferas especies de áspid»: la «chersea», la «chelidonia» y la «ptyada». «En el hombre, la dosis letal de su veneno es de 25 miligramos, mientras que la cantidad que una de estas serpientes inocula con su mordedura oscila entre 150 y 350 miligramos. Esta dosis provoca unos [peligrosos] síntomas que se manifiestan de manera inmediata», desvela en la mencionada obra. Así pues, aunque la posibilidad existe, la cuestión sigue abierta.
Personaje vilipendiado
La muerte de Cleopatra VII, nacida en el 69 a.C. en el seno de la dinastía Ptolomea, se sucedió en un contexto de guerra y después de que Octavio extendiera, escribanos y escritores mediante, una dolorosaleyenda negra que la mostraba como una ramera capaz de engatusar a cualquier hombre para hacerse con el poder. No en vano, el futuro emperador logró que el pueblo romano la viera como una «mujer fatal» obsesionada por el alcohol. El poeta Horacio, por ejemplo, la tildó de «insensata, colmada de una locura ambición y embriagada por un éxito insolente». No podemos negar que utilizó su inteligencia para sus propios fines (los textos del propio Plutarco no la describen como especialmente bella); pero, según desvela Belén Ruiz Garrido, Doctora en Historia del Arte por la Universidad de Málaga, parece que el odio hacia este personaje lo fomentaron sus enemigos más cercanos.
Tras la batalla naval de Actium (31 a.C.), en la que Cleopatra y Marco Antonio sucumbieron ante las fuerzas de Octavio, los caminos de los dos amantes se separaron. El general se recluyó en la isla de Faros asolado por la vergüenza de la derrota (y, al parecer, también por la amargura de haber sido abandonado en mitad de la contienda por los buques de su amada).
Por su parte, la monarca volvió a Alejandría y se propuso seguir al frente de Egipto al precio que fuera. Su desesperación fue tal que, cuando su némesis estaba a tiro de piedra ansioso de acabar con ella, le envió una misiva ofreciéndole Egipto a cambio de que dejase gobernar a sus hijos. Pero su destino estaba sellado. El romano ni siquiera respondió y se preparó para enfrentarse a aquella «mujer fatal».
A pesar de haber sido abandonado, el amor pudo a Marco Antonio, quien intentó reunir un ejército para defender a Cleopatra. No le sirvió de nada. La mayor parte de sus hombres desertaron y el general se retiró mientras culpaba de su destino a la reina. Su final llegó, según el mito, cuando le informaron de la falsa muerte de su amante. «El general, enloquecido, se clavó la espada en el mismo momento en el que el secretario de la reina llegaba anunciando que seguía viva. Marco Antonio fue llevado junto a Cleopatra y murió en sus brazos», desvela Muñoz en su obra. Poco después, la desesperada mandamás se enteró de que Octavio pretendía llevarla a Roma y exhibirla como un trofeo, así que urdió un plan para acabar con su vida.
La versión más popular
Según Plutarco, Cleopatra envió tras la cena una nota de suicidio a su enemigo en la que le pedía respetarar la vida de sus hijos. «Tomó unas tablillas sobre las que escribió a Octavio y las mandó enviar. Enseguida hizo salir a todos los que estaban en su mausoleo, excepto a sus fieles sirvientas Iras y Charmian, y cerró la puerta. Cuando la tablilla llegó a manos de Octavio y este leyó los ruegos desgarradores con los que Cleopatra le pedía ser enterrada junto a Antonio, Octavio supo lo que había hecho».
Después de darse un baño, solicitó que un esclavo acudiera con un cesto hasta la sala en la que se había recluido. Un recipiente en el que ordenó que escondiera una serpiente. «Al preguntarle los guardias qué traía en el cesto, el campesino abrió la tapa y mostró un cesto lleno de higos. Los guardias admiraron su tamaño y su aspecto y el campesino los invitó a tomar uno. Su franqueza y naturalidad disipó toda sospecha. Lo dejaron entrar», añadía el biógrafo.
Cuando recibió aquel cesto, y junto a sus dos sirvientas, se dispuso a dejar este mundo. «Entonces, revestida de sus mejores galas, se colocó junto al cadáver de Antonio, en una estancia perfumada, y aproximó a sus venas la serpiente que irritó hasta hacer que le mordiera inyectándole el veneno que le quitaría la vida tras sumirla en un sopor del que no despertaría», dejó escrito Plutarco. Según esta teoría, la serpiente habría atacado hasta en tres ocasiones. Una a la reina y una a cada esclava. A su vez, el suicidio se habría producido poco antes de que Octavio arribara hasta el mausoleo.
Con todo, las teorías se cuentan por docenas. Algunos historiadores afirman que el animal llegó en un gran cesto que también incluía uvas. Según otros, lo hizo en realidad en una corona de floresdestinada a la monarca. El también biógrafo del siglo II Suetonio, por su parte, fue partidario durante su vida de que el general romano, ávido de llevarla a la capital, trató de darle un antídoto sin éxito. Parece una misión imposible averiguar qué sucedió en aquellos muros. De hecho, y siempre según Muñoz, el mismo Plutarco confesó en sus textos no conocer con exactitud la causa del fallecimiento.
Serpiente asesina
La teoría de la serpiente es la más extendida. Sin embargo, plantea serias dudas. Una de ellas es de qué clase era la víbora que acabó con la vida de Cleopatra. Muñoz recoge en su obra -basándose en las investigaciones de Laguna- las tres posibilidades más plausibles. En sus palabras, la primera sería la «chersea» o «terrestre», un animal que permanece la mayor parte del año bajo tierra y que «tiene color de limo inclinante a lo ceniciento». La segunda se correspondería con la «chelidonia», de lomo negro y vientre blanco. «Tiene la chelidonia sus cavernas junto a la orilla de los ríos y se halla muy frecuente por las riberas del Nilo», añade el autor. La «ptyada» sería la última, característica por levantar el cuello para escupir desde la lejanía a su presa.
A pesar de que incluyó estas tres especies entre las posibles, el autor tampoco tenía claro, ya en el siglo XV, cuál de ellas había sido la culpable: «Sienten los mordidos del áspid gran estupor y entorpecimiento de miembros, frialdad notable y pesadumbre de todo el cuerpo, y, finalmente, un profundo sueño tras el cual siguen el espasmo universal y la muerte. De la chelidonia se escribe que en mordiendo despacha, y, así, es opinión de algunos que con ella se mató la reina Cleopatra; otros autores porfían que con la ptyada perpetró aquella hazaña». Mención a parte requiere la teoría de que el animal mordió a tres personas diferentes en el mausoleo, algo que parece imposible para algunos expertos.
Aunque es difícil saber hasta qué punto es plausible que una cobra acabara con la vida de Cleopatra, lo que es innegable es que, según Muñoz, el veneno que una víbora inocula en un ser humano es aproximadamente de entre 150 y 350 miligramos. Y la cantidad letal es apenas de 25 miligramos. Así que, al menos desde el punto de vista científico, la posibilidad es real. Con todo, y a sabiendas de que las toxinas tardan horas en hacer efecto, a la experta le resulta extraño que Octavio (que se hallaba a pocos kilómetros del palacio cuando la reina se suicidó) no intentara reanimarla para llevarla a Roma. De la misma opinión es el divulgador Pedro Palao Ponsquien, en su libro «Los misterios de los venenos» (De Vecchi, 2008), afirma que el general habría podido salvarla sin ninguna dificultad.
En palabras de Muñoz, lo más lógico es que, al arribar al mausoleo, la egipcia estuviera pasando por alguna de las fases posteriores a la inoculación del veneno. «Todo comienza con la merma de las capacidades músculo nerviosas, que provocan la caída de los párpados, la visión borrosa y la dificultad para respirar o hablar. Continúan con cefalea, desvanecimiento, vértigo, parálisis ocular y parálisis flácida general. En estadios más avanzados aparece parálisis progresiva de los músculos intercostales y el diafragma», añade la experta. ¿Por qué Octavio no le dio un antídoto?, ¿es posible que falleciera de otra forma?, ¿la dejó morir a propósito? En la actualidad, más de dos milenios después, tan solo podemos especular con lo que sucedió.
Contra la teoría oficial
La teoría de la serpiente es la más extendida, en efecto, pero a lo largo de las décadas se han contado por decenas los expertos que han barajado otras posibilidades. Una de las tesis que más repercusión tuvo fue la de Christoph Schaefer, un profesor de historia de la Universidad de Trier partidario de que, probablemente, se suicidó mediante algún veneno que acabó con su vida al instante.
En sus palabras, esta tesis es plausible ya que, según multitud de papiros de la época, la monarca era una experta en fabricar brebajes letales y una estudiosa de los mismos. Muñoz también baraja esta posibilidad y, en su obra, desvela que Cleopatra pensó utilizar el beleño o la estricninca. Sin embargo, difiere de su colega y sentencia que rechazó ambos. El primero, por los terribles sufrimientos que provocaba. Y el segundo, porque dejaría su cadáver desfigurado, y ella quería permanecer bella hasta el final.
Schaefer, tras analizar los textos antiguos y trabajar codo con codo con el toxicólogo alemán Dietrich Mebs, llegó también a la conclusión de que lo más probable es que Cleopatra utilizara una mezcla de cicuta, opio y acónito (considerada como una de las plantas más venenosas de Europa) para darse muerte junto a sus sirvientas. «El opio aporta tranquilidad, con él, uno puede caer en un sueño mortal e indoloro», desveló.
Pero el historiador no solo aportó esta nueva teoría, sino que, además, cargó contra la tesis oficial sobre la muerte de Cleopatra. Según explicó a la CNN, es imposible que la reina eligiese morir mediante una mordedura de serpiente porque sabía que estos animales no siempre son mortales. «Además, no es un método rápido. Es una muerte horrible que tarda horas en producirse y paraliza varias partes del cuerpo, incluyendo los ojos», explicó. Para apuntalar esta tesis se basó en los textos del historiador romano Dión Casio, quien afirmó que la monarca había tenido «una muerte tranquila y sin dolor». Por último, también señaló que, en pleno agosto, la serpiente en cuestión no se habría quedado en el mausoleo, sino que habría huido de allí para evitar el calor antes de atacar.
Otras tesis
Otra de las hipótesis más populares es la que afirma que Cleopatra se suicidó mediante unas hojas de cicuta que extrajo de una corona que llevaba en la cabeza. Palao no cree en ella. Por el contrario, es partidario de que la cantidad de veneno que podía estar escondido en el tocado es minúscula.
«Calculan que adornando el cabello de la reina podría haber unos 2 mililitros de veneno, cantidad insuficiente para morir ya que, para causar la muerte, se precisarían unos 30 mililitros de solución concentrada; si, además, hacemos caso a Plutarco, que deja entrever que las criadas también ingirieron el mismo veneno, se habrían necesitado otros 60 mililitros para acabar con ellas. Las hojas que nacen del árbol de la cicuta contienen solo el 0,5 por ciento del tóxico. Entonces una de dos, o Cleopatra tenía un jardín botánico sobre su cabeza -cada planta supera un metro de altura- o la cosa no cuadra», señala.
Para terminar, hace algunos años el canal Discovery Channel barajó la posibilidad de que Cleopatra no se hubiese suicidado, sino que hubiera sido asesinada por Octavio. Según el documental elaborado por la cadena, el general romano habría llegado al mausoleo a tiempo para evitar la muerte de la reina. Sin embargo, prefirió dejarla fallecer (o incluso darle muerte) amparándose en la nota de suicido que había recibido. Y es que, si volvía con la reina a Roma, sabía que podía generarse cierto revuelo en torno a ella y a Cesarión (el hijo que había tenido junto a Julio César).
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