El más asombroso y extraño de todos los templos griegos tenía 38 atlantes, y nunca se terminó
Hacia el año 688 a.C. colonos llegados de las islas de Rodas y Creta fundaron en la costa sur de Sicilia la ciudad de Gela. Esta floreció y se desarrolló tan rápidamente que, en menos de un siglo, fue capaz de fundar otras colonias por sí misma.
Así que en el año 581 a.C. un grupo de Geloi se encaminaron hacia el oeste y a apenas unos 76 kilómetros de distancia de su polis original fundaron la ciudad de Acragas (o Acragante, a la que los romanos llamaron Agrigento), en una meseta elevada sobre la costa sur de Sicilia.
Acragas creció rápidamente y alcanzó tal riqueza que se convirtió en una de las más famosas ciudades de la Magna Grecia. Sus habitantes, que en el momento de mayor esplendor pudieron alcanzar la cifra de 150.000, tenían un nivel de vida tan alto que su derroche y extravagancia se convirtieron en proverbiales.
Según cuenta Claudio Eliano, profesor de retórica romano que escribió su Varia Historia a comienzos del siglo III d.C.:
Cuando Platón vio que los habitantes de Acragas construían casas fastuosas y comían con el mismo estilo fastuoso, comentó que construían como si fueran a vivir para siempre y comían como si fueran a morir mañana. Timeo dice que usaban frascos de aceite y espátulas de plata y que tenían asientos hechos completamente de marfil.
Claudio Eliano, Varia Historia 12.29
Por ello no resulta extraño que acometiesen el trabajo de construir el mayor templo dórico jamas levantado. No solo eso, pues sería también el más extraño y original estilística y arquitectónicamente, y contaría con más atlantes que ningún otro, hasta 38 de 7 metros y medio de altura.
Los agrigenses empezaron a construir el Templo de Zeus Olímpico, también conocido hoy muy apropiadamente como templo de los gigantes, hacia el año 480 a.C. (un siglo después de la fundación de la ciudad) en el hoy denominado Valle de los Templos, donde se llegaron a levantar hasta 7 templos monumentales hexástilos.
Se cree que fue fundado para conmemorar la victoria de Acragas y Siracusa sobre los cartagineses de Amilcar en la batalla de Himera (480 a.C.), y Diodoro de Sicilia dice que la mano de obra fueron precisamente prisioneros capturados tras la batalla. También asegura Diodoro que no se terminó precisamente debido a la conquista cartaginesa de la ciudad en el año 406 a.C. (después de más de 70 años de trabajos). Algunos investigadores opinan que las obras comenzaron varios años antes de la mencionada batalla.
En cualquier caso lo que se construyó era ciertamente impresionante y original. Tenía 112,7 metros de longitud por 56,3 de ancho, y alcanzaba una altura de 20 metros. Presentaba 7 semicolumnas en su fachada (la primera vez que se usan en la arquitectura griega monumental) y 14 en cada lado (cuando un templo dórico tradicional tenía 6×13), con la particularidad de que no estaban exentas sino unidas mediante un muro continuo, que ayudaba a soportar el enorme peso del entablamento.
El templo tiene trescientos cuarenta pies de largo y sesenta pies de ancho. Su altura es de ciento veinte pies por encima de los cimientos. Podría ser juzgado como uno de los mayores templos de Sicilia o de fuera de Sicilia debido al tamaño de su planta. Y si la invasión (cartaginesa) no hubiese puesto fin a la construcción, la opción sería obvia. Otros templos se han construido hasta cierta altura con muros simples, otros tienen columnas. Pero este templo combina ambas formas, puesto que las columnas forman parte de los muros. En el exterior son circulares, hacia el interior son rectangulares. Su circunferencia exterior mide veinte pies, (…) y en el interior miden doce pies
Diodoro de Sicilia, Biblioteca histórica XIII, 82.3
El hecho de colocar 7 columnas en la fachada era una característica arcaica, que hacía tiempo había pasado de moda, lo que impedía colocar una puerta central en el templo. En su lugar se debieron abrir puertas en los extremos, aunque se desconoce su número exacto.
Entre las columnas se disponían hasta 38 atlantes colosales de 7,5 metros de altura (todo un hito en la escultura de la antigüedad griega), posiblemente alternando figuras barbadas y lampiñas, todos ellos de pie, de espaldas al muro y con las manos extendidas por encima de la cabeza como si sostuvieran la parte superior del templo.
Uno de estos atlantes, reconstruido con las piezas encontradas en el yacimiento, puede verse en el museo arqueológico de Agrigento, y otro se encuentra en el suelo frente a las ruinas del templo, constituyendo uno de los principales atractivos para los visitantes.
La presencia de atlantes, y en tan gran número, en el templo es una característica inusual y excepcional en la época, y según algunos autores confirma la supuesta extravagancia y el exhibicionismo de los acragenses.
El interior del templo estaba inspirado en la arquitectura cartaginesa, con una inmensa sala de pilares con tres naves, cuyo centro estaba abierto al exterior. Se desconoce si intencionadamente, por la dificultad de cubrir un espacio tan grande, o porque el techo nunca se terminó. También se piensa que pudo tener ventanas entre las columnas.
Curiosamente los frontones si se finalizaron, con conjuntos de esculturas de mármol completos. El oriental mostraba una gigantomaquia, mientras que en el occidental estaba representada la caída de Troya.
Frente a la fachada oriental y a unos 50 metros se disponía un gran altar sobre pilastras, cuyas dimensiones eran de 54,50 por 17,50 metros, y al que se accedía mediante una escalinata.
La estructura principal se mantuvo en pie hasta el año 797, en que el templo quedó destruido por un terremoto, y terminó de derrumbarse el 19 de diciembre de 1401. Sus restos, que desde la Edad Media venían usándose como cantera, fueron identificados a mediados del siglo XVI por el fraile dominico e historiador Tommaso Fazello.
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