La Dama de Cao, la misteriosa mujer que gobernó a los mochicas en el siglo V
Hace tiempo hablamos aquí de un señor de la guerra chino llamado Cao Cao. Hoy vamos a ver a alguien del sexo opuesto y muy diferente, tanto geográfica como cronológicamente, aunque con un apelativo similar: la Dama de Cao, nombre con que se conoce a una momia americana, de la cultura mochica, cuyos restos mortales y su fantástico ajuar funerario se encontraron en Perú y hoy se conservan -y se pueden contemplar- en una sala específica del Museo Cao, erigido ad hoc en el mismo lugar.
Todo empezó en El Brujo, un sitio arqueológico ubicado en el departamento peruano de La Libertad. Esa parte del país correspondía al Chinchaysuyo, el suyu más septentrional y poblado del imperio incaico y que junto con el Cuntinsuyo, el Collasuyo y el Antisuyo formaba las cuatro divisiones administrativas del imperio incaico. En su caso, abarcaba desde la mitad superior del actual Perú hasta el sur de Colombia, pasando por Ecuador e incluyendo parte de los Andes y el extremo occidental de la Amazonía.
Era el territorio que el inca Pachacútec conquistó hacia 1470 al antiguo Reino Chimú, que a su vez había sucedido al Imperio Huari en el siglo XIII. Pero mucho antes, la zona septentrional, correspondiente al valle del río Moche (en lo que hoy es la provincia de Trujillo) hubo otra cultura cuyo nombre deriva precisamente de ese lugar. Se desarrolló entre los siglos II y V d.C., durante el llamado Período Intermedio Temprano, siendo por tanto conteporánea de las culturas nazca, lima, recuay, cajamarca y tihuanaco.
La cultura moche o mochica fue identificada en 1909 por el arqueólogo alemán Max Uhle, que era director de la sección Arqueológica del Museo Histórico de Lima y luego trabajaría también en Chile y Ecuador, si bien la mayor parte de las excavaciones corrieron a cargo de su ayudante, Heincrich Brüning. Si de los chimúes concervamos aún la espléndida ciudad de adobe de Chan Chan, de los mochicas quedan un puñado de imponentes sitios arqueológicos, en dos de los cuales se descubrieron sendos enterramientos que actualmente constituyen no sólo una fuente fundamental de información para los historiadores sino también un importante atractivo turístico.
Y es que lugares tan fascinantes como las huacas del Sol y la Luna quedaron parcialmente opacados entre el último cuarto del siglo XX y principios del XXI con el hallazgo de las tumbas del Señor de Sipán (1987) y la Dama de Cao (2006). El primero causó sensación porque era la única tumba de un gobernante del antiguo Perú que estaba intacta, sin señales de saqueo. La segunda incluso superó a la primera porque el personaje enterrado, también en medio de riquezas, era una mujer, lo que revelaba valiosos datos sobre la situación de su sexo en el acceso al poder.
El Brujo es un complejo arqueológico situado en el valle del río Chicama y compuesto por la Huaca Prieta, la Huaca Cortada y la Huaca Cao Viejo. Las huacas (literalmente lugares sagrados) suelen ser tumbas y en la ultima mencionada, una pirámide truncada y hecha de siete plataformas superpuestas con un total de 120 metros de lado por 30 de alto, llevaba trabajando desde los años noventa el equipo peruano del arqueólogo Régulo Franco, con el apoyo de la Fundación Wiese, cuando, en 2006, en una fosa de 2,5 metros de profundidad, descubrió los restos momificados de una mujer envueltos en un fardo funerario de 25 capas de telas distintas y cuyo peso alcanzaba los 120 kilos.
Envuelta en una mortaja de algodón con placas de cobre intercaladas, peinado su cabello en dos trenzas y tapado el rostro con un cuenco de metal, el cuerpo reposaba junto con un fastuoso ajuar: 44 narigueras de oro y plata, otras joyas diversas (coronas, diademas, orejeras), 18 collares de piedras preciosas, un par de cetros de madera forrados de cobre (cada uno de 1,75 metros de alto), una armadura de 1.100 piezas de ese mismo metal, armas (propulsores, sobre todo), vasijas… Además no estaba sola, pues con ella fueron enterradas otras cinco personas en otras fosas: dos sacerdotes, dos guardias y una adolescente sacrificada por estrangulación, todos colocados en una cámara de 275 metros cuadrados decorada con murales de tema cosmológico.
Es decir, la Dama de Cao, como se la bautizó, era un personaje muy importante, casi divino, a despecho de su pequeño tamaño (apenas mide 1,48 de estatura) y su juventud (se la calculan unos 20 o 25 años en el momento de la muerte). El buen estado de la momia, debido en parte a que el cuerpo y sus vestimentas fueron tratados con sal y cinabrio (un mineral rojo compuesto por sulfuro de mercurio, que tiene propiedades preservadoras) y en parte a que se libró de riadas y humedad (al estar en una plataforma intermedia de la huaca), ha permitido esclarecer algunas circunstancias de su óbito.
Por ejemplo, un análisis médico reveló que tenía el vientre dilatado y otros signos de haber sufrido eclampsia postparto. La eclampsia consiste en una serie de convulsiones, hipertensión y edema que algunas mujeres sufren durante y después del embarazo, pudiendo derivar en coma y fallecimiento, como al parecer fue el caso de la Dama de Cao. Ignoramos qué fue de su bebé, puesto que no hay fuentes que hablen siquiera de ella; todo lo que sabemos es la información que proporcionan el cuerpo y la tumba, aunque los expertos recuerdan que únicamente se ha excavado un 5% de El Brujo.
Lo que sí podemos hacer aquí para comprender mejor esto es contextualizarlo. La Dama de Cao pereció en torno al año 400 d.C., el mismo en que los romanos Honorio y Arcadio reinaban en los imperios de Occidente y Oriente respectivamente, el visigodo Alarico invadía la península italiana, se construía en África el Gran Zimbabue e Hipatia era nombrada directora de la escuela neoplátónica.
En lo referente a su propio mundo, el mochica, el hallazgo ha supuesto una auténtica revolución al revelar que en aquella civilización, en la que un soberano central reinaba sobre señoríos más o menos autónomos, dirigidos por sacerdotes-guerreros (como el citado Señor de Sipán), los dirigientes no eran exclusivamente varones. Las mujeres también podían alcanzar la cabeza del gobierno y lo corroboró el descubrimiento en 2011 del sepulcro de otra sacerdotisa en Chornancap, que también había sido líder de su comunidad; bien es cierto que perteneció a otra cultura muy posterior, la lambayeque, en el siglo XIII.
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