El 'cristal' repunta entre los jóvenes españoles y los especialistas advierten: "Con antidepresivos puede ser mortal"
20Minutos
Éxtasis, MDMA, 'cristal' o, simplemente, 'm'. Muchos nombres que hacen referencia a una misma droga cada vez más consumida entre los jóvenes de España, que la utilizan en ambientes festivos (muchas veces relacionados con la música electrónica) y empiezan a consumirla antes de los 21 años. El principal problema: que "no saben lo que están tomando", según afirma José Luis Rabadán, vocal de la junta directiva de la Red de Atención a las Adicciones (UNAD).
El médico experto en adicciones advierte de que "muchas veces el éxtasis está mezclado con otras sustancias más peligrosas" y explica a 20minutos que tomarlo a la vez que otras drogas es una práctica común y realmente peligrosa. "Con alcohol, aumenta la posibilidad de deshidratación; con cocaína o speed, puede haber sobreestimulación, y con antidepresivos puede ser mortal", asegura.
Tal y como relata Rabadán, el éxtasis se popularizó a finales de la década de los ochenta, con el nacimiento de la 'ruta del bakalao', y en los 2000 quedó prácticamente "olvidado". El consumo, sin embargo, ha repuntado en los últimos años, "especialmente después de la pandemia", situando al MDMA como la quinta droga más consumida de España, justo detrás de la cocaína.
Los datos del Plan Nacional Sobre las Drogas reflejan que 757.225 personas tomaron 'cristal' el año pasado, principalmente jóvenes de entre 15 y 34 años. Rabadán asegura que el consumo se limita casi estrictamente a los ambientes festivos, en discotecas y festivales, donde este verano "se han batido récords de asistencia médica".
Los datos confirman que el 5% de la población lo ha probado alguna vez y que se la concibe como la tercera droga ilegal más fácil de conseguir. Mientras en 2014 solo un 1,2% de la población entre 14 y 18 años había tomado éxtasis, esa cifra ha subido al 3,1% en el último registro. Estos datos, que no son comparables a las del cannabis y la cocaína, indican, sin embargo, un crecimiento claro del éxtasis en nuestro país.
Lucas (nombre ficticio) es un chico de 22 años que tuvo una primera experiencia "terrible" y muy prematura: probó el 'cristal' a los 16, mucho antes de la media de edad, que se sitúa en 20,7 años. "Fue en las fiestas de Las Rozas (Madrid). Un amigo llevó tres pastillas con forma de Hello Kitty que había conseguido de su hermano mayor, una persona muy metida en el tema de las drogas", relata a 20minutos al salir de la universidad. Cada uno se comió una pastilla entera y lo que siguió fue una pesadilla.
"Me perdí en la fiesta, pasé la noche entera vomitando y me levanté con heridas en la boca por el mandibuleo"
"Me perdí en la fiesta, pasé la noche entera vomitando y me levanté con heridas en la boca por el mandibuleo", cuenta Lucas, que pasó un tiempo sin probar el éxtasis, asustado después de aquella noche. Pero pasados unos años empezó a frecuentar locales de música electrónica, una opción cada vez más popular entre los jóvenes. En el mundo de la noche, le resultó fácil retomar el consumo. "Es muy accesible, sobre todo en forma de pastillas. No es demasiado caro y si te vas a una discoteca de tecno, la consigues en un momento", asegura Lucas.
Fue entonces cuando empezó a disfrutar del éxtasis. "Te desinhibes, todo se intensifica y te pone muy cariñoso y amigable", señala. Entre estos efectos que relatan los consumidores, el especialista en adicciones José Luis Rabadán destaca "mejor estado de ánimo, mayor sensación de placer, amplificación sensorial, mayor autoestima, empatía e incluso necesidad de abrazar y besar".
Pero el MDMA no es un camino de rosas. Durante el viaje se puede experimentar aumento de la temperatura corporal y de la frecuencia cardiaca, ansiedad, náuseas, vómitos, sudoración, mareo, boca seca y un aumento de la tensión mandibular, el famoso 'mandibuleo'.
Sin embargo, para Lucas "lo peor" viene después. "La resaca es completamente emocional, como si estuvieras triste y con la cabeza nublada". Además, puede llegar a durar varios días cuando se consumen grandes cantidades. La razón es que el 'cristal' actúa sobre los transmisores de dopamina y serotonina, haciendo que el consumidor segregue ambas hormonas en exceso. Cuando pasa el efecto, los niveles bajos de serotonina y dopamina en el cerebro pueden provocar depresión, irritabilidad y fatiga. El cuerpo necesita tiempo para producir estas hormonas y mientras tanto el consumidor experimenta un estado de "bajón".
A diferencia de otras sustancias similares, el MDMA no es especialmente adictivo, en gran parte por que suele ser indisociable de la fiesta. Lo que sí ocurre es que a partir del 'cristal' los jóvenes acceden a otras drogas. "Empezamos con marihuana y alcohol, luego pasamos al 'cristal' y a partir de ahí, el resto", asegura Lucas. En su grupo de amigos, dice, hay desde cocaína a alucinógenos, y el MDMA ha sido "una droga de paso".
Como él, la mayoría de los jóvenes sabe que hay riesgo en el consumo de éxtasis, pero no siempre les supone un obstáculo. "El consumo de pastillas es una tómbola, puede llevar cualquier tipo de cosas, pero en el momento a la gente no le preocupa" explica el joven. Siempre, eso "con tal de que coloque".
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