"En el valle lo habían pasado mal, a veces por plagas o enfermedades, siempre por hambre. Pero luego, unos hombres del sur descubrieron el carbón y la pizarra en la cuenca y abrieron los pozos y horadaron las montañas, agujereando sin piedad el suelo y la roca. Llegaron las máquinas de extracción, el tren y los forasteros y entonces la ciudad se estiró por la ladera, crecieron los edificios y se fueron los animales. Construyeron la estatua, dedicada a los mineros, y todos comían y bailaban despreocupados, con los bolsillos llenos y las cabezas embriagadas. Pero le sacaron los hígados a la tierra, decía la abuela. Y eso se paga".
Polvo al polvo
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