viernes, 23 de diciembre de 2022

La verdad de la expedición Balmis-Zendal: la gran gesta médica ilustrada de España

 xaviercadalso

La corbeta 'María Pita', fletada para la expedición, zarpa del puerto de A Coruña en 1803. Grabado de Francisco Pérez.
La corbeta ‘María Pita’, fletada para la expedición, zarpa del puerto de A Coruña en 1803. Grabado de Francisco Pérez.

La corbeta ‘María Pita’, fletada para la expedición, zarpa del puerto de A Coruña en 1803. Grabado de Francisco Pérez.

Los apellidos Balmis y Zendal huelen a presente, a pandemia. El coronavirus los ha puesto de moda en forma de inauditos despliegues militares y nuevos hospitales. O más bien los ha rescatado del olvido, de los pantanos del pasado. Siempre acudimos a la historia para encontrar el espejo que nos explique las incertidumbres actuales, y el ejemplo de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna (1803-1810) se ha enarbolado en los dos últimos años como paradigma en la lucha contra la Covid-19.

Fue esta empresa sanitaria, patrocinada por el rey Carlos IV y enmarcada en el conjunto de las expediciones científicas ilustradas conducidas por la nación española en América durante el siglo XVIII, la gesta médica más importante realizada por la metrópoli hispana en todos sus territorios. Su objetivo era transmitir por ultramar la flamante vacuna de la viruela que portaban en su cuerpo 22 niños expósitos y frenar las terribles epidemias que diezmaban a la población. En su circunnavegación al orbe, la expedición inoculó a cientos de miles de personas.

Edward Jenner, el propio descubridor de la vacuna, quedó deslumbrado ante los resultados del proyecto para erradicar la enfermedad: «No puedo imaginar que en los anales de la historia se proporcione un ejemplo de filantropía más noble y más amplio que este».

La primera campaña de vacunación global de siempre se aborda ahora en profundidad y desde múltiples ángulos en La expedición de Balmis, una obra que nace de la colaboración entre el CSIC, el Ministerio de Ciencia e Innovación y Editorial Planeta. Más de una veintena de historiadores e investigadores de diversos ámbitos, coordinados por Susana Ramírez Martín, profesora de la Universidad Complutense, indagan en el contexto, la gestación, el desarrollo, las biografías de los protagonistas o el legado de la proeza médica para armar un libro completo, documentado, y con una intención divulgativa a pesar de su raíz académica.

La Expedición Balmis zarpó el 30 de noviembre de 1803 de A Coruña, a bordo de la corbeta María Pita. A través de una Real Orden, se le encargó a Isabel Zendal, rectora de la Casa de Expósitos del Hospital de la Caridad, el cuidado y el aseo de los niños vacuníferos, de entre 3 y 9 años —murieron cuatro a lo largo de toda la aventura: Tomás y Juan Antonio, procedentes de Galicia, y otros dos mexicanos, Juan Nepomuceno y Félix Barraza—. Su trabajo fue imprescindible para mantener viva la cadena de transmisión de la vacuna. Además, es la primera y única mujer participante en una expedición científica en calidad de miembro integrante de la misma, con la consideración de enfermera, y por tanto con identidad, rol y responsabilidades propias.

Contexto convulso

Llegados a Puerto Rico en 1804, la expedición se dividió en dos grupos: el de Balmis continuó la vacunación por Cuba, México —fue recibido hostilmente por el virrey de Nueva España— y Filipinas, mientras que el liderado por el doctor Josep Salvany y Lleopart, formado tan solo por cuatro personas y otros tantos infantes, se dirigió a la América meridional.

A la excepcionalidad sanitaria de la empresa hay que sumar el convulso contexto político en el que se desarrolló. Lo resume con precisión literaria la archivera Virginia Ramírez Martín: «Una gesta que comienza siendo ilustrada, absolutista y colonial y acaba por retornar a una metrópoli que transita hacia un régimen liberal en medio de una contienda por su propia independencia, mientras comienza a desmoronarse su imperio de ultramar«.

Portada de 'La expedición de Balmis'.

Portada de ‘La expedición de Balmis’. Planeta

El friso temático que cubre la obra arroja capítulos muy interesantes, pero vale la pena resaltar el bloque centrado en descifrar los perfiles y visiones políticas de Francisco Xavier Balmis y Berenguer (1753-1819), una persona forjada entre las aulas de sanidad —contrajo relevantes cargos en hospitales indianos como el de cirujano mayor— y en la escuela del arte de la guerra —integró, por ejemplo, la escuadra de José Solano, que ayudó en 1781 a Bernardo de Gálvez a tomar Pensacola y a expulsar a los ingleses de la plaza—.

La Expedición Balmis, como resume en el epílogo Antonio Campos Muñoz, vicepresidente de la Real Academia Nacional de Medicina, se reveló pionera en al menos seis actividades: fue precursora de la primera implementación de un programa de prevención y de salud pública auspiciado por un gobierno y financiado con fondos públicos, en la instauración de una actividad preventiva organizada en los distintos lugares visitados, en la educación sanitaria, en la transferencia de un conocimiento y de una tecnología que tenían como objetivo proporcionar a quienes recibían la vacuna independencia y autosuficiencia técnica para su utilización posterior en nuevas inoculaciones, en el modo de proceder para otorgar y financiar el proyecto científico-sanitario y en la participación de una mujer. Una gesta en todos los sentidos.

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