Busca ralentizar la economía a golpe de subidas de tipo que acabarán llegando a hogares y compañías en forma de créditos más caros e inaccesibles
El Banco Central Europeo (BCE) se siente más presionado por la inflación que por el terremoto que ha puesto en vilo al sistema bancario europeo. Su mandato pasa por la estabilidad de los precios y tras una década con el grifo del dinero abierto a raudales, ahora no le tiembla el pulso a la hora de cerrarlo a golpe de subidas de tipos que acabarán llegando a familias y empresas en forma de hipotecas y créditos más caros y complicados.
Es realmente lo que persigue la entidad: ralentizar la actividad económica tanto que la reducción de la demanda acabe trasladándose a los precios. Por eso ayer volvió a anunciar un aumento de 50 puntos básicos en el coste del dinero, a pesar de la crisis de confianza que castiga desde hace días en bolsa a los bancos de la Eurozona. El BCE, de hecho, relegó a un segundo plano del discurso la crisis del sector y se centró en justificar su decisión: "la inflación seguirá siendo demasiado alta durante demasiado tiempo", dijo Christine Lagarde, su presidenta, en la rueda de prensa posterior a la reunión del Consejo de Gobierno.
Las decisión que salió del encuentro en Fráncfort contribuirá a seguir endureciendo las condiciones crediticias que ofrecen las entidades a empresas y particulares. La última encuesta del BCE sobre préstamos bancarios correspondiente al primer trimestre de 2023 ya mostraba dicho endurecimiento y una menor demanda de préstamos. "Ahora esperamos que las vulnerabilidades del sector bancario que han salido a la superficie tengan un impacto directo en la disposición de los bancos a conceder créditos, lo que llevaría a unas condiciones de financiación aún más restrictivas que, a su vez, afectarían a la economía real potencialmente antes y con más dureza de lo esperado", apunta Anna Stupnytska, macroeconomista global de Fidelity International.
Bajando a esa economía real de la que habla Stupnytska, el impacto más directo para los hogares tiene que ver con el encarecimiento de las hipotecas. El aumento de los tipos tiene una traslación directa al Euríbor, que se aproxima cada vez más al 4% en su tasa mensual. "En una estimación del incremento de la cuota mensual de una hipoteca variable, el porcentaje de incremento interanual sería del 48% si el Euríbor alcanzase ese 4% en este año", calculan en el portal inmobiliario Fotocasa. "Esta situación supondría un desembolso para los hipotecados de entre 260 y 610 euros mensuales, lo que implica un incremento de entre 3.100 a 7.300 euros más al año", añaden.
En algunos casos, los encarecimientos podrían llegar a poner en aprietos a familias con condiciones más vulnerables y, por extensión, "supondrá también un reto para muchas entidades que tendrán que adaptarse y establecer cortafuegos que impidan una nueva ola de ejecuciones que podría lastrar también a las propias entidades financieras", señala Juan Villén, director general de idealista/hipotecas.
De manera indirecta, la subida del precio también afecta a las hipotecas a tipo fijo, no a las ya concedidas, sino a las que están en proceso de negociación en estos momentos y a las futuras.
Empresas y países
La capacidad de ahorro de las familias, erosionadas ya por la inflación, se verá aún más lastrada si tiene que afrontar unas cuotas mayores. Y lo mismo ocurrirá con su capacidad de consumo, ya que el encarecimiento del crédito hipotecario conllevará un gasto adicional que los ciudadanos tendrán que dejar de destinar a otros aspectos.
La reducción de la demanda acabará llegando a las empresas y sus cuentas de resultados. Además, el acceso al crédito para ellas también será más complicado, lo cual puede alterar sus planes de inversión y crecimiento o, en el peor de los casos, sus estrategias de refinanciación.
La deuda será igualmente uno de los focos de tensión y atención para los países, especialmente para aquellos que como España o Italia llevan años aumentando esta partida aprovechando la laxitud del propio Banco Central Europeo. La manguera también se estrecha para ellos. "La combinación de un margen de maniobra limitado para la política monetaria del BCE y un espacio fiscal reducido para los gobiernos ejerce presión sobre algunas calificaciones crediticias soberanas en 2023. Las ayudas económicas aplicadas por la mayoría de los países en respuesta a la pandemia del Covid-19 y a la crisis energética han provocado un aumento significativo de la deuda. La ralentización del crecimiento real del PIB y los elevados costes de los préstamos dificultarán que los gobiernos regresen a los ratios deuda/PIB anteriores a la pandemia, ya que la carga de los intereses aumenta tras años de descenso", explica Eiko Sievert, director de calificaciones soberanas de Scope Ratings.
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