domingo, 1 de septiembre de 2024

Así se encontró el Titanic: la misión secreta en plena Guerra Fría que halló el barco más famoso del mundo en el fondo del Atlántico

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Restos del Titanic en el fondo del Atlántico

El reloj apenas pasaba la 1 de la mañana del 1 de septiembre de 1985 cuando la proa del Titanic surgió de la oscuridad de las profundidades marinas. A 3.821 metros de profundidad, en una enorme llanura submarina en medio del Atlántico y con la escasa luz de un equipo sumergible, el enorme transatlántico fue encontrado por una expedición franco-estadounidense dirigida por el oceanógrafo Robert Ballard.

Habían pasado 71 años desde la última vez que el Titanic vio la luz del día, desde que fuese engullido por las gélidas aguas del Atlántico el 14 de abril de 1912 a las 2.20 de la mañana, dejando casi 1.500 fallecidos. La historia, elevada a la categoría de leyenda gracias al cine y a la cultura popular, es de sobra conocida: el iceberg, la orquesta que tocó hasta el último momento, los botes salvavidas insuficientes...

Sin embargo, el paradero de los restos del Titanic fue un misterio que despertó el interés de científicos, navegantes e historiadores durante décadas hasta que la expedición de Robert Ballard encontró el barco más famoso del mundo. Lo que muchos no saben es que todo ocurrió en medio de una misión secreta de Estados Unidos en plena Guerra Fría

Una misión secreta de la Armada en plena Guerra Fría 

En 1985, la Guerra Fría se encontraba en un punto crítico: la calma tensa entre Estados Unidos y la Unión Soviética estaba marcada por un aumento del gasto en armamento de ambos países y un aumento de las fricciones diplomáticas entre ambos países. En el ojo el huracán: las armas nucleares.

Veinte años antes, en la década de 1960, dos submarinos nucleares estadounidenses, el U.S.S. Thresher y el U.S.S. Scorpion, habían desaparecido en el Atlántico sin dejar rastro. La Armada estadounidense trató durante años de averiguar qué había ocurrido y responder a la pregunta incómoda: ¿habrían sido los rusos?

Fue entonces cuando se cruzó en su camino Robert Ballard, un oceanógrafo e investigador que buscaba financiación para desarrollar una nueva tecnología robótica sumergible, que permitiría alcanzar sin peligro lugares del fondo oceánico donde nunca antes había llegado el ser humano, hacer fotografías e incluso entrar en barcos y naves hundidas.

La Armada hizo un trato con el científico: financiarían su tecnología para buscar e investigar el naufragio de sus submarinos nucleares. La Armada accedió a dejar a Ballard hacer lo que quisiese después de cumplir el objetivo, pero el oceanógrafo ya tenía un objetivo en mente: encontrar los restos del Titanic desaparecidos 7 décadas antes.

Dos submarinos nucleares, en paradero desconocido

La expedición de Ballard se realizó manteniendo en absoluto secreto el objetivo real de la misión. Mientras buscaban los submarinos, Ballard y su equipo no perdieron la perspectiva y paralelamente buscaban los restos del transatlántico con la innovadora tecnología que habían desarrollado: un vehículo submarino a control remoto equipado con un sonar y cámaras de alta resolución.

Ballard calculaba que los restos del Titanic debían encontrarse entre las últimas posiciones conocidas de ambos submarinos, por lo que necesariamente 'lo encontrarían de paso'. Sin embargo, la búsqueda se prolongó durante meses. 

En ese tiempo, la expedición cumplió la misión: Ballard encontró los dos submarinos e investigó sus restos: los reactores nucleares estaban intactos, no había ningún impacto medioambiental y no había indicios de ningún ataque soviético.

Un rastro de 'miguitas de pan' les condujo hasta el Titanic

Mientras buscaban los submarinos, la expedición advirtió de un rastro de escombros en las llanuras oceánicas que no correspondían a los submarinos. Ballard apostó entonces por una nueva teoría: el barco se había partido en dos durante su hundimiento en 1912, y los escombros eran el resultado de las corrientes submarinas. Si seguían las 'migas de pan', darían con el premio, pensó Ballard. Una idea que, en sus propias palabras, terminó por "salvarles el pellejo".

Tras meses de búsqueda y en los últimos días de misión, en la madrugada del 1 de septiembre, la expedición captó las primeras imágenes de la proa del Titanic, descansando en una llanura submarina en el fondo del mar. Ballard tenía razón: el barco estaba partido en dos mitades.

Robert Ballard, junto a una maqueta del RMS Titanic.
Robert Ballard, junto a una maqueta del RMS Titanic.

La Armada temió por la fama del descubrimiento

El hallazgo, que conmocionó al mundo, permitió completar el dibujo de lo sucedido durante el naufragio. También preocupó y mucho a la Armada, que temió que la publicidad del descubrimiento revelase la verdadera naturaleza de la misión. 

Por suerte, no pasó: la gente "estaba tan centrada en la leyenda del Titanic que nunca ató cabos", asegura el entonces subdirector de operaciones de la Armada, Ronald Thunman, a National Geographic. No fue hasta 2008 cuando Ballard reveló la verdadera naturaleza de su misión.

La trágica historia del Titanic se convirtió, especialmente desde el hallazgo de su pecio en el fondo del Atlántico, en un icono de la cultura popular que ha despertado el interés de millones de personas. Pero la historia de su descubrimiento, más propia de una película de espías que de la realidad, continúa siendo un misterio para muchos. Sin embargo, la historia de Ballard y su misión secreta forma parte de la leyenda del Titanic tanto como el navío en sí mismo.

Imagen real del RMS Titanic el día de su viaje inaugural, apenas unos días antes de su naufragio, en 1912.
Imagen real del RMS Titanic el día de su viaje inaugural, apenas unos días antes de su naufragio, en 1912.

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