martes, 1 de octubre de 2024

La colosal obra de ingeniería para separar el Mediterráneo del Atlántico y levantar la mayor central hidroeléctrica del mundo




 Imaginemos un mundo donde la geografía no es un obstáculo, sino un lienzo en blanco que la humanidad puede transformar a su antojo para obtener todo lo que quiere. Un mundo donde la ingeniería desafía no solo las leyes de la física, sino también los límites de la imaginación humana. Esta visión, aparentemente sacada de una novela de ciencia ficción, fue el núcleo del proyecto Atlantropa, una colosal obra de ingeniería que prometía cambiar para siempre la faz del Mediterráneo y unir Europa y África, en una audaz aventura geopolítica y tecnológica.

El 1 de marzo de 1928, el arquitecto alemán Herman Sörgel presentó su disruptiva idea: construir una inmensa presa en el estrecho de Gibraltar, cerrando el paso del océano Atlántico al mar Mediterráneo. Este ambicioso proyecto, que inicialmente se llamó "Panropa", buscaba mucho más que una hazaña de la ingeniería. Atlantropa prometía resolver los problemas energéticos y económicos de Europautilizando la energía hidroeléctrica generada por la presa para impulsar la economía del continente y, al mismo tiempo, explotar los recursos de África como una extensión natural de Europa.

De haberse hecho realidad, probablemente, muchos de los males económicos que hoy afligen al Viejo Continente, como la dependencia energética del exterior, se habrían solucionado. Sin embargo, son muchos los que dudan de la capacidad real para llevar a cabo este proceso, además del importantísimo impacto ecológico que habría tenido implementar la separación, de facto, entre el Mediterráneo y el Atlántico.

Cuenta Carlos Arteaga Cardineau, investigador del Departamento de Geografía de la Universidad Autónoma de Madrid, que Sörgel no era simplemente un arquitecto visionario, sino también un idealista con la convicción de que la humanidad podía y debía mejorar su situación a través de la innovación y la cooperación transnacional. En un periodo marcado por las cicatrices de la I Guerra Mundial y la incertidumbre económica, Sörgel veía en Atlantropa una oportunidad para unificar Europa y estabilizar el continente mediante la creación de un nuevo "supercontinente" euroafricano.

Este experto explicaba en su trabajo que Atlantropa habría sido "un auténtico desafío a las fuerzas de la naturaleza: hablamos del proyecto que consistía en el cierre del Atlántico al Mediterráneo por medio de la construcción de lo que sería la Central Hidroeléctrica más potente y más grande del mundo. Eso habría supuesto, por lo tanto, hacer emerger de las aguas del Mediterráneo más de 600.000 km2". Este investigador asegura que la energía producida sería el equivalente a 50.000 megavatios, que es más del doble del que produce en el momento actual la central hidroeléctrica más potente del Mundo, la de las Tres Gargantas en China.

Una revolución agraria

Pero, ¿realmente era factible esta utopía? Atlantropa incluía no solo la gigantesca presa de 35 kilómetros de longitud y 300 metros de altura en Gibraltar, sino también la construcción de una vasta red de infraestructuras, como un túnel bajo el estrecho y un puente entre Sicilia y Túnez, que permitirían una integración sin precedentes entre Europa y África. El Mediterráneo se reduciría a un lago de agua salada, con su nivel descendiendo entre 100 y 200 metros, revelando nuevas tierras que podrían albergar a más de 150 millones de habitantes y proporcionar espacios fértiles para la agricultura y nuevos asentamientos.

Para terminar de armar este proyecto con argumentos prometedores, Sörgel se apoyaba en datos proporcionados por expertos de la Universidad de Berlín, que indicaban que las aportaciones realizadas por el Océano Atlántico, el Mar Negro y diferentes cuencas fluviales eran menores que el volumen evaporado estimado, por lo que, mediante un control de las aportaciones y la regulación del mar, se produciría una evaporación constante y lenta de agua. Asimismo, la desalación masiva de agua permitiría irrigar el Sáharaconvirtiendo este desierto en una zona cultivable, según explican desde la Universidad Politécnica de Madrid.

"Además, con el retroceso de las aguas en la costa palestina, podría constituirse un nuevo estado: el tan ansiado Israel del Pueblo Judío. También el Adriático se desecaría casi en su totalidad. Estas nuevas tierras deberían de proporcionar cultivos para enriquecer a más de 150 millones de habitantes. En sintonía con la explotación de los recursos de África, se construiría el llamado 'Segundo Nilo', aprovechando el Lago Chad y el río Congo", asegura Arteaga Cardineau, el experto de la Complutense. Entonces, si este proyecto hubiera dado lugar a unos resultados tan magníficos, ¿por qué no se ha llevado a cabo? No solo eso, ¿por qué ha permanecido oculto durante años y apenas tiene defensores?

Una catástrofe ambiental

Este sueño utópico escondía también su lado oscuro. Reducir el nivel del Mediterráneo podría haber desencadenado consecuencias ambientales catastróficas, comparables a la crisis del Mar de Aral, que en su momento se evaporó casi en su totalidad debido a la intervención humana, dejando tras de sí un paisaje devastado y un desierto de sal.

La desecación parcial del Mediterráneo habría alterado de manera radical el clima de la región, aumentando la aridez en Asia y África, y disminuyendo las precipitaciones en la cuenca mediterránea. Como señala Arteaga Cardineau, estas alteraciones podrían haber intensificado fenómenos climáticos como tormentas de arena y sal, afectando gravemente la agricultura y la habitabilidad de las nuevas tierras emergidas.

Además, las implicaciones sociales y políticas no eran menos problemáticas. Atlantropa se concebía como una respuesta europea al crecimiento económico de Estados Unidos y Asia, y su éxito dependía en gran medida de la explotación de los recursos africanos. Esta visión colonialista fue duramente criticada, y con razón: implicaba tratar a África como un mero apéndice de Europa, ignorando las realidades y aspiraciones de los pueblos africanos. La idea de un "supercontinente" euroafricano, lejos de ser una utopía igualitaria, podría haber exacerbado tensiones y conflictos en lugar de resolverlos.

El arquitecto alemán Herman Sörgel.

En última instancia, el proyecto Atlantropa se quedó en los planos y las maquetas. La II Guerra Mundial y la posterior reconstrucción de Europa relegaron el sueño de Sörgel al olvido. No obstante, su legado perdura como un recordatorio de hasta dónde puede llegar la ambición humana, y de los peligros de intentar jugar a ser dioses con la naturaleza. Atlantropa no fue solo un proyecto de ingeniería; fue un experimento intelectual, un intento de imaginar un mundo diferente, donde las fronteras y las barreras geográficas pudieran ser superadas por la voluntad humana.

Así, Atlantropa nos invita a reflexionar sobre los límites del ingenio humano para seguir prosperando y la responsabilidad que conlleva soñar a lo grande. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar para cambiar el mundo? ¿Y a qué precio? Sörgel creyó que la grandeza de su visión justificaba cualquier sacrificio. Hoy, más de 90 años después, su proyecto sigue siendo un fascinante "qué pasaría si" de la historia, un testamento de que, a veces, la ciencia y la ficción pueden ser una y la misma cosa.

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