viernes, 11 de octubre de 2024

Los científicos han medido los signos vitales de la Tierra y el resultado es inquietante

 Historia de Sergio Parra


El futuro del planeta, tal como lo conocemos, pende de un frágil hilo. Un reciente estudio sobre los signos vitales de la Tierra ha revelado que 25 de los 35 indicadores evaluados se encuentran en su peor estado registrado. Este análisis demuestra que no solo estamos viviendo una emergencia climática sin precedentes, sino que nos acercamos rápidamente a un colapso irreversible. Los ecosistemas que han sostenido la vida durante milenios están siendo empujados al borde del abismo, y la crisis climática avanza hacia una fase crítica e impredecible.

Durante décadas, científicos de todo el mundo, incluidos más de 15.000 investigadores, han levantado la voz sobre los peligros del cambio climático, impulsado por el aumento de emisiones de gases de efecto invernadero y la degradación de los ecosistemas. Sin embargo, a pesar de estas advertencias, las emisiones de combustibles fósiles han alcanzado niveles récord, y las tres jornadas más calurosas de la historia moderna ocurrieron en julio de 2024.

Las políticas actuales nos encaminan hacia un aumento de la temperatura global de aproximadamente 2.7 grados Celsius para el año 2100, lo que nos sitúa en un sendero peligroso e insostenible. 

Temperaturas récord

El impacto de este calentamiento se siente ya en cada rincón del planeta. En 2023, se rompieron récords históricos en temperaturas de la superficie del mar y en la extensión del hielo ártico. A lo largo del año, las temperaturas globales se mantuvieron en niveles récord casi la mitad del tiempo. Según el informe, este patrón es solo el comienzo de una espiral de catástrofes naturales cada vez más frecuentes y devastadoras.

Si las emisiones continúan al ritmo actual, es muy probable que las futuras generaciones enfrenten temperaturas sin precedentes, llevando a la humanidad hacia condiciones climáticas desconocidas.

agotamiento de Recursos

La relación de la humanidad con los recursos del planeta ha sido también un factor clave en esta crisis. Aunque las tasas de fertilidad han disminuido, otros indicadores como la población humana, el ganado rumiante y la producción de carne per cápita han alcanzado máximos históricos. 

La combustión de combustibles fósiles aumentó en un 1.5% en 2023, con incrementos significativos en el consumo de carbón y petróleo, a pesar del crecimiento en el uso de energías renovables como la solar y la eólica. Sin embargo, este aumento de energías limpias no ha sido suficiente para reducir la dependencia global de los combustibles fósiles. 

Cobertura forestal

En términos de la pérdida de cobertura forestal, 2023 también trajo malas noticias. La pérdida global de árboles alcanzó su tercer nivel más alto registrado, con una cifra alarmante de 28,3 millones de hectáreas desaparecidas, siendo los incendios forestales una de las principales causas de esta devastación

Si bien se observó una reducción en la tasa de deforestación en la Amazonía brasileña, gracias a políticas más estrictas, los expertos temen que este frágil ecosistema esté a punto de cruzar un umbral crítico que lo podría llevar a un colapso irreversible.

Océanos

La aceleración de los efectos del cambio climático no se limita a la tierra firme. Los océanos, vitales para el equilibrio del clima, están experimentando niveles récord de acidificación y calentamiento. Las olas de calor marinas, como las observadas en 2021 y 2023, han causado la muerte masiva de especies marinas, afectando tanto la biodiversidad como los medios de subsistencia de las comunidades costeras. El nivel del mar sigue en aumento, y se espera que, si no se toman medidas drásticas, millones de personas sean desplazadas antes de que termine este siglo.

Los científicos han dejado claro que la crisis climática no es un fenómeno que afecta únicamente a las regiones más vulnerables del planeta, sino que sus repercusiones están llegando a todos los rincones de la Tierra. Las temperaturas extremas, las sequías prolongadas y las lluvias torrenciales se están convirtiendo en una constante, desafiando las capacidades de adaptación de los ecosistemas y de las poblaciones humanas.

Por si fuera poco, los modelos climáticos actuales aún no integran completamente los efectos de los bucles de retroalimentación climática, que podrían acelerar aún más el calentamiento global. Estos bucles, como el deshielo del permafrost, liberan gases de efecto invernadero adicionales que agravan la situación. De hecho, varios de los elementos clave que regulan el sistema climático, como las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida, podrían estar ya acercándose a puntos de inflexión que, una vez superados, desencadenarían cambios irreversibles en el clima global.

Ante este panorama sombrío, muchos expertos consideran que estamos frente a una amenaza existencial para la civilización tal y como la conocemos. No se trata solo de un desafío ambiental: la crisis climática es también un problema social y económico. Las comunidades más pobres y vulnerables, que son las que menos han contribuido a las emisiones globales, son las más afectadas por los desastres naturales y los cambios en los patrones climáticos. El colapso social y económico es un riesgo real si no se toman medidas urgentes para frenar la trayectoria actual.



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