Las ecorregiones ubicadas en el norte, oeste y sur de Argentina representan una gigantesca mina de recursos renovables. Son tierras que destacan tanto por sus atractivos y fuentes naturales, como por su fauna silvestre. Sin embargo, actualmente llaman la atención por otro recurso natural de gran importancia: toneladas de reservorios subterráneos de calor, lo suficientemente aptos para generar electricidad de manera sostenible.
Toneladas de depósitos de calor para energía geotérmica
La principal ventaja que ofrecen las ecorregiones argentinas es la posibilidad de generar energía geotérmica. Este tipo de energía aprovecha el calor subterráneo que se produce por la desintegración de minerales, para generar electricidad de forma continua.
En este sentido, la energía geotérmica subraya la producción de energía renovable o energías limpias, en la medida en que se genera electricidad a partir de fuentes renovables: el calor. No obstante, a diferencia de otros mecanismos como la solar o eólica, la geotermia es más estable porque su manera de producción no depende de las condiciones climáticas.
Así, Argentina se asienta sobre una gigantesca mina de calor que le está garantizando su transición al uso de energía renovable con el desarrollo de la geotermia. Como es de esperar, el país ya ha comenzado a dar sus primeros pasos para lograr la transición y la independencia del combustible fósil, aunque las inversiones en Vaca Muerta parecieran indicar lo contrario…
Los dos pasos clave en el desarrollo geotérmico argentino
Las ecorregiones que favorecen el desarrollo geotérmico argentino son las áreas de Puna, Cuyo y el norte de la Patagonia. Aquí actualmente se están llevando a cabo siete proyectos para producir un potencial eléctrico de 300 MW.
Aún no se precisa el tiempo en que comenzaría a operar tal complejo eléctrico, pero se tiene certeza de que al menos dos de esos siete proyectos, están avanzados y ambos son de la región de Neuquén, rica también en combustible fósil como todos sabemos por Vaca Muerta.
Uno de ellos es el del Volcán Copahue, con una proyección en producción de 30 MW. El segundo proyecto es el del Volcán Domuyo, con un potencial de producción energética de hasta 100 MW y en fase de prefactibilidad técnica. Sin duda representan una alternativa sustentable para la producción de electricidad, de acuerdo con las cifras que dan algunos inversores privados que apuestan al desarrollo geotérmico en la región.
Pero, si bien representan una opción más saludable para la población argentina y en general, los proyectos carecen de amplia aceptación social para seguir adelante con su ejecución. Un rechazo que evidencia, por un lado, la resistencia de las comunidades de las zonas en respuesta a la conservación de lo que consideran su hábitat. Por el otro, la incertidumbre de los inversores debido a los altos costos para su construcción.
Desafíos de la transición energética argentina con la geotermia
Dos desafíos tiene Argentina para poder realizar su sueño a la transición. El primero de ellos es el alto costo que supone la exploración y perforación del suelo para aprovechar el calor. Esto ha alejado la inversión privada puesto que los mecanismos de producción de electricidad, requieren de técnicas más avanzadas, al parecer, que los que se emplean para el combustible fósil.
Si bien habría que tomar en cuenta que en el caso de la extracción del combustible fósil se cuenta con un desarrollo tecnológico más amplio que el de la geotermia…
El segundo desafío, como suele ocurrir con estos proyectos, es la oposición de las comunidades locales a que se realicen los trabajos en las ecorregiones mencionadas, para evitar la alteración de su ecosistema. Sin embargo, quienes asumen el desarrollo geotérmico en Argentina, esperan poder llegar a buenos acuerdos en pro del bienestar social y natural.
Lo cierto es que, actualmente, la energía geotérmica se perfila en Argentina como una de las promesas para avanzar hacia la sostenibilidad gracias a los recursos renovables de sus ecorregiones.
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