lunes, 3 de marzo de 2025

Groenlandia es una bomba geoclimática: un 'corazón caliente' bajo el hielo acelera el colapso glacial y el ascenso del suelo


Un estudio revela que una antigua columna volcánica debajo del sureste de Groenlandia está impulsando una elevación récord del terreno y podría desestabilizar glaciares clave, agravando la crisis climática.

En las costas del sureste de Groenlandia, donde el glaciar Kangerlussuaq se retira a un ritmo alarmante, el suelo se eleva hasta 17 milímetros por año, un ritmo comparable a apilar cuatro monedas de euro anualmente sobre un paisaje que debería ser estático. Este fenómeno, detectado por satélites y estaciones GPS, supera todo lo predicho por los modelos científicos. ¿La causa? Un "corazón caliente" sepultado bajo el hielo: las cicatrices de una columna mantélica que Groenlandia sobrevoló hace 40 millones de años está acelerando hoy su transformación.

Un equipo de geofísicos de Noruega ha desentrañado este misterio en un estudio publicado en Communications Earth amp; Environment. Combinando modelos 3D de última generación con datos satelitales, ha descubierto que la huella del penacho de Islandia —una columna de roca fundida que ascendió desde las profundidades del manto— debilitó la estructura terrestre bajo Groenlandia, adelgazando su litosfera y reduciendo la viscosidad del manto superior.

Este "camino del penacho", de 400 km de ancho, actúa como un acelerador geológico: cuando el hielo se derrite, la Tierra rebota con una velocidad inusitada, como un colchón que recupera su forma tras soportar un peso.

No es un ajuste postglacial cualquiera

Durante décadas, se atribuyó el lento ascenso del terreno groenlandés (2-3 mm/año) al ajuste isostático glacial —el rebote de la corteza tras perder el peso de los glaciares—. Pero en el sureste, las cifras han roto todos los esquemas. El manto aquí es hasta 500 veces menos viscoso que en otras zonas, lo que permite una respuesta casi instantánea a la pérdida de hielo reciente, según los investigadores.

Los modelos revelan que el 60% del ascenso actual se debe al deshielo ocurrido desde el año 1000 dC, con un pico en las últimas décadas. El glaciar Kangerlussuaq, por ejemplo, ha perdido 200 metros de espesor en 10 años, liberando una presión que el manto "blando" compensa con rapidez.

Pero esto no es un alivio: la elevación podría generar una retroalimentación peligrosa. Al elevarse el lecho rocoso, el glaciar podría desconectarse de las aguas oceánicas más cálidas, frenando temporalmente su retirada. Sin embargo, este efecto paliativo sería efímero frente al colapso acelerado por el cambio climático: Groenlandia ha perdido 4.700 gigatoneladas de hielo entre 1992 y 2020, suficientes para cubrir España bajo 10 metros de agua.

Lecciones del Holoceno

El estudio también analizó antiguos indicadores geológicos. Hace 11.000 años, al final de la última glaciación, el suelo en zonas como Schuchert Dal se elevó a 28 mm/año, un récord que hoy se repite. Es una señal de que el sistema responde igual ante pérdidas masivas de hielo, ya sean naturales o antropogénicas, explican los investigadores.

Pero hay una diferencia crucial: el calentamiento actual es 10 veces más rápido que el del Holoceno. Los modelos proyectan que, si el deshielo continúa, la elevación superará los 2 cm/año en zonas críticas, alterando la dinámica de glaciares como el Helheim y el Kangerlussuaq, que por sí solos contienen hielo suficiente para elevar el nivel global del mar en 1,2 metros.

Una bomba geoclimática

Este hallazgo redefine cómo entendemos la interacción entre el interior terrestre y el clima, plantean los autores de esta investigación.

En primer lugar, los modelos de elevación del mar deben actualizarse, ya que la subsidencia costera (hundimiento del suelo), clave para predecir inundaciones, podría ser menos severa en zonas con manto débil, pero solo temporalmente.

En segundo lugar, este estudio plantea nuevas incógnitas para la estabilidad glacial: la rápida elevación podría estabilizar algunos glaciares al reducir el contacto con aguas cálidas, pero también expondría nuevos sectores a la fusión.

Por último, señala que el pasado volcánico marca el presente: Groenlandia no es un escudo geológico estable; su historia térmica la hace especialmente vulnerable.

Este estudio no solo revela un capítulo olvidado de la historia geológica groenlandesa, sino que dibuja un futuro en el que el pasado volcánico y el presente climático chocan, reescribiendo los mapas costeros del mañana y cambiando el curso de la historia climática.


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