Un nuevo proyecto de construcción realizado por la Empresa de Vivienda y Desarrollo Urbano de Stuttgart (SWSG), en Alemania, ha llevado a un hallazgo inesperado: un cementerio de 1800 años de antigüedad con más de 100 esqueletos de caballos.
Las investigaciones arqueológicas arrancaron en julio de 2024 y ahora los expertos creen que los animales pertenecieron a una unidad de caballería romana compuesta por aproximadamente 500 jinetes y que estaba estacionada en las cercanías; concretamente en Hallschlag, en la provincia de Germania Superior, lo que ofrece una perspectiva increíble sobre cómo el ejército romano gestionaba y utilizaba sus fuerzas equinas durante el siglo II d.C.
Un cementerio de caballos del siglo II
Según los expertos, estos caballos formaban parte de un Ala (unidades de caballería auxiliares, especialmente durante el Imperio romano), que necesitaban alimento, refugio y cómo no, llegado el momento, también un entierro.
La tropa, con casi 500 jinetes, probablemente contaba con al menos 700 caballos, y si los caballos eran heridos, contraían enfermedades o morían por otras razones, las pérdidas debían ser reemplazadas constantemente, por lo que decidieron habilitar una zona específica para enterrar a todos estos caballos. Así, el estudio ha confirmado que la zona fue utilizada como cementerio de caballos, a 200 metros del asentamiento civil romano más cercano. El tamaño total del cementerio sigue siendo incierto, pero las excavaciones han revelado una zona de uso intensivo que mide aproximadamente 70 x 80 metros.
Las tumbas eran poco profundas y los animales fueron enterrados de lado, con las patas dobladas o extendidas. Ninguno de ellos murió dramáticamente a causa de una batalla o una epidemia, ya que la datación por radiocarbono muestra que fueron enterrados a lo largo del tiempo, poco a poco y no como consecuencia directa de un único evento dramático. "Cada ubicación debió estar marcada visualmente, ya que las fosas rara vez se superponen", explica Sarah Roth, arqueóloga jefe del departamento. "Si el caballo aún pudiera caminar por sí solo, habría sido llevado al cementerio de caballos y sacrificado allí mismo para evitar tener que transportar el pesado cadáver", añade.
Una tumba especial
Entre el centenar de tumbas de equinos, los investigadores descubrieron una un tanto especial: el caballo había sido enterrado con dos jarras y una lámpara de aceite en el hueco de la pata, según informaron las autoridades, lo que indicaría un estrecho vínculo entre el animal y su dueño, ya que la disposición y el tipo de objetos imitaban a cómo se enterraban a los humanos en la época (un ajuar funerario humano tradicional). “Aquí vemos un vínculo particularmente estrecho entre el dueño y su caballo. Incluso después de unos 1800 años, el dolor por la muerte de este animal sigue siendo evidente”, dijo la experta.
Junto con los restos de los cien caballos, los arqueólogos hallaron el cuerpo de un hombre adulto, boca abajo y sin ajuar funerario, por lo que consideran que este hombre no era merecedor de un entierro digno o incluso pudo ser un forastero que terminó sus días cerca del asentamiento romano.
Ahora que la excavación ha finalizado, los científicos tienen una oportunidad excepcional para estudiar los restos en detalle. La investigación no ha acabado, así que pronto podríamos tener datos acerca de los caballos: su raza, su edad, su tamaño, las posibles enfermedades que tuvieran, para qué se empleaban e incluso, saber de qué murieron.
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