jueves, 29 de mayo de 2025

Exploran con sonar las profundidades del océano y son testigos de la mayor 'masacre' jamás documentada

 


Una agrupación excepcionalmente densa de capelanes, compuesta por unos 23 millones de ejemplares, fue el detonante de una escena tan espectacular como inquietante. El movimiento de estos pequeños peces, similar en tamaño a la anchoa, atrajo la atención de una gran masa de bacalaos, estimada en 2,5 millones.

En tan solo unas horas, más de 10 millones de capelanes desaparecieron, devorados por sus depredadores. Los científicos lo han descrito como el mayor evento de depredación marina del que se tiene constancia. La magnitud del fenómeno no solo ha sorprendido por las cifras, sino también por la velocidad con la que se desarrolló.

Según el profesor Nicholas Makris, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), "es la primera vez que se observa una interacción depredador-presa de esta escala, y es una batalla coherente por la supervivencia". La investigación, publicada en la revista Nature Communications Biology, demuestra el potencial de las nuevas tecnologías para captar estos procesos naturales invisibles hasta ahora.

Un sistema acústico para descubrir lo que no se ve

El sistema utilizado para observar la escena se denomina Ocean Acoustic Waveguide Remote Sensing (OAWRS). Se trata de un sonar que emite ondas sonoras hacia el fondo del océano y capta los ecos que rebotan en los cuerpos de los peces. Estas señales permiten generar imágenes acústicas con un nivel de detalle que permite distinguir incluso entre especies.

"Los peces tienen vejigas natatorias que vibran como campanas", explicó Makris. "Los bacalaos tienen una resonancia grave, mientras que los capelanes resuenan como notas altas de piano". Esta diferencia acústica fue clave para que los científicos pudieran seguir la evolución de cada grupo durante el evento.

El banco depredado suponía tan solo el 0,1% de la población de capelanes en la región, por lo que el impacto global sobre la especie fue reducido. No obstante, el estudio alerta de que no todas las poblaciones podrían resistir un episodio similar si sus cifras ya están mermadas por otros factores.

"Se ha demostrado muchas veces que, cuando una población está al borde del colapso, existe un último banco grande y denso. Cuando desaparece, la especie colapsa", afirmó Makris. Por ello, insiste en la necesidad de "saber lo que hay antes de que desaparezca", especialmente en un contexto de océanos cada vez más presionados por el cambio climático y la actividad humana.

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