martes, 27 de mayo de 2025

La mayor odisea de la humanidad fue una caminata por todo el planeta que duró siglos

 



Viaje milenario - Durante la última glaciación, el estrecho de Bering se convirtió en un puente natural que permitió a los primeros grupos humanos cruzar de Asia a América del Norte a pie

El viaje de la humanidad: así fue la conquista de todos los continentes de la Tierra

Tardaron generaciones. No hubo mapas, ni fronteras, ni nombres. Solo el impulso de explorar lo desconocido, de caminar hasta donde alcanzaran las piernas, aunque no supieran lo que había más allá. Ese deseo —tan primitivo como persistente— cruzó glaciares, cordilleras y selvas. Ninguna otra especie ha sentido esa urgencia como la humana. Fue esa pulsión la que los llevó, hace más de 20.000 kilómetros, desde el norte de Asia hasta el sur de Sudamérica.

Ese salto gigantesco, disperso en mil pasos diminutos, ha sido reconstruido ahora por un equipo de investigadores que ha seguido el rastro genético de aquella migración. Las huellas de quienes cruzaron el planeta a pie quedaron en el ADN de sus descendientes.

El hielo unió continentes y abrió el camino hacia América

La revista Science ha publicado los resultados de este estudio liderado por la Universidad Tecnológica de Nanyang, en colaboración con el SCELSE y la Escuela Asiática del Medio Ambiente. Analizaron los genomas de 1.537 personas pertenecientes a 139 grupos étnicos, con una tecnología que permite rastrear los patrones más antiguos de ancestralidad compartida.

Una de las claves para completar ese recorrido fue la existencia de puentes naturales formados por masas de hielo que unían zonas que hoy están separadas por el mar. El tramo más decisivo se produjo a través del estrecho de Bering, cuando el nivel del mar era mucho más bajo. Esa franja helada conectaba Siberia con América del Norte y permitió el tránsito de los primeros grupos humanos desde Asia.

Durante miles de años, los descendientes de esos migrantes se fueron desplazando poco a poco hacia el sur, en una expansión que no fue inmediata ni lineal, sino irregular y condicionada por el clima, los recursos disponibles y las condiciones del terreno.

Uno de los momentos más impactantes de esta investigación apunta a la llegada de esos grupos al noroeste de Sudamérica, una región que hoy comparten Panamá y Colombia. Según los cálculos, eso ocurrió hace unos 14.000 años. Desde ahí, se dispersaron hacia el este y el sur, atravesando la Amazonia, el Chaco seco y los valles andinos hasta alcanzar el extremo austral de la Patagonia.

Cada paso dejó menos genes y más señales en el ADN

La dispersión tuvo consecuencias importantes, que no se limitan al mapa. Con cada bifurcación del camino, las poblaciones se fueron quedando con una fracción del patrimonio genético original. La profesora Kim Hie Lim, codirectora del proyecto GenomeAsia100K, explicó que estos grupos “sólo llevaban consigo un subconjunto del acervo genético de sus poblaciones ancestrales durante su largo viaje”.

Esa pérdida genética también afectó a la variedad de genes vinculados al sistema inmunitario, lo que, según los autores, pudo haber hecho más vulnerables a estas poblaciones ante enfermedades introducidas siglos después por los colonos europeos.

El estudio, en el que participaron 48 científicos de 22 instituciones de Asia, América y Europa, aporta una nueva visión sobre la diversidad genética humana. Su hallazgo también resalta una omisión prolongada en la investigación global. El profesor Stephan Schuster, director científico del consorcio GenomeAsia100K, señaló que su equipo ha demostrado que “la mayor diversidad de genomas humanos se encuentra en las poblaciones asiáticas, no en las europeas”. Esta afirmación cuestiona décadas de sesgo en los grandes proyectos de secuenciación, donde Europa había sido el punto de referencia por la disponibilidad de datos, no por su diversidad genética real.

Esa omisión histórica queda aún más clara gracias a la alta resolución de las tecnologías empleadas por el SCELSE. La doctora Elena Gusareva, primera autora del artículo, subrayó que la secuenciación genómica ha permitido descubrir cómo esos pueblos antiguos lograron adaptarse a condiciones extremadamente distintas, desde las planicies heladas del norte asiático hasta las selvas húmedas del Amazonas. En sus palabras, “ahora podemos desvelar la profunda historia de las migraciones humanas y las huellas genéticas que dejaron los primeros pobladores”.

Las rutas reconstruidas no son rectas ni uniformes. Algunas poblaciones permanecieron en la cuenca amazónica. Otras se desplazaron hacia el sur, remontando los Andes y alcanzando la Tierra del Fuego, en la actual Argentina. En cada paso, el ADN acumuló mutaciones, divergencias y señales de adaptación. Esa información genética ha servido a los investigadores como si fuera un mapa antiguo, más preciso que cualquier relato arqueológico.

Aquel impulso de explorar lo desconocido, que empujó a los primeros humanos a atravesar continentes a pie, dejó algo más que un legado cultural o geográfico. Dejó una herencia, escrita en nuestros genes, que ahora puede leerse con la precisión de un microscopio. Y aunque los caminos se hayan borrado, la memoria de cada uno de esos pasos sigue presente. Solo hacía falta saber dónde mirar.

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